XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

Sellaré con vosotros alianza perpetua

Primera lectura: (Isaías 55,1-3)

Marco: es la parte final del Segundo Isaías. El tema es la alianza con el Señor. El profeta-poeta aparece utilizando los términos de un negociante. Las mercancías que ofrece son de primera necesidad para mantener la vida con dignidad.

Al final esas imágenes se traducen en una realidad: la palabra de salvación que se concreta de modo singular en las cláusulas de una alianza gratuita ofrecida por Dios a su pueblo. En el cumplimiento de esta alianza se consiguen los bienes de primera necesidad para la salvación.

Reflexiones

1ª) ¡Una vez más se presenta la opción por la salvación en imágenes comerciales!

Oíd sedientos todos, acudid por agua también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo; comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Una primera lectura de estas palabras muestra que se quiere presentar la gran realidad de la salvación mediante imágenes. Ya sabemos que la Escritura utiliza con frecuencia múltiples géneros literarios para hacer más asequible a los hombres de aquella determinada mentalidad y cultura la hondura de la Palabra de Dios. Pero las imágenes apuntan por su misma esencia a realidades concretas. Pues bien, las imágenes hablan de los elementos insustituibles para llevar una vida humana digna y adecuada. Las imágenes juegan con elementos de primera necesidad. Pero la imagen puede tener otro nivel escondido en la misma estructura de la imagen. Para captar este otro nivel es necesario tener en cuenta el marco y el contexto en que se encuentran: está a punto de comenzar la salida de Babilonia. Pues bien la lectura del Segundo Isaías nos cerciora de que la salida de Babilonia ha sido entendida e interpretada como un segundo éxodo. Las imágenes nos llevan ahora de la mano a una realidad histórica: las peripecias por las que pasó el pueblo de Dios en el desierto. Allí también sintieron el problema de las necesidades primarias. La historia de la salvación se encuentra en estos dos grandes acontecimientos salvadores. Mediante estas imágenes allí y aquí se sugiere claramente que por encima de las resistencias, Dios tiene un proyecto que lleva adelante. Leemos en el libro de los Números: La gente que se había mezclado con el pueblo comenzó a sentir hambre y, junto con los propios israelitas, se pusieron a llorar diciendo: ¡Ojalá tuviéramos carne para comer! ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos y de los melones, de los puerros, cebollas y ajos! Ahora languidecemos, pues sólo vemos maná (Nm 11,4-5). ¡Siempre ha sido una grave tentación la conjunción de esperanza cristiana y subvenir a las necesidades perentorias humanas! ¿Acaso se da contradicción? Todo lo contrario. La última respuesta nos la dio el Maestro Jesús cuando nos invitó a pedir al Padre, como hijos suyos, el pan de cada día que incluye todos los bienes que el hombre necesita en su totalidad para conseguir la salvación y experimentar la presencia de la providencia. Todos los bienes que contribuyen a una vida humana digna dentro de las fronteras de este mundo pero abierta a un futuro trascendente y glorioso. Esa sería la mejor interpretación de la petición del Padrenuestro. Hoy como ayer seguimos asaltados por la tentación, la duda y la murmuración que nos enfrenta a un Dios providente y solícito. ¿Faltarán signos convincentes de las dos realidades que atañen esencialmente al hombre?

2ª) ¡Escuchando atentamente la palabra conseguiremos la vida!

Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David. El profeta-poeta juega con habilidad entre la imagen y la realidad. Entre la realidad tangible y la realidad de una vida perpetua. Entre la fidelidad de Dios y la vida. En este juego de imagen y realidad, este profeta-poeta se muestra empapado de la teología deuteronomista. Aquellos teólogos oradores que fueron capaces de transmitirnos la historia de Israel iluminada por sus convicciones teológicas, dejaron una firme huella en Israel. Ellos mismos bebieron de lo mejor de los profetas. Un quicio fundamental de su teología y de su predicación, recogido aquí por el segundo Isaías, es que la vida y la escucha de la Palabra de Dios o, de otro modo, la escucha atenta y obediente de la Palabra de Dios y la posibilidad de vida son inseparables. Con ello se llega a lo hondo de la realidad humana. Y a la realidad de la historia de la salvación. El pueblo de Israel fue siempre de dura cerviz. No se adhería fácilmente a la palabra de Dios transmitida por sus voceros, los profetas.

Segunda lectura (Romanos 8,35.37-39):

Marco: Seguimos en el capítulo 8 de la carta a los Romanos cuyo final lo constituyen estas palabras. El amor de Dios es salvador y liberador para el hombre. Este amor de Dios ofrece al hombre su mejor humanización y realización.

Reflexiones

1ª) ¡El amor es fuerte como la muerte!

