2012-03-09 Radio Vaticana
(RV).- Al dirigirse a los participantes en el Curso organizado por la Penitenciaría Apostólica, el Papa manifestó a estos “queridos amigos” su alegría por este encuentro, y al saludar al Cardenal Manuel Monteiro de Castro, quien por primera vez ha presidido estas sesiones de estudio en su calidad de Penitenciario Mayor, le agradeció las palabras pronunciadas previamente.
Benedicto XVI saludó también al Regente, Mons. Gianfranco Girotti, así como al personal de la Penitenciaría y cada uno de los congresistas, con cuya presencia, les dijo, recuerdan a todos la importancia que tiene para la vida de la fe el Sacramento de la Reconciliación, destacando la necesidad permanente de una adecuada preparación teológica, espiritual y canónica para poder ser confesores, y el lazo constitutivo entre la celebración sacramental y el anuncio del Evangelio:
En efecto, los Sacramentos y el anuncio de la Palabra jamás deben ser concebidos como separados, sino al contrario, Jesús afirma que el anuncio del Reino de Dios es la finalidad de su misión; pero este anuncio, no es sólo un “razonamiento”, sino que incluye, al mismo tiempo, su mismo obrar; los signos, los milagros que Jesús realiza, indican que el Reino viene como realidad presente y que coincide al final con su misma persona, con el don de sí mismo.
Tras afirmar que el sacerdote representa a Cristo, el Enviado del Padre, que continúa la misión, mediante la “palabra” y el “sacramento”, en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra; el Papa añadió que “esta totalidad hunde sus raíces en el misterio mismo de la Encarnación”, y nos sugiere que la celebración del Sacramento de la Reconciliación es, ella misma, anuncio y, por tanto, camino que hay que recorrer en la obra de la nueva evangelización.
En este sentido, el Santo Padre se preguntó “¿en qué sentido entonces la Confesión sacramental es camino para la nueva evangelización?”. “Ante todo –dijo– porque la nueva evangelización obtiene linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversión personal y comunitaria para conformarse cada vez más profundamente a Cristo:
Y hay una estrecha relación entre santidad y Sacramento de la Reconciliación, que testimonian todos los Santos de la historia. La real conversión de los corazones, que es abrirse a la acción transformadora y renovadora de Dios, es el “motor” de toda reforma y se traduce en una verdadera fuerza evangelizante. En la Confesión el pecador arrepentido, mediante la acción gratuita de la Misericordia divina, es justificado, perdonado y santificado, abandona el hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Sólo quien se ha dejado renovar profundamente por la Gracia divina, puede llevar en sí mismo, y por tanto anunciar la novedad del Evangelio.
Tras recordar que el Beato Juan Pablo II pedía en su carta apostólica “Novo Millennio ineunte”, un “renovado valor pastoral” para que la cotidiana pedagogía de las comunidades cristianas “sepa proponer de modo persuasivo y eficaz la práctica del sacramento de la Reconciliación”, Benedicto XVI les dijo:
Deseo reafirmar este llamamiento, con la conciencia de que la nueva evangelización debe hacer conocer al hombre de nuestro tiempo el rostro de Cristo “como mysterium pietatis, aquel en el cual Dios nos muestra su corazón compasivo y nos reconcilia plenamente con él. Es este rostro de Cristo el que es necesario hacer redescubrir también a través del sacramento de la Penitencia”.
Benedicto XVI destacó además que en una época de “emergencia educativa”, en la que el “relativismo pone en discusión la posibilidad misma de una educación entendida como progresiva introducción al conocimiento de la verdad, al sentido profundo de la realidad, y por tanto como progresiva introducción a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos están llamados a anunciar con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en que Dios se ha hecho tan cercano que podemos verlo y escucharlo.
En esta perspectiva el Sacramento de la Reconciliación, que parte de una mirada a la propia y concreta condición existencial, ayuda de modo singular a esa “apertura del corazón” que permite dirigir la mirada a Dios para que entre en la vida. La certeza que Él está cerca y en su misericordia espera al hombre, incluso al que está implicado en el pecado, para curar sus enfermedades con la gracia del Sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de esperanza para el mundo.
A los queridos sacerdotes y diáconos que se preparan al Presbiterato, el Papa les recordó que en la administración de este Sacramento, se les da y se les dará la posibilidad de ser instrumentos de un renovado encuentro de los hombres con Dios. Por tanto, serán “colaboradores y protagonistas de tantos posibles “nuevos inicios”, teniendo presente que “el auténtico significado de toda novedad no consiste tanto en el abandono o en la remoción del pasado, sino en acoger a y en el abrirse a su Presencia, siempre nueva y siempre capaz de trasformar, iluminar todas las zonas de sombra y abrir continuamente un nuevo horizonte.
¡Entonces la nueva evangelización parte también del Confesionario! Es decir, parte del misterioso encuentro entre la inagotable petición del hombre, signo en él del Misterio Creador, y la Misericordia de Dios, única respuesta adecuada a la necesidad humana de infinito. Si la celebración del Sacramento de la Reconciliación será esto, si en ella los fieles harán una experiencia real de esa Misericordia que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, nos ha dado, entonces llegarán a ser ellos mismos testigos creíbles de esa santidad, que es la finalidad de la nueva evangelización.
(María Fernanda Bernasconi – RV).