Lecturas del miércoles, 28ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2014-10-15

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Eclesiástico 15,1-6:

El que teme al Señor obrará así, observando la ley, alcanzará la sabiduría. Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud; lo alimentará con pan de sensatez y le dará a beber agua de prudencia; apoyado en ella no vacilará y confiado en ella no fracasará; lo ensalzará sobre sus compañeros, para que abra la boca en la asamblea; lo llena de sabiduría e inteligencia, lo cubre con vestidos de gloria; alcanzará gozo y alegría, le dará un nombre perdurable.

Sal 88,2-3.6-7.8-9.16-17.18-19 R/. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos? R/.

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean. R/.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30:

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

II. Compartimos la Palabra

El que teme al Señor alcanzará la sabiduría

Hoy hacemos un paréntesis, dejando a un lado las lecturas correspondientes al miércoles 28 del tiempo ordinario, para celebrar la fiesta de la gran Teresa de Jesús, en este año jubilar teresiano que celebramos con motivo del V centenario de su nacimiento. Hubiera sido oportuno, sin duda, que alguien con conocimientos profundos de su persona y trayectoria pudiera aplicar a su figura los textos que la liturgia elige para su fiesta. Yo confieso que carezco de ese conocimiento profundo. Intento, pues, ofrecer alguna resonancia de lo que la primera lectura produce en mí.

Una primera llamada a desvincular el “temor del Señor” de todo cuanto tenga que ver con el miedo en general y con nuestros miedos en particular. Y un pequeño recuerdo de que la “sabiduría” se identifica con Dios en muchos lugares de la Escritura.

Traduciendo de un modo muy libre, diría que nuestra propia conciencia de ser criaturas de Dios, de haberlo recibido todo, de sabernos amados en nuestra pequeñez… nos dispone para poder vivir el encuentro con esa “sabiduría” que es Dios. Diría que más que alcanzarla es ella la que nos alcanza, y realiza en nosotros la obra preciosa que el texto bíblico relata. Sin duda lo hizo en Teresa de Jesús. Pero lo decisivo es saber que todo ello es posible también, cada día, en nosotros. Entrar en cada frase, detenernos en ella, puede convertirse en fuente de esperanza, fuerza, alegría y acción de gracias.

Mi yugo es llevadero y mi carga ligera

Me llama la atención en la elección de este texto evangélico para la fiesta de Santa Teresa que la Iglesia le aplique las palabras de Jesús alabando a Dios por haberse revelado a los sencillos. Desde la perspectiva que da la distancia, y conociendo algunos de sus escritos y sus andanzas, podemos tener la impresión de que se movía en las “grandes alturas”. Y sin embargo, Teresa era sin duda una mujer sencilla. Su tiempo no permitía imaginar siquiera que una mujer tuviera formación y menos aún una elevada formación como podía suponérsele a algunos de los clérigos de su época. Sin embargo, su personalidad y su encuentro amoroso con Dios la convirtieron en referencia espiritual, en maestra, en la gran mística autora de obras literarias espirituales que han merecido miles de estudios… en doctora de la Iglesia.

Su visión, su decisión, su capacidad para liderar una reforma como la de la orden carmelitana le supusieron enormes dificultades y sufrimientos. No se arredró. Sabía de quién se había fiado, y tuvo siempre la confianza de poner los problemas, dificultades, incomprensiones y desconciertos que generaba su modo de entender la vida religiosa, su reforma de la misma, su espiritualidad… en manos de Aquel que es el único que puede hacerse cargo hasta el fondo de nuestros cansancios y agobios, y promete aliviarlos.

Ojalá vayamos aprendiendo, también nosotros, a dejarnos en esas manos amorosas en las que podemos encontrar descanso.

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo