XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros

Nota introductoria: Es conveniente orientar esta fiesta desde la proclamación de la soberanía de Dios por Jesús. Sabemos que Jesús centró su predicación y la realización de sus signos en anunciar la inminencia de la soberanía de Dios. En la primera etapa, Jesús la proclama, sobre todo, a través de sus parábolas que, por este motivo, se las suele llamar parábolas del reino.

Este reino se hace presente también a través de los signos (exorcismos, curaciones, intervenciones en la naturaleza) y que, por eso, se los llama, signos basileicos o del reino. Se realiza con poder singular en la kénosis de la cruz y en la exaltación de la resurrección. Se actualiza constantemente con la fuerza del Espíritu y se convierte en objeto de esperanza final para los creyentes en Jesús y para humanidad entera.

Pienso que esta perspectiva, aunque expuesta con suma brevedad, da un sentido auténtico a esta Solemnidad que hoy celebramos. El reinado o soberanía de Dios no se hace presente en la etapa actual por medio del poder de este mundo, sino en la continuidad en la Iglesia de la obra salvadora y liberadora de la cruz de Jesús garantizada por el poder de Dios manifestado en la resurrección. Esta soberanía comienza en el tiempo, incluso de manera visible en el compromiso por la comunión, la solidaridad y la fraternidad universal, y se consumará al final de la historia cuando Dios lo sea todo en todos.

Primera lectura: (Ezequiel 34,11-12. 15-17)

Marco: El fragmento que proclamamos hoy forma parte de un conjunto más amplio (33-39) que tiene como tema principal hacer presente un mensaje de esperanza. Los oráculos y comparaciones de estos capítulos intentan buscar una explicación al desastre de la destrucción de Jerusalén (34-35) y atisbar signos de esperanza (36-37). Los dos últimos capítulos (38-39) están coloreados por la esperanza apocalíptica o del final de los tiempos.

Reflexiones

1ª) ¡El Pastor reúne lo disperso!

Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro... La dispersión de las tribus de Israel, ocurrida en diversas etapas, es un acontecimiento histórico. Primero el reino del norte (721 a.C.) y después el reino del sur (587 a.C.). Estos acontecimientos son leídos por los profetas como signo y presagio de otros acontecimientos de mayores dimensiones. La dispersión es interpretada como una consecuencia de la infidelidad del pueblo a la alianza pactada por Dios en el Sinaí. Dios mantiene su palabra de hacer un gran pueblo, pero Israel no responde a este proyecto tan importante para la humanidad. En consecuencia, la promesa de una futura reunificación y reunión se convierte en fundamento de una gran esperanza (cf. Jr 32,36-41).

La futura reunión es interpretada como una poderosa acción salvadora del Dios de Israel que cumple su palabra en fidelidad. En última instancia la reunión de los hijos de Dios dispersos es una expresión y profecía de la reunión escatológica* de toda la humanidad por obra del Pastor al final de los tiempos. Este proceso que podemos leer en la historia de la salvación es un hilo conductor de la misma de primera importancia y una gran promesa para la humanidad. Un día, al final de los tiempos, toda la humanidad será de nuevo reunificada en el reino de la paz, de la vida, de la comunión y de la felicidad sin fin. Esta gran esperanza se apoya en la experiencia salvadora del pueblo de Dios y en la actitud de Dios que es fiel a su palabra y a su proyecto. El destino de la humanidad no es la disgregación sino la comunión en el amor y en la vida. Los creyentes deben enrolarse gustosos en todos los proyectos que tiendan a humanizar más la vida, a fomentar la comunión, a hacer posible la paz y la justa distribución de todos los bienes: culturales, materiales, morales, religiosos.

2ª) ¡El Pastor conduce a las ovejas a buenos pastos y las cuida a todas!

Yo mismo apacentaré mis ovejas... La figura del pastor ha pasado a ser en el oriente antiguo una imagen muy utilizada para expresar la tarea del rey. La imagen sugiere la idea de la solicitud y la preocupación del rey por los súbditos y, por tanto, ser rey no es un privilegio sino una misión y un compromiso siendo el guía que va por delante del pueblo para protegerlo y defenderlo como hacen los pastores con el rebaño. Ha de mirar primariamente por el bien común del pueblo que se le ha encomendado.

Cuando los profetas trasladan la imagen para describir la acción de Dios con su pueblo sugieren todos estos elementos. Dios mismo, Pastor ideal, se encarga de proteger, guiar, cuidar al pueblo y garantizar el bien común y el bienestar de todos en la seguridad y la paz. Para esta tarea quiso contar con pastores elegidos para servicio de su pueblo: los reyes y los gobernantes. Pero no cumplieron su tarea. Por eso Dios, en el momento central de la salvación, asumirá esta tarea y la llevará a cabo él mismo. Para expresarlo el profeta utiliza un lenguaje pastoril muy significativo.

