de Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
La Navidad ya está muy cerca, han iniciado las Posadas.
Navidad quiere decir Nacimiento. Las Posadas son la novena de preparación a dicho Nacimiento. Sin embargo estas palabras han cambiado de significado para muchos. Es buena la convivencia entre familiares y amigos; pero si el centro de la fiesta deja de ser Cristo Jesús, entonces las Posadas y la Navidad pierden lo que debe dar sentido.
Por otro lado, para muchos las experiencias que tengan de aflicción –por ejemplo la pérdida de un ser querido o problemas de salud o de tipo económico-, se convierten en algo intolerable y por eso consideran que no pueden celebrar así la Navidad. Sin embargo la auténtica Navidad es Jesús que, sin dejar de ser Dios, baja para hacerse hombre, naciendo de María en Belén en condiciones de rechazo y de pobreza, signos que anuncian la futura muerte en cruz.
De modo que pretender una Navidad acaramelada, es dejar a un lado la auténtica Navidad que da sentido a la humanidad.
No estoy en contra de convivir, cenar, festejar, intercambiar regalos, pero que todo eso sea una manifestación externa de un corazón que quiere tener a Jesús en el centro de la Fiesta; así entremos a este santo intercambio: Dios que se hace Hombre para que nosotros seamos hijos de Dios.
Invito a usted a contemplar la escena del nacimiento tradicional: a Jesús en el pesebre y sobre las pajas, junto a Él están María y José, también los pastores ofreciendo sus dones, igual que los magos de oriente. Ahí estemos nosotros, hechos niños, adorando al Niño Dios, con el anhelo de que nos llene el corazón de paz y fraternidad. Será bueno dejar unos minutos de contemplación silenciosa, luego compartir los pensamientos y sentimientos en voz alta, escuchando y dejándonos conmover con lo que otros compartan, especialmente los niños.
A los adultos nos toca retomar aquellos valores arraigados en la infancia, de modo que las nuevas generaciones celebren una Navidad auténticamente cristiana.