Hechos 20, 28-38: “Ahora los dejo en manos de Dios, que puede hacerlos crecer y alcanzar la herencia prometida”
Salmo 67: “Reyes de la tierra, canten al Señor. Aleluya”
San Juan 17, 11-19: “Padre, que ellos sean uno, como nosotros”
En las dos despedidas que encontramos en los textos de este día, aparecen las amonestaciones sobre los posibles peligros que tendrán los seguidores de Jesús. Pablo, con lágrimas y súplicas, se despide de los presbíteros de Éfeso y sus consejos son tan válidos en aquel tiempo como en el nuestro. Sus palabras se asemejan mucho a las palabras que con dolor pronunciaba el Papa Francisco en días pasados y que a muchos han causado admiración. Reconoce el Papa que hay dentro de la Iglesia y dentro de los seguidores de Jesús, quien se ha equivocado y ha cometido el pecado y esto destruye y ofende a toda la comunidad.
Los ataques y agresiones son más dolorosos cuando provienen de dentro. San Pablo los llama lobos rapaces e invita a estar a alerta. Nadie quedamos exentos del pecado y el Papa nos invita a una seria reflexión, arrepentimiento y conversión. En el evangelio Jesús hace una bella oración donde confía a sus discípulos en las manos de su Padre Dios. Al mismo tiempo que es una petición es el reconocimiento de la realidad en que permanecerán sus discípulos: en medio del mundo. Para San Juan el mundo significa la tentación, la exposición al mal, la influencia del maligno. Nadie está exento y todos podemos caer. Jesús pide a su Padre que los santifique en la verdad y hoy sería nuestra tarea y nuestra misión: buscar la verdad y buscar la santidad. No es la santidad de quien se aparta del mundo y es indiferente a las miserias humanas. No es la santidad de quien vive aislado y se oculta ante los problemas. Es la misma santidad que vivió Cristo en el riesgo, en el acompañamiento, en el compromiso, en la búsqueda de verdad, de justicia y de amor.
La santidad no consiste en huir del mundo, sino en no dejarse llevar por los criterios del mundo. Hoy hay en medio de nosotros muchos hombres y mujeres santos. Trabajadores santos, sacerdotes santos, papás y mamás que realmente son santos, dan vida a sus hijos, los llevan por el camino de la verdad, les enseñan la honestidad y los conducen a vivir la Palabra. No es fácil, pero es la misión que nos deja Jesús. No temamos, Él intercede por nosotros para que no sucumbamos ante los embates del mundo.