8) LA HOMILÍA MAS JOVEN: BUSCAR…

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- El paisaje del relato del fragmento evangélico de la misa de hoy, es totalmente diferente al del domingo pasado. Aquel era un encuentro íntimo, confidencial, aquí una búsqueda dificultosa en medio de una multitud.

Aunque no lo diga explícitamente, se encontraría Jesús con sus discípulos en el atrio de los gentiles, esto que yo os decía que, en lenguaje de hoy, se le llamaría el campus. Estos griegos, gentiles, es decir, sin adhesión a la fe de Moisés, buscaban. Creo, mis queridos jóvenes lectores, que este detalle es importante. Os encontraréis con frecuencia que vuestros compañeros “pasan” de inquietudes religiosas. Son simples consumidores, burgueses de costumbres y cuya única ambición es no pasarlo mal. Mientras persistan en esta actitud es muy difícil que progresen. Recuerdo muy bien que Fr Robert de Taizé, me decía un día: te puedes encontrar con alguien muy diferente a ti. Tú crees en Jesús y a Él quieres acercarte cada vez más, y buscas cómo conseguirlo. El otro puede ser ateo, pero si busca un sentido a su vida, no os encontraréis en la Fe, pero caminaréis juntos en la búsqueda. No desdeñes el encuentro. Atiéndele.

2.- Estos extranjeros buscan y se valen de amigos de Jesús para acercarse, no los rehúsa. El diálogo seguramente sería en griego. Hoy los autores creen que el Maestro aprendió esta lengua en Sephoris, mientras trabajaba en labores de construcción y donde estudiaría también lengua hebrea y las Escrituras, de manera que se hizo reconocido rabino. Por si no lo sabéis esta población está a 6 Km de Nazaret y se conservan de ella, hoy en día, preciosos mosaicos. El encuentro supuso esfuerzo, de ellos para conseguir la entrevista, de Jesús para expresarse en una lengua que no era la suya. (acordaos que se hizo semejante en todo a los hombres, excepto en el pecado, por lo tanto, como a nosotros le costaría aprender lenguas).

3.- La enseñanza de Jesús utiliza el símbolo de la semilla. A los que no somos del campo, nos parece que no hace falta más que hundir una simiente en un tiesto y regarla, para que nazca un árbol. En la práctica es diferente. Os contaré lo que me está sucediendo. Traje de Tierra santa en dos ocasiones muchas bellotas, tal vez 200, sólo una germino. Le pedí a un amigo franciscano, el director de la revista en papel donde publico, que me enviara un paquete de bellotas recién cogidas de la encina y las envolviera en un paño húmedo y de inmediato las llevara a correos. De unas 40, solo veo que han brotado tres, las otras, hoy he retirado la tierra con mucho cuidado, las he visto enteras, redondas sin deformarse. Sin morir como gérmenes. No me sirven para nada. Tengo la ilusión de que a las pequeñas encinas que yo pueda ver, les ponga un letrero que diga que proceden del monte Tabor y la gente piense en lo que allí paso. Podrán ver el árbol, la bellota se habrá podrido.

Nuestra vocación, nuestra respuesta a Dios no debe esconder ganas de hacer méritos, recibir medallas y trofeos. Juan el bautista dijo: conviene que Él crezca y yo disminuya. Nosotros debemos imitarle.
4.- Se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, vuelvo a repetiros lo que leemos en Hebreos 4,15. También, pues, sufrió la angustia de la duda. Si el momento álgido fue en Getsemaní, hoy vemos que también la sufrió en el atrio del Templo. En el huerto acudió un ángel a consolarle, aquí fue la voz del Padre la que se manifestó.

5.- Faltaba un tiempo, pero Jesús sabía que se acercaba el momento de su sacrificio y empezó a morderle el miedo. Estoy seguro de que momentos de angustia y ansiedad, vosotros, mis queridos jóvenes lectores, también los pasáis. No os desesperéis, estáis viviendo momentos semejantes a los que vivió el Señor. A quien me confía situaciones de estas, me gusta entregarle un tronquito de los olivos de Getsemaní y decirle que lo apriete en su mano y le ofrezca su dolor a Jesús, deseando consolarle.