EL MAGISTERIO ECLESIASTICO Y SU DOCTRINA SOCIAL-POLITICA

Las enseñanzas del magisterio eclesiástico sobre temas y actitudes relacionadas a la política, son por lo general poco conocidas y mal entendidas, o totalmente ignoradas. Muchos las interpretan mal y las combaten. Por eso es necesario, un estudio, un acercamiento a la doctrina social de la autoridad eclesiástica y reconsiderar esa doctrina bajo la perspectiva de la misión docente de la autoridad eclesiástica. Tengan presente sobre todo ciertas personas que ocupan puestos públicos y que tienen reuniones periódicas en la Ciudad de México, que la doctrina social política del magisterio eclesiástico no es: ni una ideología, ni una simple teoría social, ni el diseño de un sistema económico concreto, ni un ejercicio de poder, de autoritarismo camuflado, ni la legitimación de intereses creados, ni una utopía idealizada, ni una simple agenda moral abstracta para la sociedad humana.

Que aprendan esas personas y todos los ciudadanos que la doctrina social del magisterio eclesiástico, tiene un distintivo y categoría propios; esa doctrina social habla sobre la situación actual de la humanidad, iluminándola con la luz divina del Evangelio, que es la doctrina política por excelencia dada por la divina autoridad, y nos da normas morales para vivir dentro de una sociedad fraternal justa y tranquila. El magisterio eclesiástico no propone ninguna ideología, ningún sistema político, social o económico, porque este no es el campo de la misión encomendada, no es algo de su competencia. La comunidad eclesial, iglesia y su autoridad, tiene como misión promulgar la doctrina evangélica, por todo el mundo y a todos los hombres, porque es universal. Por eso no es partidista. Tiene que seguir el ejemplo de su fundador Jesús, que convivió con publicanos y pecadores; con los fariseos y saduceos. Pero se muestra contrario a la identificación de lo religioso con lo partidista. Pero si fue un personaje socialmente revolucionario; y estuvo y está contra la influencia religiosa en favor de algún partido. Vivió cuando estuvo en medio de la humanidad, una actitud política, con total libertad y con una fuerza profética que denunció los abusos que lastimaban la dignidad de las personas, con una doctrina ética religiosa, que tuvo y que tiene profundas repercusiones para la vida social política. Y El mismo envía a sus discípulos al mundo a propagar esta doctrina, siendo solidarios y atentos para que haya una recta transformación en las relaciones sociales comunitarias. Y deja bien claro que el reino que El predica no es de este mundo, ni el resultado de un partido político partidista, aunque tenga las implicaciones políticas muy necesarias porque son para el buen convivir de los seres humanos. La autoridad eclesiástica que tiene que continuar con la misión encomendada de predicar el evangelio a todo ser humano es como mediadora y debe recordarnos el deber de moderar y controlar las presiones egoístas y violentas que se dan entre la humanidad. Hay que tener presente y que no se olvide que la autoridad eclesiástica no quiere usurpar los derechos de la autoridad civil, sino que está simplemente cumpliendo con la misión encomendada por la divina y suprema autoridad: Cristo. La autoridad eclesiástica debe trabajar para construir una sociedad cristiana y que se oriente hacia la meta final, la vida eterna: personal, privada, pública, etc. La doctrina evangélica es la única que enseña la verdad íntegra, la justicia auténtica y la caridad y amor fraternal, para que no halla odios, rencores, venganzas y demás desvíos. Doctrina enseñada por el divino Pastor, que es camino, verdad y vida; y vela y cuida de las ovejas como dueño, no como asalariado. La autoridad eclesiástica como sucesor del divino pastor es y debe ser centinela de la moral y tiene la obligación de recordar cada vez que sea oportuno y necesario, las reglas morales evangélicas que son para todos los seres humanos, sin hacerse responsable de la respuesta que den a sus enseñanzas. Respetan la libertad personal. Lamentablemente la actitud de muchos seres humanos, olvidan la justicia y la caridad y por lo mismo se vive en la época actual, hambre, opresión, injusticias, abandono, guerras y demás situaciones que estamos viviendo.

​La fraternidad evangélica enseñada y predicada por el divino Maestro es un valor nuclear de las relaciones sociales. Esta fraternidad nos lleva hacia un amor a todos, sean amigos o no lo sean. El amor cristiano, evangélico, no conoce restricciones. Todos debemos amarnos, como Dios nos ha amado y Cristo nos ha dado este ejemplo admirable. Pero la luz chocó contra las tinieblas y la grandiosidad de su divina persona, desentonó y desentona con la mediocridad de muchos de aquellos tiempos y de los actuales. El amor cristiano, si es autentico, no es partidista y supera el conformismo de una simple justicia social y afronta con fuerza transformadora, los problemas sociales como la miseria, drogadicción, vagancia, violencia, etc. Este amor evangélico amplia los horizontes de la justicia y fundamenta una fraternidad y nos da una fuerza especial para vencer el egoísmo personal o partidista.

