Lecturas del sábado, 29ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2014-10-25

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,7-16:

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.

Sal 121 R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,1-9:

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas."»

II. Compartimos la Palabra

“Realizar la verdad en el amor”

Jesús vivió la verdad en el amor. Él era y es la Verdad, y vino a iluminar nuestra vida con la luz de su verdad viviendo el amor. De esta manera nos ha mostrado el camino, y ya no andamos envueltos en tinieblas. Por eso, se entiende que san Pablo nos diga que debemos “realizar la verdad en el amor” y todo ello para “la edificación del cuerpo de Cristo”, que es la iglesia, que somos nosotros sus seguidores. En esta tarea no todos tenemos la misma función. Unos han sido constituido “apóstoles, otros profetas, otros pastores y doctores”, pero todos tenemos la misma y única gran dignidad: hijos de Dios y hermanos unos de otros. Y todos, cada uno desde su puesto y desde su ministerio, debemos vivir la verdad en el amor… la única manera de edificar, construir y hacer crecer “el cuerpo de Cristo”. No tenemos más camino que la verdad y el amor.

“A ver si da fruto”

A lo largo de toda su predicación, de muchas maneras, Jesús insiste en la necesidad de la conversión personal. Es decir, en la aceptación voluntaria, “desde dentro”, por parte de cada uno de nosotros, de seguir su camino, de entrar en su Reino, de aceptar a Dios como Rey y Señor de nuestra vida. “Te seguiré donde quiera que vayas”. Si dejamos que Jesús guíe nuestros pasos, que es lo mismo que dejar que Dios sea nuestro Rey, nos adentraremos por la senda del sentido, de la esperanza, de la resurrección que él nos promete. Sabiendo que nuestro Padre Dios es paciente, sabe esperar un año, dos años, tres años… muchos años. Pero mejor, ya que hemos sido seducidos por su amor e iluminados por su poderosa luz, que cada día sigamos siendo files a la promesa voluntaria que le hicimos de seguirle, de dar fruto en su viña y experimentando el gozo de su amistad.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)