Lecturas del jueves, 21ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2014-08-28

I. Contemplamos la Palabra

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,1-9:

Yo Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Sal 144,2-3.4-5.6-7 R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. R/.
Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 24,42-51:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

II. Compartimos la Palabra

“Dios es fiel”

Esta lectura es el comienzo de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Pablo, que había vivido entre ellos un largo tiempo desplegando una intensa acción evangelizadora, los conoce muy bien, sabe de sus luces y sus sombras, de sus fortalezas y debilidades. Por eso al enterarse de ciertos problemas surgidos en la comunidad les escribe.

La comunidad de Corinto ha sido bendecida con muchas gracias divinas, Pablo resalta los dones de la palabra y el conocimiento, recibidos sobreabundantemente; añadiendo además que “no os falta ningún don”.

San Pablo les recuerda, y nos recuerda a nosotros, que los dones que de Dios recibimos no deben hacernos pensar que ya hemos llegado a la meta y olvidarnos de que estamos en camino. No, estos dones nos son dados para que vivamos en plenitud la vocación a la que estamos llamados: “vivir en unión con Jesucristo”, porque esta adhesión a Él es la que nos salva. Sólo apoyados en Él nos mantendremos firmes hasta el fin.

Y todo esto lo tenemos que vivir con esperanza, no tenemos que vivir angustiados, porque “Dios es fiel” y cumple sus promesas. Nuestra tarea, como nos dirá el Evangelio, es velar.

“Velad, porque no sabéis que día llegará vuestro Señor”

Este pasaje forma parte del último gran discurso de Jesús: “el discurso escatológico”. Jesús exhorta a la vigilancia en la espera e ilustra el tema con cuatro parábolas, la primera es la que hemos leído.

“Velad”, “estad preparados”, son las palabras claves de esta parábola, porque tan cierto es que vendrá el Señor como que no sabemos cuándo y por eso hemos de estar siempre en vela.

Estar en vela, que propiamente significa abstenerse del sueño, es la actitud que Jesús recomienda a los que esperan su venida, porque el enemigo no descansa, por eso hemos de estar siempre vigilantes para que no nos gane la batalla. La vigilancia, en este estado de alerta, supone una esperanza firme y exige una presencia de espíritu sin decaimiento que recibe el nombre de “sobriedad”. “Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo el diablo ronda buscando a quien devorar.”

Vigilar, estar alerta, rechazar el sueño de la tibieza que nos aliena, es propio de un corazón que ama. Un amor que se refuerza con el encuentro diario con Dios en la oración, en la Eucaristía. La confesión sacramental es también un arma para luchar contra las tentaciones, reconocernos pecadores y necesitados de perdón nos ayudará a estar siempre en actitud de combate como el soldado en el campo de batalla. De este modo cuando venga el Señor no nos sorprenderá sino que nos alegraremos de encontrarnos cara a cara con Él.

San Agustín, cuya fiesta hoy celebramos, vivió una juventud alocada, totalmente alienado por los placeres de la vida. Pero cuando la gracia de Dios tocó su corazón, su vigilancia fue constante y murió santo, amigo de Dios, del que podemos decir con San Mateo: “dichoso el siervo a quien su señor, al llegar, lo encuentre haciendo lo que debe.”

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)