Viene a ser parte de la humanidad

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

17 Diciembre

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Génesis 49, 2.8-10: “No se apartará de Judá el cetro”, Salmo 71: “Ven, Señor, Rey de justicia y de paz”, Mateo 1,1-17: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David”

¿Nos han cansado las largas listas de nombres desconocidos y difíciles para nuestra mentalidad? ¿Qué pretende San Mateo componiendo una larga lista de descendientes de Abraham hasta llegar a José, esposo de María, de la cual nación Jesús llamado Cristo? Nada lo hace al azar o inconscientemente, tiene un claro objetivo que hoy nos puede ayudar en nuestra preparación para la Navidad.

Ya el número de personajes nos dice algo: tres secciones de catorce nombres cada una, indica que el Mesías no llega por casualidad sino que está en el plan de salvación de Dios Padre. Pero al iniciar su larga lista con Abraham e incluir en su lista a David, nos está diciendo que la promesa que Dios hizo desde antiguo no ha quedado en el olvido, que Dios cumple su promesa y que ha acompañado a su pueblo a lo largo de toda la historia, aun cuando el pueblo no fuera consciente de ello. Dios siempre fiel, ahora cumple la promesa hecha los antiguos. Además en la lista incluye nombres de mujeres, de extranjeros y de algunos personajes que no son precisamente unos santos.

En la genealogía del Mesías encontramos toda la realidad de la humanidad y también se insinúa ya que su salvación será para todos. No puede encerrarse en unos cuantos. Cambiemos los nombres, incluyamos los nombres de las personas que conocemos, los buenos y los que juzgamos no tan buenos, las mujeres y los discriminados, los extranjeros y los despreciados… para todos viene el Mesías y de todos va a formar parte. Entra verdaderamente en la generación de humanos muy concretos. Asume carne y hueso de personas reales con cualidades y defectos, con historia de alegrías, de sufrimientos y de dolor. Viene a ser parte de la humanidad. Esto nos ayuda a preparar nuestro corazón: Jesús viene a ser uno nuestro, viene a asumir mi historia y viene a ofrecerme salvación.

No soy para Él uno más, un número, o un pecador irredento, soy persona a la que viene ofrecer salvación y liberación integral. Dispongámonos así pues a recibir a quien viene precisamente para cada uno de nosotros.