Con ocasión del día de la : Madre y por el problema que se está tratando y viviendo respecto a la mujer conviene que recordemos el hecho de la creación en el que vemos la dignidad y derecho de todo ser humano, que no es por el sexo, sino por ser imagen del Divino Creador.
La Biblia nos ofrece dos relatos de la creación del hombre y de la mujer. Fue el sexto día cuando Dios formó la obra cumbre de la creación. Con una expresión solemne y de gran contenido teológico, Dios coronaba su obra al crear al ser humano. “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” para que dominara en su nombre todas las cosas creadas. Creó la especie humana, en su doble manifestación de sexos: “Hombre y Mujer” (V. 27) como complemento mutuo, en orden a la procreación. En este primer relato, no encontramos ninguna superioridad de uno, sobre el otro. Los dos son con el mismo derecho, imagen de Dios. En el segundo relato, vemos que Dios mismo ve, que no es buena la soledad; y va a llenar el vacío que colme el corazón del varón Adán. Infunde en él, un profundo “sopor”; especie de anestesiante que le haga insensible para poder trabajar la “costilla” y hacer de ella, la ayuda semejante que le alegrará durante su vida. Adán al despertar, la reconoce como algo entrañable suyo y exclamó: “esto si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. “Y por ella dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer. Y vendrán a ser los dos un solo ser”. En ambos relatos vemos la misma impresión de igualdad. No se trata de una simple compañera al servicio del hombre, sino de “una ayuda semejante a él”. Para no ser más que un solo ser y en común igualdad aportando cada uno lo que le corresponde realizar la misión de fecundidad. Y el amor del hombre hacia la mujer es muy superior y más fuerte, al paterno y al materno que con gusto abandona al padre y a la madre, por estar con ella. LA MUJER, QUIERANLO O NO; ES GLORIA DEL HOMBRE.
Además de los relatos de la creación, la Biblia nos ofrece otras de sus páginas, en las que nos deja entre ver delicadamente, casi como filigrana, una personalidad femenina de extraordinario encanto. Desgraciadamente durante el correr de la historia humana, vemos épocas en las que se ha tratado a la mujer de muy diferentes maneras. En los siglos del patriarcado la mujer tenía una posición dominada, mandada, oprimida. Fue una época impregnada de comportamientos machistas. Apartada de la vida pública, su función quedo reducida a la esfera de la vida privada y termina por ser vista por objeto propiedad privada del varón. Hay irrespeto, vejación y explotación de la mujer. Lo curioso es que en la actualidad, los modernos medios de comunicación social siguen presentando a la mujer despersonalizada y como simple objeto de placer y medio de publicidad comercial; pero sin negar el nuevo vigor en la lucha por la liberación de la mujer. Hay conciencia de que la marginación femenina no es legitima, ni natural. Hay frutos visibles de esas luchas, liberadoras como las que se han obtenido durante las Conferencias Femeninas Internacionales. Sus responsabilidades, no quedan ya reducidas al ámbito del hogar; sino ejercitadas públicamente. PERO ESO NO QUIERE DECIR, QUE EL HOMBRE Y LA MUJER SEAN RIVALES, SINO COMPLEMENTARIOS.
La doctrina del Magisterio Eclesiástico es defender la igualdad y la complementariedad, condenando la inferioridad y la rivalidad. Como persona que es la mujer, goza de la misma dignidad que el hombre y de sus derechos humanos. Realizará la tarea encomendada junto con el hombre; son semejantes y diferentes. Diferencia, que no impide que tanto uno como el otro sean humanos, la primera diferencia es la sexualidad, que incluye diferencias anatómicas y psicológicas, porque penetra hasta lo más elevado del espíritu humano. La clave de la psicología femenina es la riqueza de su corazón. Este, simboliza a la mujer. Esta, tiene una sensibilidad muy viva y los detalles más insignificantes a la psicología masculina, adquieren una importancia muy considerable en la femenina. La mujer es ante todo reclamo de ternura, de afecto, al mismo tiempo que siente necesidad de consagrarse, de hacer feliz. De amar y ser amada, con testimonios tangibles; necesita obras, no solo palabras, este reclamo del amor femenino no implica en la mayoría de los casos, sensualidad consciente. Porque goza más con la ternura sin placer, que con el placer sin ternura. La mujer quiere un esposo de visión clara y voluntad firme, de juicio estable, decidido y resuelto. En otras palabras un esposo de carácter; que tenga firmeza pero amorosa; fuerza pero delicada; vigor pero impregnado de amor y de afecto. El esposo no debe ser un dictador, un déspota que domine y aniquile. La mujer tiene un sentido de detalle, de lo individual, más desarrollado que el hombre, es más intuitiva es decir: capta antes la idea general, en el hecho particular, por lo cual el espíritu femenino es elevado a la cumbre de la plenitud humana.
