2014-05-18 Radio Vaticana
(RV).- Jesús quiere que el cristianismo sea destinado a todo el mundo, por ello, cuando la comunidad cristiana que, hasta ese momento había sido favorecida por la pertenencia a una única etnia y cultura, se abre al ámbito cultural griego, se resiente la homogeneidad y surgen las primeras dificultades: descontento, lamentaciones; voces de favoritismo y disparidad de tratamiento, manifestó el Obispo de Roma en su reflexión previa a la oración del Regina Coeli, basada en la lectura de los Hechos de los Apóstoles de la liturgia del domingo, en la Plaza de san Pedro en Roma, ante miles de fieles y peregrinos que llegaron para escucharlo y rezar con él.
Los Apóstoles toman en mano la situación y llaman a una reunión ampliada también a los discípulos. Y dialogan pastores y fieles -dijo el Sucesor de Pedro- “Los problemas no se solucionan fingiendo que no existen”, y afirmó: “¡Y es bello este diálogo sincero entre los pastores y los fieles”.
“Confrontando, discutiendo y rezando, así se resuelven los conflictos en la Iglesia. ¡Confrontando, discutiendo y rezando!, con la certeza de que las habladurías, la envida, los celos, no podrán jamás llevarnos a la concordia, a la armonía y a la paz”.Estuvo allí el Espíritu Santo -dijo el Papa. Y esto nos hace comprender que cuando nosotros dejamos al Espíritu la guía, él nos lleva a la armonía, a la unidad, el respeto de los diversos dones y talentos. Escucharon bien: ¡Nada de habladurías, nada de celos, ni envidias!
El Vicario de Cristo concluyó afirmando que no debe asombrar la necesidad de la asistencia del Espíritu Santo para los que se ocupan de las cosas materiales; que para resultar confiables los diáconos deben dar prueba de ser personas de fe y oración. Y pidió a la Virgen “que nos ayude a ser dóciles al Espíritu Santo, para que sepamos estimarnos mutuamente y convergir cada vez más profundamente en la fe y en la caridad, teniendo el corazón abierto a las necesidades de los demás”.