de Francisco Moreno Barrón
Obispo de Tlaxcala
LA VOZ DE NUESTRO OBISPO
La migración ha existido siempre en la historia de la humanidad y es un derecho de todas las personas. El ser humano más pequeño, limitado y pobre, posee una dignidad y unos derechos que nada ni nadie le pueden arrebatar.
Últimamente se ha hablado mucho y a distintos niveles de este complejo e importante tema de la migración a propósito de los niños migrante detenidos en las fronteras de los Estados Unidos, provenientes de México y sobre todo de Centro América. Muchos de ellos se lanzan a esta peligrosa aventura orillados en sus países por la violación de los derechos humanos más elementales, la inseguridad y violencia, las guerras, el desempleo y la miseria o buscando encontrarse con sus familiares ya emigrados.
Aunque se trata de un tema complejo, urge resolver con sentido humanitario la situación de emergencia que vivimos y enfrentar el problema migratorio de fondo y de manera integral con un análisis serio de sus causas, con una legislación adecuada, y con políticas públicas e inversiones que favorezcan el desarrollo de los pueblos más pobres y en particular de sus niños.
El Papa Francisco ha pedido ayuda para los niños emigrantes y alerta sobre la crisis humanitaria en la frontera de Estados Unidos y México por la emigración ilegal: “…en los Continentes y en casi todos los Países, la migración es vista aún como emergencia o como un hecho circunstancial y esporádico, mientras se ha convertido ya en un elemento característico y en un desafío de nuestras sociedades… Frente a tal situación… “es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados por parte de todos; el paso de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación – que, al final, corresponde precisamente a la “cultura del descarte” – a una actitud que tenga a la base la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor”.
No es con balas y soldados como vamos a resolver esta situación, ni edificando muros electrificados o colocando postes de concreto en los márgenes de las vías del tren, como se ha hecho en Apizaco, Tlaxcala, en contraposición al espacio de acogida que allí mismo ofrece el “albergue de la Sagrada Familia”. Toda estrategia egoísta y violenta está condenada al fracaso tarde o temprano. Mientras los pueblos y las personas se aferren a sus propios intereses, desconociendo en justicia la dignidad y el derecho de los demás, la emigración se verá como una amenaza a la paz y el progreso, y no como una alternativa de crecimiento y desarrollo.
El compromiso es de todas las personas e instituciones, pero ante todo de los gobiernos, que deben garantizar las mínimas condiciones de desarrollo para todos sus ciudadanos, y crear los vínculos y acuerdos necesarios con los demás países involucrados en este drama de la migración.
Oremos a Dios sin descanso para que ilumine la inteligencia y sensibilice el corazón de quienes tienen en sus manos las decisiones y los recursos que permitan dar cause al fenómeno migratorio en la actualidad.
Tlaxcala, Tlax. Julio 23 de 2014