de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM
II DOMINGO ORDINARIO CICLO B
Hemos encontrado al Mesías (cfr. Jn 1, 35-42)
Dos discípulos conversaban con el Bautista, esperando que ese hombre de Dios los condujera a Aquel que hace la vida plena y eterna ¡Y así sucedió! Cuando Jesús pasó, Juan declaró: “Este es el Cordero de Dios”. Así afirmaba que el Hijo de Dios, que amando hasta dar la vida en la Cruz, es el verdadero Cordero del éxodo que libera a la humanidad de la tiranía del pecado y la conduce a la tierra prometida: la unión con Dios, que hace la vida dichosa por siempre.
Entonces, ambos hombres siguieron a Jesús, quien para ayudarlos a tomar conciencia del porqué de su decisión, les preguntó: “¿Qué buscan?”. También nos hace esta pregunta a nosotros, que en este mundo estupendo y dramático, buscamos al verdadero Dios, capaz de liberarnos de la esclavitud del pecado, el mal y la muerte, y de llevarnos a la verdad, el amor, la justicia, la libertad, el desarrollo, la paz y la vida.
Con esta convicción, los discípulos respondieron a Jesús: “Maestro, ¿dónde vives?”, a lo que el Señor les dijo: “Vengan a ver”, invitándolos a estar unidos a Él. También a nosotros nos invita a encontrarlo donde vive: su Iglesia, su Palabra, sus sacramentos –sobre todo la Eucaristía–, la oración y el prójimo.
Dios, que quiere que seamos realmente felices, nos llama de muchas maneras a encontrarlo. Como Samuel, respondámosle: “Habla Señor, que tu siervo escucha”[1]. En su Hijo, encarnado por obra del Espíritu Santo de la Virgen María y nacido en Belén, Dios ha bajado a nosotros para llevarnos a Él, como señala san Juan Crisóstomo[2]. Sólo espera que le digamos con la totalidad de nuestro ser, incluido nuestro cuerpo[3]: “Aquí estoy”[4], dispuestos a vivir como Él nos enseña para alcanzar lo que nos ofrece.
Lo que experimentaron los discípulos fue tan grande, que compartieron con los suyos esta alegría. Andrés le dice a su hermano Simón: “Hemos encontrado al Mesías”. Quien “ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida –comenta el Papa–, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?” [5].
Como Andrés, vayamos a los nuestros; a nuestro matrimonio, a nuestra familia, a nuestro noviazgo, a nuestros ambientes de amigos, de vecinos, de estudio, de trabajo y con la gente más necesitada. Y procurando ser comprensivos, justos, fieles, honrados, serviciales, dispuestos a perdonar y a pedir perdón, testimoniemos que hemos encontrado al Mesías, invitando a todos a encontrarlo también ¡Vale la pena!
[1] Cfr.1ª Lectura: 1 Sam 3, 3b-10.19.
[2] Cfr. In Ioannem, hom. 17.
[3] Cfr. 2ª Lectura: 1Cor 6, 13c-15a.17-20.
[4] Cfr. Sal 39.
[5] Evangelii gaudium, 9.