Buenos pastores para el bien de nuestro pueblo

de Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de las Casas

Jueves 22 de mayo de 2014

Un nuevo día lleno de actividades en nuestra Visita Ad limina. Empezamos temprano en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para aclarar muchos puntos referentes a nuestra insistente petición de que nos autoricen ordenar nuevos diáconos permanentes, que se nos restringió hace catorce años. Las circunstancias han cambiado. Las necesidades pastorales se acrecientan. Si en el año 2000 era mucha la desproporción entre el número de diáconos (341) y el de sacerdotes (66), ahora nos quedan sólo 315 diáconos, porque varios ya han fallecido y muchos están muy ancianos y enfermos. Ya son 98 sacerdotes, aumentando progresivamente los nativos de Chiapas, sobre todo con el aumento de vocaciones indígenas. Por otra parte, los diáconos no solicitan ser ordenados presbíteros casados, sino que aprecian y sienten la necesidad de sacerdotes, para que el ministerio de la Iglesia sea completo. Se nos ofreció una respuesta pronta, que esperamos sea positiva. También aclaramos los procesos que han llevado las traducciones a los idiomas indígenas, para que se nos conceda el reconocimiento de su validez oficial en las celebraciones litúrgicas.

Por la tarde, estuvimos en el Pontificio Consejo para los Laicos, donde se resaltó su importancia para la evangelización. Los fieles laicos, hombres y mujeres, son la fuerza de la Iglesia, y lo han sido en nuestras comunidades. Sin ellos, el Evangelio no se hace presente en las familias y en todos los ambientes. Es necesario que no escondan la luz de su fe en las estructuras sociales, educativas, económicas, culturales y políticas, y no se reduzca su apostolado a la vida intraeclesial, litúrgica y catequética. Es indispensable ofrecerles una adecuada formación integral, tomando muy en cuenta la Doctrina Social de la Iglesia. Hay que atender más a los jóvenes, sobre todo a aquellos que viven en las periferias de la sociedad y de la Iglesia.

Más tarde, estuvimos en el Pontificio Consejo para los emigrantes e itinerantes, que comprende varios sectores de la movilidad humana: refugiados, emigrantes, estudiantes internacionales, turistas, peregrinos, marinos, transporte aéreo, nómadas, circenses y feriantes, pastoral de la carretera y de la calle. Es un sector que poco atendemos, salvo a los migrantes. En todo México, se tienen 66 albergues para ellos, destacando la labor de la Iglesia católica en su servicio. Lamentamos el mal trato que reciben a su paso por México hacia los Estados Unidos. Son vejados, explotados, extorsionados, violados, e incluso asesinados. En los últimos meses, niños y mujeres jóvenes o con niños en brazos se exponen a todos los peligros por parte de asaltantes y de grupos criminales. Es muy triste que, por no convenir a los intereses norteamericanos, nuestro país no les ofrezca un documento oficial que les permita transitar con seguridad, para que no estén expuestos al negocio de los traficantes de seres humanos, ni a la trata de personas. Se nos insistió en que sigamos alzando nuestra voz, para defender los derechos humanos fundamentales de los migrantes, tanto los que pasan procedentes de Centroamérica, sobre todo Honduras, el Salvador y Guatemala, como quienes trabajan en Estados Unidos, expuestos ahora a ser deportados. Siendo que el presidente Barak Obama habla mucho de la necesidad de una reforma migratoria, en su tiempo es cuando más personas han sido deportadas, separando y destruyendo a las familias.

Por la noche, celebramos con los más de cien sacerdotes mexicanos que estudian en el Colegio Mexicano. Son enviados por sus obispos para cursar diversas especialidades en las Universidades de la Iglesia en Roma, con el fin de que regresen al país para servir como profesores en los Seminarios, o en otros servicios de especial responsabilidad. Son una gran esperanza para México y esperamos que sea buenos pastores para el bien de nuestro pueblo.