PARA QUE TODOS NOS ESCUCHEN

2012-03-16 L’Osservatore Romano
La cultura católica está librando arduas batallas en el ámbito moral y bioético, además desde la difícil posición de quien quiere presentar sus propias soluciones como si fueran válidas para todos, creyentes y no creyentes. En esta batalla son indispensables muchas y válidas razones, sin limitarse a repetir los documentos de las instituciones católicas: naturalmente esta es una tarea de los intelectuales laicos. Tarea nada fácil, de la que tenemos un ejemplo interesante en los redactores y colaboradores de la revista católica francesa «Témoignage chrétien», que afrontan, casi en cada número, un problema actual, con frecuencia de tipo bioético, descubriendo nuevos argumentos de discusión que contribuyen a ampliar el debate y a reforzar el punto de vista católico sobre el tema.

Basta una mirada a los últimos números para darse cuenta de ello: en noviembre un dossier sobre la eugenesia titulado El gran retorno aporta nuevos datos sobre la práctica eugenésica aún vigente en varios países. En el corazón de Europa, por ejemplo, se esteriliza a la fuerza a las mujeres de raza gitana, del mismo modo que en el Perú de Fujimori se esterilizaba a las mujeres de las minorías étnicas. Además, esto sucede a menudo en condiciones higiénicas lamentables, y con métodos que —aunque oficialmente se definan voluntarios— en realidad son coercitivos.

 Pero una sorpresa aún más fuerte nos la proporciona Francia, donde durante muchos años se ha practicado la esterilización forzada de las mujeres con discapacidad: sólo en 1966 fueron esterilizadas 211 mujeres discapacitadas o con graves dificultades sociales. Después de la ley de 2001 que regula esta operación, subordinándola al juez tutelar, parece que estos  casos se han reducido a una decena al año. Pero, naturalmente, la revista no olvida señalar que se realiza una verdadera matanza eugenésica de embriones y fetos imperfectos, o que no tienen el sexo deseado. Por lo cual, si en los países orientales prevalece la selección sexual —se prefiere a los varones sobre las mujeres—, en Occidente se selecciona el niño sano, sin limitarse a las enfermedades más graves. En el Reino Unido, por ejemplo, se seleccionan los fetos también para no tener hijos afectados por estrabismo.

«Témoignage chrétien» denunció, en un número sucesivo, la doblez de los ecologistas: por una parte, dispuestos a combatir cualquier manipulación vegetal o animal; y, por otra, indulgentes con respecto a las manipulaciones de seres humanos, por miedo a ser asimilados a las religiones. Como si los problemas relativos a las manipulaciones técnico-científicas del ser humano fueran sólo problemas religiosos. Pero los ecologistas desean ser considerados progresistas y, por consiguiente, aceptan que, en lo que atañe a los seres humanos, en nombre de la libertad individual y de la investigación, es necesario ir en el sentido de las innovaciones tecnológicas. En el fondo, concluye el dossier de la revista, la izquierda parece sometida a una auténtica religión del progreso que la arrastra a aceptar cualquier descubrimiento tecnológico sobre los seres humanos, y así el mundo de la ética del medio ambiente queda separado e incomunicable del de la ética humana.

La reflexión sobre la técnica se profundiza también en un dossier especial sobre el pensador Jacques Ellul, intelectual fértil y original, ferviente protestante, que ha desarrollado una crítica a la cultura técnica, en muchos aspectos profética, ya en la década de 1960. Ellul describe la técnica como  un sistema que funciona de manera automática y autónoma, un sistema en el que el ser humano no tiene posibilidad de elegir. No se puede aceptar algunos aspectos y otros no; los daños al medio ambiente —escribe— no son errores del sistema técnico, sino el sistema mismo. E invoca, por consiguiente, una revisión de la cultura técnica en su conjunto, en vez de buscar una respuesta a cada problema que dicha cultura provoca. Se trata de una propuesta muy interesante, que podría abrir un nuevo debate intelectual.

Por último, en marzo se publicó un dossier sobre el gender:  el modo de plantear el problema, adrede neutro y dispuesto a acoger también el punto de vista de quien defiende el uso de este concepto, suscita cuestiones interesantes, como la constatación de que sólo los católicos hablan de “teoría del gender”, mientras que los demás hablan en un sentido más neutro de “estudios de género”. El dossier, sin embargo —muy abierto al uso del gender, aunque no en el sentido extremo de la polémica feminista— olvida considerar puntos de vista críticos también laicos, como el de la filósofa francesa Sylviane Agacinski, que defiende la necesidad de pensar la diferencia natural de los sexos, y sobre todo recuerda que, aunque en el pasado fue la diferencia natural entre los sexos la que pudo legitimar la desigualdad femenina, la igualdad no se conquista negando esta diferencia.

En cualquier caso, se trata de una discusión libre y creativa, que busca salir de las rigideces teóricas para sugerir nuevas posibilidades de trabajo intelectual, para reforzar la cultura católica y hacerla cada vez más convincente y creíble también para quienes no son católicos.

Lucetta Scaraffia