de Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
La próxima semana celebraremos el Miércoles de Ceniza, rito con el cual iniciamos la Cuaresma.
Con este motivo, el Papa Francisco ha enviado un Mensaje, con reflexiones inspiradas por la frase de san Pablo en su 2ª Carta a los Corintios: “Conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por ustedes para enriquecerlos con su pobreza (2Cor 8, 9).
El mismo Papa dice que no se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Es más bien el reconocimiento de que Jesús no nos salva con su riqueza o su poder, sino con su pobreza. Siendo igual a Dios Padre en poder y gloria, Jesús elige hacerse hombre, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Y lo vemos en su vida y misión: se manifiesta débil y pobre, lleno de mansedumbre y humildad. Todo esto lo hace porque nos ama, con un amor de generosidad, de proximidad, de compartir en todo nuestra suerte. No siendo pecador, cargó con nuestros pecados.
Con esta pobreza, Jesús nos enriquece, pues nos hace hijos adoptivos de Dios Padre; con esta filiación nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad. Es la felicidad y riqueza de un niño que se sabe amado por sus padres y los ama. Pues bien, no hay mayor paternidad que la de Dios y Cristo lo sabe y lo goza y quiere que compartamos su espíritu filial y fraterno, que también llamemos Padre a su Padre Dios, que seamos hermanos y amigos suyos. Por eso el Papa dice que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Que el camino de la Cuaresma signifique imitar a Cristo, aprendiendo a mirar las miserias de los demás, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria, nos dice el Papa, es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Y nos menciona tres tipos de miseria: material, moral y espiritual.
La miseria material es la privación de los derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad, como la comida, el agua, la casa, las condiciones de higiene, el trabajo, la posibilidad de desarrollo.
La miseria moral es convertirse en esclavos del vicio y del pecado, por ejemplo del alcohol, la droga, las apuestas, la prostitución, la trata de personas.
Muy unida a la miseria moral está la miseria espiritual, cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor, por soberbia y pretendido criterio de autosuficiencia.
La Cuaresma es un tiempo favorable para pensar en nuestras miserias materiales, morales y espirituales. La penitencia es un ejercicio saludable para salir de dichas miserias y también para ayudar a otros a salir de ellas. La penitencia no ha de ser de aspectos superficiales y cómodos, sino que signifique verdadero sacrificio, que nos duela. Pero nuestra confianza no esté puesta en nuestro esfuerzo, sino en la confianza en la misericordia de Dios Padre y el amor de Cristo Jesús, quien se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
Tehuacán, Pue., 27 de febrero de 2014