Lecturas del martes, segunda semana de adviento, cíclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2014-12-09

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de Isaías 40,1-11:

«Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»
Dice una voz: «Grita.»
Respondo: «¿Qué debo gritar?»
«Toda carne es hierba y su belleza corno flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.»
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

Sal 95,1-2.3.10ac.11-12.13-14 R/. Nuestro Dios llega con poder

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18,12-14:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

II. Compartimos la Palabra

Todos los hombres verán la gloria de Dios

¡Con qué delicada belleza la palabra del oráculo profético se hace en este texto consuelo y esperanza! Cuando a los hombres les sobra dolor y destierro, cada vocablo de esperanza es una experiencia de energía para seguir siendo fiel a la alianza, aunque se multipliquen las dificultades del entorno. El exilio también fue ocasión de purificación para que el pueblo volviera sus ojos, de una vez por todas, a quien siempre fue su amparo y fuerza, el Dios de nuestros padres. Y este Dios encabezará la vuelta a la tierra de la promesa en el modo y manera que a Dios agrada: la Palabra será la energía necesaria para el camino de la vida, los hombres limpiarán su corazón para con nuevos ojos ver la gloria de Dios que se va trazando en la vida de sus hijos. Porque Dios no sabe, ni quiere, abandonar a su pueblo, siempre está con el tesoro de su corazón, su poder que es cariño y cercanía es el que opera la salvación de sus hijos. Porque Dios consuela a su pueblo y se muestra sensible al sufrimiento de sus hijos, pues no en balde es el que nos anima y enseña que vivir es volver siempre a su amorosa ley, y caminar por este mundo es dar a nuestros días su luz y consuelo.

Nuestro Padre no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños

Nunca se ponderará en suficiente grado el hecho de que en el evangelio no se aplique el dictado de una cuenta de resultados, ni la contundencia de una mayoría a la búlgara -99 por 100-; si esto se hiciera, con seguridad ninguno de los mortales pasaríamos de la primera eliminatoria. Ni nunca se valorará el aceptar de manos del Maestro el bendito complejo de ser oveja perdida de su rebaño; gracias a este complejo, siempre seremos buscados, y encontrados, por aquél pastor que por todos nosotros acredita el mejor interés: el de la salvación, y el de hacernos capaces del amor de Dios. Somos humanidad a buscar, bendecir, abrazar, perdonar y salvar. Todo gracias al todo Padre que en su Hijo se nos ha dado, y sigue dándose, en plenitud; y lo hace como Amor y Ternura que hacen fiesta siempre que uno de sus hijos, pecadores, se vuelva a él y se sienta alimentado por el que prefiere misericordia a sacrificios, un corazón limpio y honesto a una colección de insulsos ritos. Hermosa manera de rescatarnos, de reincorporarnos al redil cuya puerta es el mismo Jesús de Nazaret quien nos dice como nadie sabe hacerlo que todos le importamos mucho a nuestro Dios. ¿No le vamos a importar si gracias a Jesús evidenciamos que Él nos tiene como hijos suyos?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)