Lecturas del miércoles, segunda semana de cuaresma, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2014-03-19

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: -«Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre." »

Sal 88 R. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R.

Él me invocará:
«Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13. 16-18. 22

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Maria, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

II. Compartimos la Palabra

José, un hombre justo y de profunda fe.

Variada puede ser la interpretación que demos a las lecturas de hoy, o al sentido de esta solemnidad de San José, pero hay una frase que podría resumirlas: José, un hombre justo y de profunda fe.

El conjunto de las lecturas colocan a José, esposo de María, como un hombre ligado a la mejor tradición judía, descendiente de David, al que Dios prometió una descendencia eterna, y de Abraham, que creyó contra toda esperanza. Así se dará relevancia al origen de Jesús. El padre de Jesús solo podía ser de la dinastía de David, y descendiente de Abraham, padre de los creyentes.

Este relato se conoce como la Anunciación de José, aunque no se le ha dado en la tradición de la Iglesia la relevancia que tiene la Anunciación de María.

Como todos los relatos del N.T., tenemos que leerlo a la luz de la experiencia Pascual. Es entonces cuando los discípulos y seguidores de Jesús se preguntan:

• ¿Quién es este hombre (Jesús) que ha dado su vida de esta manera?
• ¿Quién es este hombre que, después de morir, sigue tan presente entre nosotros?
• ¿Quién es este hombre que quita nuestros miedos, nos transforma y nos hace gritar que otro mundo es posible?
• ¿Quién es este hombre…?

Los textos del Evangelio que nos hablan del origen de Jesús quieren responder a estas preguntas, básicas para todo creyente. Por eso, lo importante en ellos no es lo que dicen literalmente, sino el mensaje de fe que nos regalan.

Dios habla a José en sueños, como ocurre a lo largo de todo el A.T. Así lo canta un himno de vísperas: “De noche eran los sueños tu lengua más profunda”.

En el sueño, Dios trae paz al corazón de José, confundido por los acontecimientos que no comprende. Le invita a seguir adelante con su proyecto de vida junto a María, y le asegura que ese niño será la salvación para todos los pueblos. Por dos veces se dice en el Evangelio que esta criatura es obra del Espíritu Santo, es decir, de Dios mismo. De nuevo se realza el origen de Jesús. Solo Dios puede estar en el origen de una persona, tan extraordinaria, que tiene que ser divina.

Este texto completa el papel de María en la historia de la Salvación. María ya había dado su Sí, que permitió la Encarnación. Sin embargo, este Sí de José permite que la obra de la Salvación se despliegue tal y como el Señor lo ha previsto.

Y esto me hace reflexionar lo siguiente: la obra de Dios, su salvación, no nos necesita como eficientes instrumentos, aunque a lo largo de la vida, para serle fieles, tengamos que emplearnos a fondo en responder a su llamada de la mejor manera posible. Nuestro papel más importante en la obra de la Salvación es solamente dar nuestro Sí, permitir que El viva, que El actúe.

Esto es lo que hicieron José y María, este es el mensaje de los dos relatos de la Anunciación, la de María y la de José. María dio su Sí, y José lo corroboró, permitiendo que el plan de Dios fuera adelante.

Y para decir Sí no hay que ser muy inteligentes, ni muy altos, ni siquiera instruidos. Solo necesitamos ver y escuchar bien, percibir qué me está pidiendo el Señor, acogerlo, dejarle paso para que siga actuando. Eso fue lo que hicieron José y María.

José es una figura humilde en el evangelio, apenas tiene relevancia. De hecho, de no ser por esta solemnidad, apenas nos daríamos cuenta de lo importante que fue el Sí de José. El no puso obstáculos al plan de Dios, supo escuchar su voz en los acontecimientos de la vida, supo reconocer su llamada a dar un paso de fe.

Y nosotros ¿cómo andamos de lectura creyente de la realidad? Quizá El nos esté hablando en alguno de los acontecimientos difíciles, personales o colectivos, que nos toca vivir. Quizá nos pide un Sí para llevar adelante su obra. Un sí sencillo, del que nadie se va a percatar, como la historia de José, pero que supondrá mi colaboración con el plan de Dios.

Oremos por las vocaciones sacerdotales

En este día queremos tener especialmente presentes a todos los seminaristas del mundo, para que encuentren en San José, un modelo para su propia formación y para su futuro actuar como sacerdotes. Acompaña Señor, el caminar de tantos jóvenes que se sienten llamados a seguirte como sacerdotes. Que puedan encontrar en las comunidades con las que comparten su vida un estímulo para su vocación, que lleguen a ser hermanos entre los hermanos y compañeros de camino en este rico pueblo de Dios que es la Iglesia.

Hna. Lola Munilla O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo