La paciencia de Dios y la suerte de sus enviados

de Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro

DOMINGO 27º DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt. 21, 33 – 43

La narración de los viñadores homicidas es un contundente rechazo que los hombres tienen a la persona de Jesucristo. Un rechazo humano o cristo fobia, que de ninguna manera hace que Dios claudique en su amor por el hombre, ni decrezca el amor por la humanidad. Un gran rechazo, ya que la propuesta de Jesús estorba a los intereses mundanos y que han perdido el sentido de lo trascendente. Un rechazo que se da hoy al mismo Cristo en toda persona que es atropellada en su dignidad humana, ya que Cristo es “Aquel que ilumina plenamente y lleva a cumplimiento la imagen de Dios en el hombre” (CDSI 121).

La imagen de la viña que nos presenta el evangelio es aquí el Reino entregado al pueblo de Israel. Este no da los frutos esperados y maltrata y asesina a los enviados de Dios, terminando con su propio Hijo, esto en una prueba de paciencia con los labradores, para darles una nueva oportunidad y que cambien de actitud. Esta paciencia de Dios, incluso a los más refractarios a sus llamadas, es una buena noticia.

Todo esto refleja la intención manifiesta de los labradores de quedarse con la viña. Los interlocutores de Jesús son los dirigentes judíos. Para ellos las palabras de Jesús tenían como referente inmediato la alegoría de la viña en Is. 5. Allí queda claro que el dueño de la viña es Dios y que Israel es la viña que el cuida. Sin embargo ahora la representación cambia, Israel sigue siendo el dueño de la viña, pero Israel, y de manera especial sus dirigentes son los labradores, y la viña, el Reino, es entregado una vez a aquellos hombres.

En la historia de la viña, los profetas fueron los primeros enviados y al final, manifestando Dios su infinita paciencia, es a su propio Hijo Jesucristo a quien envía, quien también seria rechazado y asesinado por ellos.

Dios ama a su viña. Por ella y por su amor infinito ha entregado a su Hijo para que pudiéramos llegar a descubrir hasta donde llega su amor. Los ojos con los que nos ha mirado y el cuidado con que nos ha tratado muestran la calidad de su misericordia infinita

La parábola termina diciéndoles en su rostro, con argumentos de la misma Escritura en el Antiguo Testamento, que no supieron reconocer la piedra angular, por ello el Reino se entregara a un nuevo pueblo, (no ya a las doce tribus, sino a los discípulos, el nuevo Israel), que reconocerá en Jesús a su piedra angular y que dará los frutos propios del Reino. Este nuevo pueblo de Dios tendrá una misión: el anuncio de la Buena Noticia del Reino de los gentiles. Somos ese nuevo pueblo de Dios y ese es nuestro compromiso, nuestra responsabilidad, nuestra misión. No nos extrañe correr la misma suerte de los enviados de Dios.

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