MENSAJE EN OCASIÓN DEL DÍA DE LA VIDA

México, D. F. a 24 de Marzo del 2014
B. 116 / 2014

En la Solemnidad de la Encarnación del Señor –el 25 de marzo, 9 meses antes de la Navidad- celebramos en todas las Diócesis de México el Día de la Vida.

1. Ante la situación actual de México

En el terreno de la vida, nos encontramos en un momento preocupante de nuestra historia. Por un lado, los cambios legislativos protegen menos la vida humana. Por otro lado, personas u organizaciones promueven el permisivismo sexual con la falsa esperanza de que el preservativo o el recurso a la “píldora del día después” proporcionen una práctica “segura” del sexo.

No menor preocupación suscitan algunos temas que aparecen recurrentemente en los medios de comunicación y que pueden llegar a distorsionar o al menos anestesiar las conciencias. Por ejemplo, hay quien sostiene la legislación del aborto como un “derecho” o una conquista en nombre de la autodeterminación de la mujer; como también señalar que el débil gemido o llanto del recién nacido, se descarga totalmente a la protección y cuidado de la mujer, que sometida a fuertes presiones se ve obligada psicológicamente a ceder al aborto.

Por ello, como Pastores del “Pueblo de la Vida”[1], tenemos que denunciar la expansión en nuestra sociedad de una verdadera “cultura de la muerte”, o sea una visión del ser humano que deja sin fundamento sus derechos inviolables y diluye en la conciencia social el valor de la vida y la dignidad de la persona.

Como Jesús lo indica en el Evangelio, el homicida no es sólo el que da muerte física a otra persona. Al homicidio se equipara moralmente el que desprecia o insulta a otra persona (cf. Mt, 5, 21-22) o ignora su existencia, pues es como darle muerte en el propio corazón.

Nos encontramos ante un verdadero “desafío cultural”, un cambio sin precedentes en el corazón y en la conciencia de nuestras familias y de la sociedad. Este desafío requiere una respuesta a distintos niveles.

2. Ayudar eficazmente a las madres

La primera acción de promoción de una cultura de la vida es la atención a las situaciones donde la vida de una persona esta? en peligro. No basta que animemos a una mujer a que se sobreponga a las presiones que la empujan al aborto, si no le ofrecemos los medios para ello. Por eso, es imprescindible el precioso servicio que tantas asociaciones ofrecen a las madres embarazadas para que puedan llevar adelante su embarazo. Agradecemos a todos su trabajo en este campo, a la vez que los alentamos para que perseveren a pesar de tantas dificultades.

Nuestra sociedad esta? tomando conciencia de que, muchas veces, el aborto se produce porque la mujer se encuentra sola ante una fuerte presión que la empuja al aborto. La sociedad tiene la responsabilidad de ofrecer a estas mujeres la posibilidad de elegir que su hijo llegue a nacer. Por eso, un solo aborto es un enorme fracaso de la solidaridad y el desarrollo en nuestra sociedad.

3. Necesidad de conversión para generar una cultura de la vida

Siendo insustituible la labor asistencial, es necesario ir más allá para dar respuesta al desafío cultural al que nos enfrentamos. Es necesario, sobre todo, fomentar en toda relación humana el reconocimiento tanto de la propia dignidad como la del otro. Toda vida humana es sagrada e inviolable[2] Toda persona humana es imagen y semejanza de Dios.

Especialmente para los bautizados, es necesario asumir el reconocimiento de la presencia de Cristo entre nosotros y la vocación y misión que nos encomienda, tan verdadera y plenificante que pueda determinar todas las dimensiones de nuestro ser, para que haga resplandecer en nosotros el amor a la propia vida y la gratitud por ella y, para suscitar en nosotros la voluntad de ayudar y sostener siempre el amor a la vida de los demás, tratando de hacerlo realidad a través de nuestra conversión y testimonio cristiano. Esto sólo se puede vivir en la vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo.[3]

La conversión es siempre la primera responsabilidad de los católicos en relación con la vida, y es verdaderamente indispensable e insustituible, si en realidad se ama la vida. En consecuencia, sólo un sujeto social –un pueblo– agradecido por la experiencia de la redención de Cristo que enaltece la dignidad de la vida humana[4], puede expresar con verdad y generar una auténtica cultura de la vida.

4. Una acción decidida a favor de la vida

En su constante progreso la ciencia afirma, cada vez con más fuerza, que desde la fecundación tenemos una nueva vida humana, original e irrepetible, con una historia y un destino únicos. Una vida que tiene que ser acogida, respetada y amada: «es compromiso de todos acoger la vida humana como don que se debe respetar, tutelar y promover, mucho más cuando es frágil y necesita atención y cuidados, sea antes del nacimiento, sea en su fase terminal»[5].

Ante la relativización del derecho a la vida por los mal llamados “derechos”, impuestos despótica y totalitariamente en nombre de un supuesto progreso, todos tenemos la responsabilidad de promover la vida. Las valientes palabras del Papa Francisco: «No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana»[6], son como una advertencia a nuestros corazones, urgiéndonos a una decidida y valiente defensa de la vida.

La verdad del Evangelio exige la coherencia de los católicos en todas las dimensiones de la vida, para evitar el desarrollo, en nuestra sociedad, de dicha cultura de la muerte.

El bien de la sociedad requiere que cada uno asuma más seriamente su propia responsabilidad: médicos, enfermeras, maestros, políticos, sacerdotes, dueños de hospitales, etc., en una palabra todo los bautizados y personas de buena voluntad, que tienen en sus manos la acción y formación de las conciencias para la construcción de un futuro más humano.

Dios quiera que este tiempo de cuaresma, tiempo de renovación y de conversión, nos ayude a renovar nuestra propia conversión y compromiso por la vida. Que la Virgen María, que en el misterio de la Encarnación acogió en su seno al que es la Vida, Jesucristo, nos sostenga en este camino cuaresmal que conduce a la Pascua, fiesta de la Vida.

+ S. E. Mons. Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
Dimensión Episcopal de la Vida

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