IGUALES PERO COMPLEMENTARIOS. Que la mujer sea mujer y el hombre sea hombre. Aunque según la ciencia, en el hombre hay ciertos caracteres sexuales femeninos y en la mujer algunos masculinos. Cuando la dosificación, no pasa ciertos límites, se obtiene un equilibrio humano feliz. Por eso a veces encontramos familias en las que el padre es afectuoso, delicado y tiene la confianza de los hijos, o bien la mamá es fría, autoritaria, brusca y los hijos le temen. La mujer sin perder su feminidad, puede desempeñar algunas actividades iguales o mejor que el hombre. Por ejemplo: concertista de cualquier instrumento dentro de la sinfónica. le está muy bien el Ballet, el patinar sobre el hielo, pero no ser boxeadora o luchadora, etc.... Contra la dignidad de la mujer están: el machismo, el feminismo y la “onda unisex” que trata de acabar con las diferencias entre el hombre y la mujer en estilo de vestir, corte de pelo, etc.... Ciertamente hay que aceptar los cambios actuales y tomar lo positivo, pero sin ver: NI INFERIORIDAD, NI RIVALIDAD; SINO IGUALDAD Y COMPLEMENTARIEDAD entre hombre y mujer. Elementos fundamentales que son origen de un poderoso y misterioso atractivo mutuo, por el cual el mismo Divino Redentor afirma que dejarán al papá y mamá para formar un matrimonio y una familia rica en valores humanos y cristianos. Esta atracción mutua del hombre y la mujer está fundada en su complementariedad mutua, física y psicológica, pero iguales en su dignidad. En esta atracción mutua debe haber un amor como el divino: de entrega y unitivo, para que juntos cumplan la misión a la que han sido llamados. El corazón simboliza a la mujer y la cabeza al hombre. Este ha sido creado para dominar al mundo y la mujer, para dotar de sentido a ese dominio y conquista, por medio del amor. Y así se dice que el amor del hombre es el mundo, y el mundo de la mujer es el amor. La mujer que ama y es amada, tiene la vida en plenitud; pero el hombre que ama y es amado aun siente necesidad de otras cosas, sin embargo los dos valen y son ricos valores, colaboradores de Dios en la transmisión de la vida humana, dentro de la vida matrimonial. No olvide que la pareja humana es imagen y semejanza de Dios, por su naturaleza racional, según se narra en el libro del Génesis, en el que aparece la creación del ser humano, hombre y mujer, y a los que manda colaborar con El, para llenar la tierra de seres humanos. Y en varios textos evangélicos, que nos hablan de las enseñanzas y vida del Señor Jesús, vemos su postura firme en la defensa de la dignidad de la mujer. Postura muy significativa, dentro de aquel ambiente social y religioso judío, en el que a la mujer le toca la peor parte y está discriminada por prejuicios sociales, culturales y religiosos. Y vemos en los textos evangélicos que el Divino Maestro, tiene preferencia por los marginados, a quienes les anuncia la buena nueva de la salvación. En aquella cultura la mujer pertenecía a esa clase social, por el simple hecho de ser mujer. Pero la mujer, es en forma especial rehabilitada por el Señor Jesús quien les defiende la dignidad, que no se les debía negar; y aún más las acepta en su compañía, haciendo caso omiso de lo social, cultural y religioso de aquellos tiempos. Y llama a todos sus seguidores a formar una comunidad de iguales que elimine toda actitud machista de discriminación de la mujer. Porque la dignidad del ser humano, no radica en las diferencias sexuales, por eso no deben de ser motivo de discriminación alguna. El hombre no es más digno que la mujer, sino iguales. Y dado este tema que se está viviendo; que no se dejen vencer, porque su propia actividad, moralmente realizada, es en bien de la sociedad, que con esa colaboración tendrá un nuevo rostro. Que hombre y mujer reconociendo y viviendo su dignidad, sigan siendo: “Sal de la tierra y luz del mundo” (Mt. 5, 13-14). Y que se promueva y se viva la dignidad y derechos de la persona humana, sin fijarse en el sexo, color de la piel y demás cosas. ¡Arriba y adelante!