Un camino para la reconciliación y la paz social

de José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca

Comunicado de prensa
Mayo 11 de 2014.

El ser humano está hecho para relacionarse con los demás en la verdad, para compartir lo bueno, para amar; solo así adquirimos serenidad y seguridad desde el interior, así aprendemos, nos superamos y llegamos a ser realmente felices. La convivencia pacífica, el mutuo apoyo, la amistad y compartir lo bueno alivianan la vida, ayudan a disfrutarla, eliminan muchos obstáculos y hasta problemas; es el mensaje y la experiencia de nuestras fiestas en Oaxaca, especialmente en comunidades indígenas. Quienes se ejercitan en serio por vivir estos valores gradualmente se realizan, procuran aportar algo bueno a los demás y se muestran felices.

Las personas que se cierran en sí mismas o en su grupo tarde o temprano se asfixian y se dañan gravemente, se hacen egoístas, calculadoras, convenencieras, difícilmente comparten algo que valga la pena, son incapaces de ayudar y de sacrificarse por alguien, solo se ven y se escuchan a sí mismas; así, van cayendo en la irresponsabilidad, en la violencia y corrupción; no cuentan con verdaderos amigos, no disfrutan realmente la vida ni son felices. Es triste que haya personas y grupos así entre nosotros porque ellos mismos se engañan, se niegan su superación y felicidad, cosechan resentimientos, rechazo de los demás y se vuelven enemigos de la sociedad.

En este contexto, puede ayudarnos a reflexionar la siguiente anécdota:

Un hombre habló con el Señor acerca del cielo y del infierno. El Señor le dijo a ese hombre: “Ven, te mostraré el infierno”; entraron en una habitación en donde un grupo de personas se encontraba sentado alrededor de una enorme olla de comida sabrosa; todos estaban hambrientos, desesperados y muertos de hambre. Cada persona sostenía una cuchara que alcanzaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango mucho más grande que el brazo de las personas, de tal manera que no podían utilizarlas para llevar la comida a su boca; el sufrimiento era terrible.

“Ven, ahora te mostraré el cielo”, dijo el Señor, después de un tiempo. Entraron a una habitación idéntica a la primera: la olla de comida sabrosa, otro grupo de personas, cucharas iguales con mango largo; sin embargo, allí todos estaban sanos, bien alimentados y felices.

“No comprendo, dijo el hombre, ¿Por qué están felices aquí, si en la otra habitación se sienten miserables, se agreden y todo es igual?. El Señor sonrió “Ah, es sencillo, respondió, aquí aprendieron a alimentarse mutuamente”. Así termina la anécdota.

Solo abriéndonos a la verdad y al bien, sirviendo y compartiendo lo bueno con los demás alcanzamos la salud social, nos superamos y seremos felices. Hagamos la prueba y experimentaremos que el verdadero amor y la vida auténtica solo llega y crece relacionándonos con respeto, siendo más responsables, alimentándonos mutuamente.

Un llamado a tiempo a los adolescentes y jóvenes para no engañarse y caer en las garras del egoísmo, de las adicciones y de la violencia; esfuércense por ayudar a que un amigo o conocido salga de esas garras, experimentarán la vida y alegría auténtica; no se puede experimentar tomando veneno mortal, no se arriesguen a destruir tan pronto su vida. Reitero mi felicitación a las mamás por su día de ayer; las mamás pueden ser las mejores guías en este aprendizaje porque con su vida nos muestran que la fuente de superación, de alegría y de realización humana es transmitir vida, protegerla y fortalecerla; de allí su inmensa capacidad de servir, de amar y de alegrarse por cosas sencillas y cotidianas.

Con mi saludo y bendición para todos.

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