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Me tomo la libertad de entretenerme unos instantes en matizar la primera expresión. Sabemos que en griego la frase “amor de Cristo” tiene dos sentidos posibles y ambos legítimos: el primero, sería más o menos así: ¿quién podrá separarnos del amor que Cristo nos tiene? El segundo sería más o menos así: ¿quién podrá arrancarnos y alejarnos del amor que nosotros profesamos a Cristo? El contexto y el conjunto nos invita a tomar los dos sentidos, pero subrayando el primero: el amor que Cristo nos profesa a nosotros es la raíz, la causa y la posibilidad de cualquiera otra forma de amor en profundidad. También conviene tener en cuenta que en el Nuevo Testamento se utilizan varias expresiones para hablar del amor. El amor de que se habla es el amor desinteresado y de amistad. El amor de Cristo es la causa de nuestro amor mutuo o a Él. Así lo expresa el propio Jesús transmitido por Juan en la última cena: amaos mutuamente porque yo os he amado primero (Jn 15,12). Este punto de referencia es el que hemos de tener en cuenta para comprender a Pablo. Acaso estas reflexiones nos han elevado un poco más allá de lo que habitualmente ofrecemos, pero las considero fundamentales para una adecuada predicación de lo que el espíritu quiere decirnos, hoy también, a través de Pablo. Nada ni nadie puede arrancar de nosotros el amor recibido gratuitamente a través de Jesús.

Las referencias que aduce Pablo son todas ellas expresión de situaciones límite: extrema pobreza o indigencia total; aflicción que es el estado de mayor abatimiento que se puede pensar; la referencia a la angustia sugiere la situación de desespero más cruda y agresiva; la persecución siempre se entiende como resultado de una total injusticia; el hambre es la más elemental y acuciante necesidad del hombre que se encuentra en ella violentamente; la desnudez evoca la más profunda mendicidad. Es decir, que Pablo coloca frente a frente dos realidades extremas: el amor ilimitado de Jesús por los suyos, un amor inapreciable y totalmente gratuito. Un amor creador y rehabilitador del hombre en su profundidad. Y en el otro extremo el recuento de necesidades incrustada en la profundidad del hombre y que afectan de forma directa y grave a su vida. Sólo desde la experiencia de la obra de Cristo y la acción del Espíritu es posible entender estas palabras de Pablo. Este mensaje tiene especialísima incidencia en el mundo que nos toca vivir. A pesar de todas las gravísimas situaciones emerge siempre una realidad esperanzadora y humanizadora: el amor que Cristo nos tiene y que, en respuesta, nosotros podemos tenerle a través de aquellos en los que él se esconde y que padecen lamentablemente algunas de las situaciones enumeradas más arriba. Nuestros hombres y mujeres esperan un testimonio vivo de esta oferta gratuita de Jesús convertida en exigencia gratuita para con los demás.

2ª) ¡Nada podrá separarnos de ese amor!

Pero en todo esto vencemos fácilmente por Aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte... podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. Es el coronamiento más sorprendente y alentador del desarrollo realizado por Pablo. En la raíz de la restauración total el hombre, de la posibilidad segura de su esperanza, está el amor incondicional y encarnado del Padre por todos. Y la manifestación real, tangible y convincente es la presencia de Jesús en nuestra historia. Ante esta afirmación y proclamación deben ceder todas nuestras especulaciones y cálculos. ¿Una vez más Dios es así! Nuestro Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo es así y nadie puede interceptar su corriente amorosa en favor de los hombres. En alguna parte de sus cartas Pablo exclama: “que no llegue a dudar nunca del amor del Padre”. Es la roca más firme y segura de la historia de la salvación y de la historia humana. En un mundo que se rige por letras, pagarés, inversiones en bolsa y desfalcos económicos de todo tipo es necesario hacer resonar esta palabra apoyada en el testimonio convincente de los cristianos. Es tan novedosa, tan inusitada, tan extraña a nuestros planteamientos humanos, que por eso está llamada a invitar, interpelar y urgir una búsqueda sincera y leal de este amor. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo son invitados, una vez más, a saborear la gratuidad sin condiciones que Dios les ofrece en Cristo Jesús.

Evangelio: (Mateo 14,13-21)

Marco: Los capítulos 14 al 17 constituyen un rico bloque de relatos diversos recogidos aquí por el evangelista para preparar el discurso eclesial que nos presenta en el capítulo 18. El capítulo 14 formaría parte de una sección que tiene domo objeto el tema del Reino y la Iglesia. En concreto, el fragmento que proclamamos hoy nos cuenta la primera multiplicación de los panes realizada por Jesús

Reflexiones

1ª) ¡Jesús siente lástima por los hombres que viven en el desamparo!

Vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús les replicó: No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer. Es necesaria una reflexión general sobre el sentido de los milagros realizados por Jesús. Pienso que sólo de esta manera se pueden entender cada uno de ellos en su significación querida por Jesús mismo. En general se puede decir que la principal tarea y misión de Jesús no fue la de ser un taumaturgo. Los milagros son realidades relacionales, es decir, su sentido está en otra parte. Mateo insiste en que los milagros serían signos del mesianismo de Jesús; es decir, tendrían como misión orientar al lector a descubrir en Jesús otra realidad más honda como es el cumplimiento en él del verdadero mesianismo, de la autenticidad mesiánica de Jesús. Marcos, entiende los milagros como manifestaciones del poder que emana de un hombre. Los milagros conducirían la atención del espectador o del lector de los relatos en esta dirección y para responder a este interrogante: ¿cómo es posible que este hombre llamado Jesús sea el Hijo de Dios con poder? La finalidad es fundamentalmente cristológica y está al servicio de la cristología. Lucas entiende los milagros como expresión y manifestación de la misericordia universal de Jesús. Los milagros revelan que Jesús es el Lugarteniente en la tierra del amor misericordioso y gratuito de Dios. Este marco es imprescindible para llegar a la significación de cada unos de los relatos milagrosos. Se podría decir que hay otras realidades mucho más importantes y que deben atraer con más fuerza la atención de los espectadores, beneficiarios o lectores de los milagros. Un verdadero discípulo de Jesús debe ser cauto ante estas manifestaciones y llegar a la realidad que esconden, iluminan e interpelan. Aunque con menor intensidad que en Juan, el milagro de la multiplicación de los panes dirige la atención del lector cuidadosamente. Jesús multiplica los panes movido por la lástima hacia la gente. El milagro invita a los lectores a hacer ellos lo mismo. Jesús sugiere a los apóstoles que ellos deben darles de comer. Bien sabe Jesús que no tienen allí panes para tantos. Pero esta expresión del Maestro sugiere que sus colaboradores deben estar movidos por los mismos sentimientos de gratuidad y de lástima que lo está él mismo. Hoy como ayer las necesidades primarias de los hombres nos acucian y urgen. No se pueden abandonar. Jesús de hecho multiplica los panes. Pero también es necesario aceptar que el destino del hombre no consiste, únicamente, en satisfacer las necesidades corporales primarias. Esto se desprende, sin graves dificultades, de la aceptación y comprensión de su estructura antropológica global: espiritual y corporal a la vez e inseparablemente unidos. En este sentido la lectura del relato joánico en el capítulo 6 nos permitía una interpretación equilibrada entre la urgencia del pan (lo necesario para vivir) y la urgencia del Pan (lo necesario para conseguir la vida que ya comienza aquí en primicias y en medio de tribulaciones y que no terminará jamás). Cualquiera de los extremos que excluyera al otro desvirtuaría la fuerza y el valor de este gesto de Jesús.

2ª) ¡Tomó los panes, dirigió sus ojos al cielo, bendijo y repartió!

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos. Hay que prestar especial atención a los distintos planos de lectura del relato evangélico que corresponden a los estadios seguidos en el proceso de formación y redacción: Jesús, la comunidad que recibe y vive el evangelio y los redactores-teólogos que nos lo transmitieron por escrito. Es conveniente que el intérprete de la Escritura para el pueblo de Dios separa leer de esta forma una determinada narración. Por eso hemos de tener en cuenta dos momentos importantes: cuando Jesús multiplica los panes y cuando el narrador lo transmite a su comunidad y a todas las comunidades que en el futuro lean este evangelio. Y entre los dos momentos una comunidad viva que parte el pan y proclama la palabra de Jesús; una comunidad que lee este relato de la multiplicación de los panes en el marco de una celebración en la que se bendice el pan, se parte y de distribuye a los asistentes. Esta doble realidad da el verdadero sentido y relieve al relato de este gesto portentoso de Jesús. Siempre en relación entre el pan y el Pan. El partir y compartir de los discípulos de Jesús requiere los dos extremos para ser adecuadamente inteligible. Y para que sea convincente en nuestro mundo también. Sólo quien sabe compartir el Pan sabrá compartir el pan; sólo quien tiene esperanza en los bienes imperecederos y eternos es movido suave y firmemente a compartir los bienes temporales y pasajeros. Jesús realiza el portento pero quiere necesitar de la colaboración de los suyos. Esta será la tarea recibida: Jesús abre camino, ofrece la realidad, pero son necesarios los intermediarios. ¡No habría sido mejor prescindir de los intermediarios! Eso pensamos con no poca frecuencia habida cuenta de la historia pasada y de la experiencia presente. Quizá no nos percatamos del todo de la realidad admirable, escandalosa, y sorprendente de la Encarnación que se prolonga en la Iglesia. Pero este apunte del relato mateano sugiere una profunda reflexión para el conjunto de los lectores del evangelio y de los discípulos de Jesús. De hecho fue así y así lo quiso Jesús mismo. Hoy como ayer somos invitados a una profunda reflexión: sólo si Jesús va por delante bendiciendo, partiendo y entregando es posible nuestro compartir, nuestras bendiciones y nuestra generosidad. La imbricación de las dos posibilitará la oferta singular que el mundo tiene derecho a esperar de los discípulos de Jesús en este momento que les ha tocado vivir.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)