de Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de las Casas
Viernes 23 de mayo de 2014
Este viernes, para algunos de los obispos mexicanos, fue relativamente más tranquilo. Los de Chiapas no teníamos reuniones por la mañana, así que nos dedicamos a atender asuntos personales, como entrevistas a Zenit, grabar programas y comprar algunos encargos.
Por la tarde, concelebramos la Eucaristía en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, construida sobre lo que fue el primer templo dedicado en Occidente a la Virgen, en el siglo IV, después del Concilio de Efeso. En nuestra peregrinación a Roma, con motivo de la Visita Ad limina, es importante dedicar buena parte del tiempo a la oración, pues estamos conscientes de que nuestro trabajo no es una profesión burocrática, sino la prolongación en la historia de la obra de Jesús, el Hijo de María. Necesitamos la intercesión de nuestra Madre, para que seamos fieles a la misión que su Hijo nos confió.
Por cierto, en la mañana de este día, el Papa Francisco acudió al mismo lugar, donde se venera la imagen de la Virgen con la advocación de Salus populi romani, para encomendar su ya inminente viaje a Tierra Santa a la protección de aquélla que vivió en esos lugares, y así pueda realizar este viaje, estrictamente religioso, para colaborar en la búsqueda de caminos hacia la paz y la armonía entre los pueblos, sobre todo entre israelíes y palestinos, y que su viaje ayude a la unidad entre católicos, ortodoxos, judíos y cristianos. En esa misma basílica, y ante la misma imagen de la Virgen, tan querida por los fieles romanos, nosotros celebramos la Misa por la tarde.
Han sido muy importantes las celebraciones en las basílicas papales. El lunes 17, celebramos en la Basílica de San Pedro, junto a la tumba del Apóstol. El miércoles 21, en San Juan de Letrán, que es la catedral del Papa, como obispo de Roma. Hoy celebramos en Santa María la Mayor. Mañana, sábado 24, celebraremos en la Basílica de San Pablo Extramuros. En todas estas Misas, traemos ante el Señor las intenciones y necesidades de nuestro pueblo mexicano, sus gozos y esperanzas, sus dolores y sufrimientos, para ponerlos en el altar, junto con Cristo, y así lleguen al corazón de nuestro Padre Dios. Venimos en esta peregrinación no a título personal, sino en nombre de nuestras iglesias locales.
Por la noche de este viernes, fuimos invitados a cenar con una institución que yo no conocía: La Obra de la Iglesia, fundada por una mujer de Sevilla, cuyo carisma es apoyar en todo al Papa y a los Obispos, para realizar la obra de la Iglesia, que la fundadora considera como la continuación de la obra misma de Jesús. Es consolador sentir cómo las tres ramas que conforman esta institución, sacerdotes, varones consagrados y mujeres consagradas, que son laicos y laicas, dedican sus vidas y sus energías a sostener y apoyar a los obispos y, en particular, al Papa. Cuando hay tantas personas e instituciones que querrían acabar a la Iglesia, el Espíritu Santo ha suscitado esta Obra de la Iglesia para lo contrario: apoyarla, defenderla y ayudarle a cumplir la misión que Jesús le encomendó, que es difundir el amor misericordioso de Dios. ¡Ojalá que hubiera más personas con esta convicción de fe y de amor a la Iglesia! Estamos ya a punto de terminar esta Visita Ad limina y nos seguimos encomendando a su oración.