Finalmente, el Pastor aparece como el Juez definitivo del rebaño. Esta es la perspectiva escatológica de las palabras del profeta. Al final de los tiempos el Pastor discernirá con justicia entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío. En la visión de Ezequiel esta tarea de Pastor y Juez la realiza Dios mismo. En el nuevo Testamento esta doble misión se le entrega al Hijo que será el Buen Pastor (Jn 10) y el Juez Universal (Mt 25).

Segunda lectura: (1Corintios15, 20-26a.28)

Marco: ¿Es verdad la afirmación de Pablo sobre la resurrección de Jesús y de toda la humanidad en él y por él?... Los apóstoles proclamaban en el kerigma fundamental que la verdad central de la fe era la resurrección de Jesús como fruto y manifestación del poder de Dios. El propio Pablo recuerda en esencia el kerigma cristiano en los primeros versículos de este mismo capítulo: muerte liberadora, sepultura, resurrección y manifestación o revelación del acontecimiento. La comunidad de Corinto ha nacido por la aceptación de esta proclamación y su incorporación a Cristo por los sacramentos que actualizan su muerte y resurrección. Pero han de vivir esa fe en medio de las gentes que les rodean para quienes la resurrección no tiene valor ni sentido alguno. Los corintios zozobran en su fe y piden a Pablo una clarificación.

Reflexiones

1ª) ¡En la resurrección de Jesús todos somos llamados a la vida definitiva!

Cristo ha resucitado, primicia de todos los que han muerto... La lógica utilizada por Pablo es, en realidad, una analógica o lógica superior y nueva. Los griegos utilizan su lógica: los muertos no resucitan, por tanto la afirmación de que Cristo ha resucitado es falsa, un engaño. Pablo responde a partir de un acontecimiento cierto y seguro: Cristo ha resucitado realmente, por tanto los muertos resucitarán. De este modo un hecho portentoso se convierte en la base de todas sus afirmaciones. Pablo sigue enseñando en esta carta cómo pasar de la experiencia universal de la muerte a la experiencia universal de la vida.

El proyecto original de Dios era la vida y no la muerte (Gn 2). Pablo entiende que todos los hombres proceden de Adán, por tanto, la humanidad tiene su principio unificador en que proceden de un mismo y único origen. Pablo compara aquella obra con la de Cristo, para concluir que en Cristo –nuevo Adán– toda la humanidad reencuentra su verdadero sentido y destino.

Estas afirmaciones siguen vigentes como mensaje de salvación incluso contando con las nuevas investigaciones sobre el origen de los hombres, porque Cristo sigue siendo la respuesta positiva al proyecto del Dios de la vida. En la resurrección trascendente, total y definitiva (escatológica) de ese hombre real, llamado Jesús, todos los hombres son llamados a la vida real, definitiva, trascendente y total. ¡Si algo necesita urgentemente nuestro mundo es la proclamación y visualización en el testimonio cristiano de esta realidad!.

2ª) ¡En la resurrección se ha seguido un proceso y un orden!

Primero Cristo como primicia... La presencia de Jesús en la historia de los hombres tiene como finalidad mostrar que el proyecto del Dios de la vida sigue vigente. Todos somos invitados a vivir en la esperanza firme de un final definitivamente feliz para todos. Y la realización de este magno proyecto tiene un proceso y un orden: el primero en experimentar la fuerza de este poder vivificador fue Jesús mismo. Él es la primicia y, a través de él, alcanzará a toda la humanidad. Después de Jesús resucitarán también todos los cristianos, pero cuando él vuelva. Lo que ahora se participa simbólica y sacramentalmente será una realidad total y acabada cuando vuelva el Señor Jesús glorioso.

Y, finalmente, resucitarán todos los hombres incluso aquellos que no participan ahora de la resurrección por medio de la fe y de los signos sacramentales. Esto quiere decir que el proyecto de vida es universal y sin excepción alguna (cf. Jn 5,28-29). El último enemigo aniquilado será la muerte. El gran enigma que atenaza a los hombres ha sido absorbido y resuelto en Jesús hombre real resucitado. La vida es más fuerte que la muerte. El proyecto del Dios de la vida se realiza infaliblemente.

