Apostoles: Hombres sencillos, con una familia, con un trabajo

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

28 Octubre

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Santos Simón y Judas, apóstoles, Efesios 2,19-22:“Ustedes han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles”, Salmo 18: “El mensaje del Señor resuena en toda la tierra”, San Lucas 6,12-19: “Eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles”

Hoy celebramos la fiesta de dos grandes apóstoles: San Simón y San Judas. Con frecuencia nos hemos quedado con la idea de “San Juditas”, solamente como un santo milagroso que resuelve todos los problemas y corremos el riesgo de no penetrar en lo realmente importante de su vida. Igualmente les pasaba a los discípulos y a las multitudes que seguían a Jesús: querían milagros, resurrecciones, obras prodigiosas y descuidaban el mensaje central del Evangelio.

Hoy las lecturas nos invitan a reconocer la dignidad de los apóstoles y su gran misión en la transmisión del evangelio. San Pablo en la primera lectura insiste a los Efesios la importancia de constituir una nueva familia, la gran familia de Dios, edificada sobre Jesús que es la piedra angular, en el cimiento de los apóstoles. Para San Pablo es importante que todos los pueblos reconozcan a Jesús como el Salvador y que se unan como una sola familia. Nadie debe sentirse como extranjero o como advenedizo. Esta misión la recibieron de un modo muy especial los apóstoles de Jesús.

San Lucas nos recuerda el camino que siguieron: hombres sencillos, con una familia, con un trabajo, son llamados primero a convivir con Cristo. Se les pide que primero sean discípulos: es decir que primero se convierten en seguidores y conocedores de Jesús, que aceptan su vida y su doctrina, que comprenden su sueño de formar una sola familia, que experimentan en su propio corazón el amor que Jesús les tiene. Después serán enviados a proclamar y manifestar ese amor. Pero si no lo han vivido en su corazón ¿qué proclamarán? En esta fiesta de San Judas y San Simón también nosotros queremos convertirnos primeramente en discípulos que acepten el mensaje del Señor y espontáneamente, cuando nuestro corazón esté lleno de su amor, podremos convertirnos también en mensajeros que hablen de lo que han escuchado y vivido.

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