¡”TODO ESTA CUMPLIDO, EN EL ARBOL DE LA CRUZ REDENTORA”! ¡QUE PROCLAMA A JESUS REY Y FUENTE DE VIDA!

​Hoy Viernes Santo la Iglesia Católica recuerda y celebra la Muerte redentora de Jesús en el Monte de la “Calavera”. A cierta hora de la tarde comenzó aquella gran marcha lúgubre, en la que jadeante, sin aliento, el Justo carga su cruz, el arrepentido también carga la suya y el impenitente también arrastra junto con ellos su madero. En esos tres que va a ser crucificados podemos ver a la humanidad entera en sus tres expresiones. El Inocente, El Bueno y el Malo. Jesús camina bajo el peso de su propio cadalso, arrastrando junto con su cruz todas las máscaras de la humanidad. Jesús descalzo, coronado de espinas y con la cruz sobre sus hombros, recorre esta vía dolorosa llena de amargura y soledad; pesada y escabrosa. Pero también es un camino regio, de sacrificio redentor, por eso camina Jesús con afectos de entrega y esfuerzo supremo, porque su misión es cumplir con la Voluntad del Padre, que tanto amó a la humanidad caída que le entregó a su Hijo, para que con su muerte nos rescatara de la esclavitud el pecado y de la muerte eterna. No olvide que todo esto le sucedió a Cristo, porque Dios nos ama. Y es preciso que este pensamiento radique y brille en cada uno de los seres humanos en los que debe haber un corazón lleno de fe, amor y gratitud; que siempre vivamos convencidos del Amor de Dios. Esto, nos comunica alegría, fuerza, paciencia y nos conforta en la fe; nos sostiene en el entusiasmo y nos impulsa seguir al Maestro Divino también cargando nuestra cruz. Recuerde que Dios va pregonando de continuo que nos ama; desde el pecado de los primeros padres: Patriarcas y profetas fueron el medio de esa manifestación del amor divino, Hasta que llegó el Hijo Divino y nos miró con ojos de niño, habitó entre nosotros y en toda su vida apostólica fue un cántico amoroso en la que nos propuso parábolas llenas de amor y misericordia y lloró por la muerte del amigo y por la destrucción de su patria. Llegando a lo máximo se hizo coronar de espinas y cargó su propio cadalso y se dejó clavar en el árbol de la cruz, goteando su sangre redentora de su corazón herido. El cielo comienza a cubrirse de nubes, porque el Justo agoniza y Jesús tiene ahora un color de cera, sus labios están azulados, la respiración cada vez más lenta y espaciada y todo su cuerpo adquiere una fisonomía cadavérica y doblando su cabeza sobre el pecho, Jesús exclama: “Todo está cumplido” y las tinieblas se tupen, retumba un largo rumor, que sacude las montañas y estremece a la ciudad, ruedan las rocas por las cuestas, invadiendo los valles. La oscuridad cerró sus alas sobre la tierra y guardo entre las montañas el Místico secreto. ¡Todo estaba Cumplido!

EL SACRIFICIO EXPIATORIO Y MISTERIO DE AMOR

​La obra de la redención del género humano, privado de la amistad divina y condenado a muerte eterna por el pecado original, está completamente concluida con el sacrificio de Jesús sobre la cruz. Ya no queda ninguna profecía por cumplirse; ningún acto expiatorio que añadir; ningún nuevo dolor que padecer. Ahora el hombre pasa a ser propiedad de Cristo, en quien estuvo fija la mirada esperanzadora de la salvación, que fue iniciativa del amor divino, para comunicar a la humanidad, muerta por el pecado, la vida eterna. Con el sacrificio de Cristo, está completa la obra redentora y ha terminado la estancia terrena del Niño nacido en Belén. Jesús no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate, por la humanidad. Su muerte en la cruz será el instrumento divino de nuestra liberación. Jesús mismo lo afirmo. No hay amor más grande, que el dar la vida por el ser que se ama. Este sacrificio redentor es de tal eficacia que abarca toda la humanidad; donde abundó el pecado, sobreabundo la misericordia y el perdón divinos. Con excepción de los que lo rechazan. Pero Jesús es el Redentor por excelencia y en cierto modo prolonga en los cielos su sacrificio redentor, en cuanto ofrece sus méritos al Padre, por la salvación de los humanos. Siendo esta intercesión omnipotente como un eco de las plegarias que ofreció durante su vida terrenal y la recompensa a su obediencia que lo llevó hasta el patíbulo de la Cruz. Jesús es el Cordero degollado del Apocalipsis y recordando esto, es y debe ser para los creyentes, motivo de confianza y estímulo de perseverancia en el camino de la conversión. No olvide que el sacrificio redentor de Jesús se renueva místicamente en el sacrificio Eucarístico o la Santa misa, que nos conserva la presencia misteriosa de Cristo que dijo: “Yo estaré con ustedes, hasta el fin del mundo”.

EFECTOS DE LA REDENCION

​La liberación de la servidumbre del demonio y del pecado. Reconciliación del universo con Dios, Justificación, filiación adoptiva y vida en Cristo y podemos esperar la vida sobrenatural y participar en la vida eterna. Con el cumplimiento de las promesas divinas, Cristo se convierte en lazo de paz y de hermandad para todos los pueblos. Pero aunque Cristo sea el Redentor por excelencia, poco importa para el ser humano que no quiera aprovecharse de esa redención y pisotea libre, consciente y voluntariamente esa sangre divina derramada para nuestro provecho eterno. Tenga presente que si esa sangre preciosa cae en seres humanos que se entregan al pecado, no por maldad, obstinación o soberbia, sino por pura fragilidad y miseria; por atolondramiento e irreflexión, por el ímpetu de las pasiones mal educadas y otros motivos semejantes, pero jamás por rebeldía directa contra Dios, a quienes aman y respetan a su modo, Jesús que vino a buscar a los enfermos, no a los sanos; a los pecadores, no a los justo, de seguro ejercerá sobre esos pecadores su infinita compasión y misericordia, concediéndoles la gracia del arrepentimiento y del perdón. Los llevará de nuevo al rebaño que habían abandonado. Así pues el hombre debe cooperar a su salvación y no poner resistencia como los habitantes de Jerusalén, a quienes Jesús quiso reunir bajo su protección, como la gallina cobija a sus pollitos.

​Todo está cumplido por parte del Redentor, a nosotros nos toca cooperar a la gracia recibida desde nuestro bautismo y continuamente se nos ofrece por medio de los sacramentos. Dios nos llama y nos invita, para prepararnos y disponernos a recibir la gracia de la justificación. Pero tenemos la libertad de aceptar o no los frutos de su sangre redentora; con las debidas consecuencia según sea nuestra respuesta. Recuerde siempre esta frase: ¡El que te creo sin ti, no te salvará sin ti! (Sn. Agustín). Para alcanzar la vida eterna, es condición indispensable la libre cooperación del hombre. Y no olvidemos que al realizar nuestra redención por medio del sufrimiento y de su muerte en la cruz, ha dado valor y elevado nuestros dolores y demás sufrimientos para ser medios de vida eterna. Hemos de compartir nuestros sufrimientos y dolores con Cristo Crucificado y después glorioso. ¡Arriba y adelante!