de Francisco Moreno Barrón
Obispo de Tlaxcala
Por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada 12 de agosto se celebra el “Día Internacional de la Juventud”.
El año 2010 habitaban en México 36.2 millones de jóvenes. En 2012 residían en Tlaxcala 331 mil jóvenes entre 15 y 29 años, es decir, el 27% de la población total.
Existen diversas formas de ser joven, por lo que debíamos hablar de juventudes. Esto depende no solo de la edad, sino del espacio socio-cultural en el que se crece y de la actitud con que se asume la vida. Sin embargo, podemos decir que la juventud es una etapa que se define por la construcción de la autonomía y del proyecto de vida personal. Para que esto sea posible, se requiere que los jóvenes cuenten en la sociedad con salud, educación, vivienda, acceso al trabajo digno, equilibrio afectivo, recreación, etc., y que ellos asuman su reponsabilidad en el buen uso de la libertad.
En “Condición Juvenil en el México de 2012, Servicios a la Juventud”, Gabriel Morales señala que en la juventud deberían darse las siguientes transiciones que se van conquistando: “Decidir el tipo de estudios a cursar y concluirlos satisfactoriamente, estar en condiciones de tomar decisiones sobre una vida saludable, acceder al mundo laboral, formar un hogar y ejercer su ciudadanía”.
Cuando estas condiciones de transición hacia la autonomía no se cumplen adecuadamente, se genera una serie de problemas que a menudo estigmatizan a las juventudes, como: abandono escolar, desempleo y subempleo, embarazo temprano y conductas sexuales de riesgo, violencia y consumo de sustancias tóxicas, entre otras.
Estos problemas suelen crear prejuicios sociales hacia los jóvenes, como que no les gusta estudiar ni trabajar, que son unos irresponsables, etc., pero quizá no nos hemos preguntado cuáles son las razones por las que ellos están abandonando sus estudios, la razón por la que no encuentran trabajo o por qué los empleos no cumplen sus expectativas. Los culpabilizamos de ser unos viciosos o adictos y poco nos cuestionamos la responsabilidad pública que está generando esas problemáticas, por ejemplo la apertura de una gran cantidad de lugares donde se venden bebidas embriagantes y toda la publicidad al respecto.
El mundo está lleno de tentaciones, de falsos dioses que nos llevan a la deshumanización. Vivimos en un mundo en el que se pone el dinero y el poder como centro de la vida, pasando por encima de la dignidad de las personas y de los pueblos, generando nuestra destrucción y la destrucción de las personas que nos rodean. Cuidemos que nuestra vida no tome ese derrotero, que no abone al grave contexto de violencia que vive el mundo; por el contrario, construyámosla en la verdad, la justicia y la paz. Estoy seguro que ustedes, jóvenes, “tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia” (DA 443).
Efectivamente, los jóvenes poseen un potencial enorme y una energía transformadora, casi inagotable. Es necesario, entonces, como sociedad y gobierno, favorecer dichas condiciones para valorar ese potencial y encauzar sus energías en beneficio de ellos mismos y de sus comunidades. Ellos son el presente y el futuro de nuestra sociedad, los profesionistas que pondrán sus habilidades al servicio de la vida, los nuevos gobernantes, los hombres y mujeres que seguirán edificando nuestro México.
Muchos de ustedes, jóvenes, desde sus propias lógicas, creatividades y medios de comunicación a su alcance, se preocupan y ocupan de diversos problemas que afectan a nuestra sociedad, entre ellos la violencia hacia las mujeres, la trata de personas, la devastación socio-ambiental, la migración, etc. Les invito a hacer suyas las palabras de Jesús “Joven, levántate”, dejando que el amor de Dios reconstruya su vida y le dé pleno sentido, en una entrega generosa y desmedida, como es propio de la juventud. ¡Abran su corazón a Cristo, que nada les quita y les da todo lo que necesitan para ser inmensamente felices!
En este mundo de crisis de valores los animo, los reto a gritar con su vida: Sí a la vida, sí al amor como vocación humana, sí a la solidaridad y a la libertad, sí a la verdad, al diálogo y a la participación, sí al esfuerzo permanente por la paz, sí al respeto de las culturas y de la naturaleza para hacer realidad la tan anhelada construcción de la civilización del amor.