A lo largo de la historia de la salvación se canta insistentemente el poder, la misericordia, la santidad y la fidelidad de Dios (que recoge el Magnificat). Ese Dios ha actuado de modo definitivo en su Hijo a favor de la humanidad cumpliendo su promesa y resucitando a Jesús de entre los muertos. Al final, el Dios de la vida lo será todo para todos. Al final, cuando todo le esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Evangelio: (Mateo 25,31-46)

Marco: Junto con el evangelio que proclamamos el domingo anterior forma parte del así llamado discurso escatológico. El fragmento que proclamamos hoy, bajo una forma narrativa muy viva y sugerente, revela lo que sucederá al final de los tiempos. La perspectiva escatológica y de futuro invade todo el relato. La dramatización literaria del fin se compone, por tanto, de tres elementos esenciales y consecutivos: resurrección, juicio, posesión de la gloria para siempre. Y para el encuentro con el Juez universal, se nos anticipan las preguntas de su interrogatorio. De una manera plástica se presenta ante el hombre qué debe hacer para ser colocado a la derecha del Juez, es decir, para poseer y disfrutar con él la gloria: se le invitó a ser capaz de encontrar al propilo Jesús escondido en todos aquellos necesitados del amor misericordioso de Dios, móvil principal de la salvación.

Reflexiones

1ª) ¡Se sentará como Juez de todas las naciones en el trono de su gloria!

Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria. Se trata de una escenificación apocalíptica* inspirada en Daniel y otros libros apocalípticos judíos. La dramatización literaria ilumina e ilustra el contenido real que se esconde en el ropaje literario. La visión de Dios rodeado de ángeles también corresponde a la comprensión apocalíptica del fin. En el relato evangélico aludió Jesús en alguna ocasión a esta realidad del trono para juzgar (Mt 19,28). El autor del Apocalipsis ha llevado esta imagen a su pleno desarrollo cuando intenta interpretar la realidad de la Jerusalén celeste y gloriosa (Ap 21 y 22).

Y serán reunidas ante él todas las naciones... Ya observamos en el comentario de la primera lectura que la reunión de los dispersos adquirió un sentido de perspectiva futura (escatológica). Es la escenificación del fin. La reunificación realiza el proyecto de comunión que Dios quiso para toda la humanidad y que Jesús ofreció en la cruz (Jn 12,31-32). La escuela joánica entiende que la elevación es un acto único que significa la elevación en la cruz y en la gloria. Cristo en la cruz y en la gloria es el centro de comunión y de unidad para todos (Jn 17,21). El juicio es universal.

La derecha y la izquierda tienen un sentido simbólico en la Escritura: la derecha es siempre signo de bendición, de poder protector para el bien; la izquierda significa lo negativo, la maldición o la acción contra los enemigos. Cuando se afirma en el Salmo que Dios tiene su mano derecha escondida en el pecho y su izquierda no actúa, el orante dice a Dios que no actúa a favor de su pueblo para defenderlo (derecha) y que no actúa en contra de sus enemigos como protección de Israel (izquierda).

2ª) ¡Venid benditos de mi Padre, heredad el Reino!

Venid vosotros, benditos de mi Padre... La relación de todos aquellos en los que se esconde Jesús, con los que se identifica Jesús, es un modelo que no excluye otras posibilidades. El lenguaje es heredado de la predicación profética. Significa que la palabra profética como el evangelio alcanzan la realidad de la vida humana (Is 1,15-18). Significa que el reino futuro debe hacerse presente saliendo al encuentro de todos los hombres que carecen de los bienes que les permitirían ser personas humanas dignas e hijos de Dios.

En estas preguntas del examen final, por el que han de pasar todos los hombres para que puedan ser contados entre los benditos de su Padre, se refleja el realismo del Evangelio y la seriedad con que Dios asume la situación de tantos millones de hombres vejados en su dignidad humana. Para entrar en el reino, dice Jesús, hay que pasar por la vida de sus hermanos: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. No es adecuado ni correcto preguntar por la procedencia social, religiosa o étnica de los hombres. Con cualquiera, porque en cualquiera que sufre es necesario manifestar realmente el amor misericordioso del Padre con signos creíbles. Como lo hizo Jesús que rompió todas las barreras para ofrecer al hombre otra posibilidad humanizadora y liberadora: el amor misericordioso de Dios.

Jesús se esconde en cada ser humano necesitado de este amor del Padre. Servir a Jesús escondido en todos ellos sin preguntas previas. Con Jesús es llevada a plenitud la predicación profética que advertía de los excesos contra los pobres. Pienso que es preferible presentar el aspecto positivo del juicio universal: ¡Venid benditos de mi Padre! Es necesario elegir, durante el trayecto de la historia que tiene una inexorable consecuencia final, el servicio y el compromiso con todos aquellos en los que está oculto, pero presente, el propio Jesús. La urgencia y la fuerza de este Evangelio es más necesaria hoy que nunca.

Hoy debemos hacer visible entre los hombres esta admirable escenificación del final. Se nos invita a estar un día a la derecha de Jesús. Hagamos visible el programa del examen final cuando Dios lo será todo para todos y en todos.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)