​Por eso la autoridad eclesiástica, nos recuerda a todos, que como miembros de la sociedad civil y religiosa, en este caso a los católicos, que debemos cumplir con amor evangélico, nuestros deberes y derechos como parte de dichas sociedades. Y enseña que la forma democrática de los gobiernos civiles, hace que los ciudadanos estén siempre en disposición de formarse y tener su propia opinión personal y expresarla y hacerla valer de manera responsable y eficaz a favor del bien común. La autoridad eclesiástica concientiza a los fieles católicos de sus compromisos políticos y que deben ser buenos ciudadanos y por lo mismo colaborar por el bien de la patria en cualquier partido que sea. La autoridad eclesiástica no es partidista, no esta a favor de tal o cual partido; porque lo que importa no es el partido, sino la persona que quiere ejercer tal o cual puesto público, por eso nos invita a la reflexión para que elijan a la, o a las personas que sean aptas para promover y trabajar por el bien común. Pero los católicos como miembros de la iglesia fundada por la divina autoridad tienen el deber de impregnar y hermanar: fe y política, para que haya un orden temporal basado en las normas de la divina autoridad y por lo mismo de excelente moralidad y sus agradables consecuencias. El mensaje evangélico, que la autoridad eclesiástica con su ministerio debe hacer llegar a toda la humanidad, comprende todas las áreas de la vida humana, los derechos y deberes de toda persona: la vida familiar y la vida social comunitaria. Tengan presente que la meta definitiva de la misión evangélica es: llevar la buena nueva e impregnar con ella todos los ambientes de la humanidad y con su fermento e influjo, transformar desde dentro y renovar a toda la humanidad y pregonar que Cristo murió para salvar a todos los seres humanos sin importar partido político al que estén integrados.

UNA OPCION EVANGELICA: LOS POBRES.

​La autoridad eclesiástica, primera responsable de anunciar la “Buena Nueva” de la doctrina evangélica debe de predicar y exhortar a todos sus miembros esta opción de clase que son los pobres, tanto en el aspecto material como espiritual. Esta pobreza de nuestra época se ha convertido en fenómeno de masas, de grandes multitudes. A los cuales se nos llama e invita a tenderles la mano, a ayudarles, como fieles discípulos de Cristo y tener una opción preferencial por los pobres, de cualquier partido que sean. La autoridad eclesiástica tiene este deber inequívoco de reiterar la opción fundamental de Cristo a favor de los pobres; esta opción evangélica por los pobres, es mucho más amplia y comprometedora, que una simple opción de clase en el sentido puramente sociológico popular. La autoridad eclesiástica enseña a todo cristiano que la opción por los pobres y la pobreza no es algo marginal, ni se debe reducir únicamente a una actitud solo filantrópica; sino algo esencial. Ya que Cristo mismo se hizo pobre. Pero tenga presente que la salvación anunciada por Cristo en forma preferencial por los pobres, no es sin embargo de forma exclusiva; esta destinada a todos los seres humanos en forma indistinta. La salvación mesiánica se ofrece a todo tipo de pobres, en el aspecto espiritual y moral; sobre todo es para los pecadores, y si nos arrepentimos seremos los más privilegiados en el reino de los cielos. Por eso uno solo de nosotros causa más alegría que 99 santos.

​La Iglesia, todos los bautizados encabezados por la autoridad eclesiástica tienen la encomienda divina de impregnar con el Espíritu evangélico, para consolidar a la comunidad humana con los valores fundamentales, para una buena convivencia social; por una unidad fraternal justa y respetuosa de los derechos de los demás; la Iglesia debe estar presente y vigilante en el campo político, es decir en el bienestar social de todos. La autoridad eclesiástica debe de preocuparse por la unidad, pero despojarla de toda ideología partidista la doctrina social del magisterio eclesiástico, es fundamental, porque es educadora de las conciencias, es custodia de la ley moral y no puede aceptar que sea violada. Y tiene la misión de reunir a todos los seres humanos en la unidad de Cristo; Unidad rota a causa del pecado y del egoísmo, ¡La autoridad eclesiástica debe trabajar para el bien común en el aspecto moral y ético! ¡Por eso es y debe ser política! Y hablar claro en forma evangélica sobre: la justicia social, el salario del obrero, sobre el aborto, el divorcio y demás temas sociales que traten sobre el Bien Común y la caridad evangélica. Pero su doctrina social evangélica, a veces ha caído, en personas inconscientes, frívolas, irresponsables, obcecadas y endurecidas por el egoísmo, la irresponsabilidad en el aspecto social y hasta se oponen a la doctrina evangélica social dada por la Divina autoridad. Y así sofocan los deberes sociales y sus urgencias. Con esta actitud nefasta, no se vivirá debidamente, la maravillosa y evangélica doctrina social enseñada por el magisterio eclesiástico. Que es una siembra divina, para que produzca frutos para el Bien Social. Reflexionemos con profundidad, claridad y sinceridad, para hacer una acertada elección. ¡Arriba y adelante! Pero siguiendo las enseñanzas divinas.