“EL ARTE DE SER VERDADERO PADRE DE FAMILIA”

​En este mes que estamos viviendo, se recuerda y se celebra al papá; otro ser querido que Dios nos escogió, para traernos a la vida en el mundo temporal. Día muy festivo y alegre, para recordar y honrar a este pilar de la familia. Es muy justo, que como hijos, demostremos nuestra gratitud a Dios y a nuestro papá, por todo lo que hicieron o hacen por los hijos. Por eso es necesario y oportuno, hacer una reflexión sobre el arte de ser verdadero padre.

​Papá y Mamá son los dos sólidos pilares que sostienen la vida familiar. Son los seres más queridos para el ser humano; porque después de Dios, a ellos les debemos la vida. Por eso con mucha razón y justicia el sentimiento humano, ha dedicado un día especial para honrarlos. Los hijos tan amados por los padres, se deben preparar lo mejor posible, para honrarlos pero no únicamente con regalos materiales, sino con algo más significativo, como es cumpliendo el cuarto mandamiento de la ley de Dios, que encabeza los mandamientos que regulan las relaciones humanas. No hay que olvidar, que el papá y la mamá, forman una comunidad de amor, llamada matrimonio, con una tarea divina y humana que cumplir. Los dos están en la misma línea y ninguno es más, ni menos. Ambos tienen una misión, si bien específica, en ningún momento rival, sino complementaria. Su sociedad matrimonial, debe ser una comunidad de vida y de mutuo amor oblativo; sus vidas no deben caminar por las rutas del tiempo, yuxtapuestas, sino conjugadas a tal grado que ya no son dos, sino un solo ser. Su comunidad sacramental, es una fuente de vida que brota hasta la eternidad y una escuela de perfeccionamiento y enriquecimiento mutuo y fecundo. Esposo y esposa, se han tomado de la mano y así unidos, se han dado un “SI” de aceptación para vivir juntos en forma santa y santificante, en cada uno de los actos de la vida diaria, a pesar de las limitaciones humanas. Porque la comunidad sacramental del matrimonio basada en el amor, exige una mutua comprensión, consistente en un conocimiento progresivo del compañero y una aceptación del mismo tal cual es. Siempre quedará algo de incomprensible y misterioso en cada uno, pero por lo menos deberán esforzarse, por reducir al mínimo este misterio.

​EL ARTE DE SER PADRE DE FAMILIA. El genuino amor conyugal, tiene una necesaria vocación a la paternidad. Desde luego que ésta, es hija de la sexualidad, pero no se le puede reducir a un simple producto de la biología; pensar así, es de mentes estrechas y de corazones sin oxígeno. Es muy pobre el concepto de PATERNIDAD, reducido al acto de engendrar. Por eso se dice: “que es más padre el que educa y no el que únicamente engendra”. La paternidad humana, no se puede reducir a esa breve intervención del esposo dentro de la intimidad conyugal. Abarca mucho más que la simple unión sexual. La verdadera paternidad se da, cuando el papá haya hecho de su hijo un “perfecto” hombre, que actúe en forma racional y no por puros instintos. Esto es, una responsabilidad primaria, que nace desde el mismo momento de la concepción del hijo. Ser verdadero padre de familia, es saber extraer a los hijos del círculo de la vulgaridad, para introducirlos en la reducida esfera de los egregios. La paternidad que merece nuestra alabanza y gratitud, es la de aquellos papás, que no la han reducido al acto de engendrar y después al sostenimiento material, sino que también han realizado la tarea educadora en forma integral, es decir que abarque cuerpo y alma; y los han capacitado para un recto discernimiento de los valores y antivalores. De lo que humaniza y de lo que deshumaniza y han sabido favorecer la madurez del hijo para que sepa hacer uso responsable de su libertad. No olviden los padres de familia que la educación verdadera, tiene siempre referencia a la respetuosa convivencia social, que siempre debe respetar los derechos de los demás. La educación verdadera ayuda al educando a tener carácter y personalidad, a ser responsable de sus actos, horado y veraz. Como buen padre de familia, oriente a su hijo para qué tome el camino correcto en la vida; que es una grandiosa fortuna y lo importante no es tenerla, sino saberla vivir y realizarla. Vivir por puros instintos, es propio de los irracionales. El entretenimiento y la superficialidad, no dan el recto sentido de la vida y sin éste, viene el aburrimiento, la soledad, la angustia, la desesperación y el suicidio. Las realidades fugaces, siempre dejan desilusión y hastío. Ayude a su hijo a encontrar los verdaderos valores que dan sentido a la vida y la conducen hacia metas nobles. Papá y Mamá, son el semáforo familiar, que orientan a los hijos, para que caminen, por el camino correcto y no por el incorrecto. La luz verde: para que hagan y vivan todo lo positivo y valioso de la vida, aunque sea difícil. Luz amarilla: precaución con los compañeros, fiestas y demás. Hoy orientar a los hijos sobre cuáles son los verdaderos amigos o simples compañeros o conocidos. Para que no vayan a convertir al hijo, en cómplice o delincuente. Color rojo: ¡alto! a la vagancia, a las pintas en las paredes, a convertir las calles en estadios o en lugares de fiestas y pachangas, por lo que esto, molesta a los vecinos. Alto a todo lo negativo. Que ustedes papá y mamá, valoren y aprecien, la gran dignidad de la misión encomendada, al ser llamados a colaborar con el Divino Creador en la transmisión de la vida humana, en los hijos que tienen, para que estos vivan y caminen con rectitud al camino que los lleva al cielo.

​¡Felicidades a todos los padres de familia, que han sabido realizar el ARTE DE SU PATERNIDAD! ¡Ojalá que los hijos sepan apreciar, la labor de sus papás y que vean en ellos a representantes divinos y les den obediencia: sincera, reverente, alegre y generosa! Y como buenos hijos agradezcan las correcciones y consejos, que son parte de la buena educación. ¡Arriba y adelante!