Vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo (cfr. Mt 2,1-12)

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

La epifanía del Señor

“Las tinieblas cubren la tierra y espesa nube envuelve a los pueblos”[1]. Estas palabras escritas por el profeta Isaías en el siglo VIII a.C. son, sin duda, actuales. El egoísmo, el relativismo, el individualismo, el materialismo, la inequidad, la injusticia, la pobreza, la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la violencia, la indiferencia y la muerte oscurecen nuestros días. “Pero sobre ti –continua Isaías– resplandece el Señor” ¡También esto es actual! En Jesús, Dios se hace uno de nosotros para liberarnos, ayudarnos y salvarnos[2].

Jesús nace en Belén para rescatarnos del pecado, que provoca todos los males, comunicarnos su Espíritu, convocarnos en su Iglesia y hacernos hijos de Dios, partícipes de su vida plena y eterna ¡Él viene para todos!, como recuerda san Pablo[3]. Sólo hace falta que lo recibamos. Para ayudarnos, nos envía muchas señales, a fin de que libremente lo encontremos.

Así lo hizo con los magos de Oriente, científicos de su época, no hechiceros, a los condujo a través de un fenómeno astronómico que fueron capaces de interpretar con ayuda de las profecía que habían escuchado de los judíos de Babilonia acerca de la estrella que indicaría la llegada del Salvador[4]. Supieron unir la fe y la razón, que, como decía san Juan Pablo II, “son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”[5]. Esa verdad que, en definitiva, es Dios, autor de cuanto existe.

San Juan Crisóstomo comenta que, como hizo con aquellos magos, Dios llama a través de personas, situaciones y cosas que nos son familiares[6]. Pero necesitamos poner de nuestra parte para entenderlo. No vayamos a ser como el joven que buscaba dónde estacionarse y que al no hallarlo, rezó: “Dios, si me ayudas a encontrar lugar, te prometo ser mejor”. Al instante un vehículo dejó libre un espacio. El muchacho se estacionó y exclamó: “Olvídalo Dios; ya lo encontré”.

Los Magos vieron la estrella, entendieron que era la señal y se pusieron en marcha, sin dejarse intimidar por los que los tildarían de “soñadores”[7]. Y aunque por el camino perdieron de vista la estrella, no se desanimaron ni dieron marcha atrás, sino que supieron pedir ayuda. Así, los eruditos, convocados por Herodes, a la luz de la Palabra de Dios, señalaron el lugar del nacimiento del Salvador: Belén[8]. Ahí encontraron a Jesús. Y reconociéndole Salvador de la humanidad, le adoraron y le obsequiaron oro como rey, incienso como Dios y mirra para embalsamar, anunciando que daría la vida por la salvación de todos[9].

“La luz divina que… guió los pasos de los… magos, brilla para nosotros hoy –comenta el Papa Francisco– deberíamos apresurarnos para recibir la gracia que Él nos ofrece”[10]. No nos resignemos a vivir bajo la pálida luz del egoísmo, el relativismo, el individualismo y el materialismo ¡Hay algo más! ¡Decidámonos a alcanzarlo! Y si por las tormentas de la vida perdemos de vista la señal que nos conduce a Dios, no nos demos por vencidos.

Pidamos ayuda a nuestra Iglesia para que, con la Palabra de Dios, los sacramentos –sobre todo la Eucaristía– la oración y el amor al prójimo, encontremos a Jesús, que nos enseña cómo alcanzar la paz y un desarrollo integral para todos, y cómo hacer la vida plena y eterna. ¡Y por favor!, no volvamos a los “Herodes”, que fingiéndose “humanos”, “abiertos” y “tolerantes”, en realidad pretenden destruir la verdad que nos salva. Como los magos, cambiando de ruta nuestra vida, volvamos a casa y a nuestros ambientes, comunicando a todos el amor, la paz y la felicidad que sólo Jesús puede dar.


[1] Cfr. 1ª Lectura: Is 60,1-6.

[2] Cfr. Sal 71.

[3] Cfr. 2ª Lectura: Ef 3,2-3.5-6.

[4] Cfr. Nm 24,17: “Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel”.

[5] Fides et ratio, n.1.

[6] Cfr. Sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía VI.

[7] BENEDICTO XVI, Discurso en la vigilia con los jóvenes, XX Jornada Mundial de la Juventud, Colonia, 20 de agosto de 2005.

[8] Cfr. Mi 5,1 y 2 Sam 5,2.

[9] SAN AGUSTÍN, in sermonibus de Epiphania.

[10] Ángelus, 5 de enero de 2014.

Noticia: 
Local