Dios nos dio dos oídos y solamente una lengua

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas

2 Samuel 7,18-19.24-29: “¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi casa?”, Salmo 131: “Dios le dará el trono de su padre David”, San Marcos 4,21-25: “La misma medida que utilicen para tratar a los demás, se usará para tratarlos a ustedes”

Hoy San Marcos nos narra unas sentencias que han quedado prendidas en la memoria de los discípulos como reglas prácticas que ayudan a vivir la fraternidad y la comunidad. La primera tomada del diario vivir y la necesidad de la luz. No se puede, ni se debe esconder la luz. Es para que alumbre a toda la casa. Igual el discípulo de Jesús no debe permanecer en la oscuridad y en la indiferencia. Con sus obras y sus palabras debe mostrarse como seguidor de Jesús.

A veces, a los cristianos mexicanos se les ha llamado “católicos vergonzantes”, porque aunque decimos profesar una fe, no se manifiesta en las obras. El sentido de la luz no es el de apantallar y aparecer, deslumbrar, no, es el de iluminar y ayudar a ver. No se trata de esas manifestaciones a veces hasta agresivas diciéndonos católicos. Se trata de hacer ver en nuestras obras que realmente estamos viviendo la palabra de Jesús.

La segunda sentencia parecería aún de sentido común y muy humano: tratar al otro como quieres que te traten a ti. Y esto que parece sencillo y hasta humano, muchas veces no lo encontramos en hombres que parecerían sumamente religiosos. Se nos olvidan los sentimientos del otro; no pensamos en su particular situación. Solamente queremos imponer nuestras ideas y nuestros intereses. ¿No es verdad que a veces los diálogos parecen pláticas entre sordos? Se habla y se habla y no se escuchan las razones del otro. Se nos olvida que Dios nos dio dos oídos y solamente una lengua. Debemos escuchar doblemente antes de hablar. Hay que ponernos en los zapatos del otro.

Termina el pequeño pasaje de este día con un proverbio que parecería contrario a la predicación de Jesús: “al que tiene, se le dará…” ¿No es injusto lo que dice Jesús? Si lo miramos en el sentido del que recibe y hace fructificar un don, encontraremos que es una realidad. Una gracia desperdiciada trae consecuencias funestas; un don bien recibido atrae más dones. ¿Qué nos dirá hoy a cada uno de nosotros el Señor?

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