Lecturas del viernes, quinta semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2014-02-14

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13,46-49:

En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."»
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.

Sal 116,1.2 R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-9:

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

II. Compartimos la Palabra

El Libro de los Hechos nos muestra hoy a Pablo y Bernabé justificando su entrega a los gentiles. Ellos, los judíos, han rechazado la fe, “la palabra de Dios”. Decisión que provoca una gran alegría entre los gentiles, que creyeron, celebraron y extendieron la palabra del Señor.

Jesús en el Evangelio nos habla de la misión. No hay vocación sin misión. Los llamados, los discípulos son siempre enviados, apóstoles. Si un cristiano no se siente apóstol, difícilmente puede sentirse auténticamente cristiano. La liturgia nos ofrece hoy un modelo de apóstoles en las personas de los santos Cirilo y Metodio, hermanos en la sangre y en la fe, llamados apóstoles de los eslavos. Algunas actitudes y valores que no pueden faltar en los enviados de entonces y de siempre y que recordamos brevemente siguiendo el texto evangélico.

Gratuidad

Hoy que, quizá más que nunca, el mundo parece un gran mercado, donde todo, hasta lo más sagrado, se compra y se vende, y donde parece que todo tiene –y todos tenemos- un precio, Jesús envía a sus discípulos sin dinero, sin talega, sin alforja y sin sandalias.

Jesús no descalifica los medios humanos, la técnica, el dinero, la radio, la televisión, internet, etc. Jesús busca coherencia y claridad. Bien están los medios, pero nunca los podemos convertir en fines. No tenemos que perder nunca de vista lo esencial. Y lo esencial es el Reino de Dios, el Evangelio, sus valores y las actitudes que brillaron en Jesús. Si los medios ayudan a conseguir este fin, hacer llegar el Reino a más personas, y que llegue en toda su integridad, bienvenidos sean. Si no, preguntémonos por la autenticidad de la misión, no sea que estemos absolutizando lo relativo o relativizando lo absoluto. Hay que tratar de ir siempre a lo esencial, sin detenernos ni siquiera “a saludar a nadie por el camino”, aunque siempre con respeto, cortesía y formas, pero sin caer en los puros ritualismos celebrativos o en los ceremoniales sólo mundanos.

Paz y ternura

“Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’”. Jesús insistirá mucho, particularmente después de la Resurrección, en la paz, convirtiéndola en un valor típicamente evangélico porque es típicamente humano. Es un signo de la presencia de Dios, y de su ausencia cuando falta.

La paz, así entendida, no se impone por la fuerza, ni por apoyos extraños, políticos, económicos, militares. Estos pueden ayudar o, en su caso, estorbar, pero la paz se funda en la convicción de lo que presenta y en cómo se presenta. Por eso, la primera actitud que debe adoptar el seguidor de Jesús, en cualquier lugar donde se encuentre, es DAR PAZ, OFRECER PAZ, como hacía Jesús.

Y aquí entra en juego, la ternura. Pobre del enviado, del apóstol, sin ternura. Por encima del mensaje, por encima de los medios de los que nos servimos para entregarlo, está la misericordia y la compasión, el corazón de Dios que es siempre benigno, siempre misericordioso, del cual nosotros somos el rostro. Quizá la mayor equivocación que podamos cometer como evangelizadores, sea entrar al trapo de la agresividad y violencia que reinan por doquier. Envuelto en agresividad, nuestro mensaje no es creíble y nosotros tampoco.

La ternura y la paz son valores que se complementan y enriquecen mutuamente. Lo mismo que no pueden darse tampoco sin confianza, sin pobreza evangélica y sin abandono en la providencia. Son valores de los más importantes para introducir e introducirnos en el Reino de Dios según el estilo de Jesús, del cual nos llamamos seguidores, como san Cirilo y san Metodio.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino