En la pequeñez de nuestras casas: ahí es donde se tiene que predicar y vivir el Evangelio

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

24 enero

San Francisco de Sales

AUDIO

Hebreos 9,2-3.11-14: “Con su propia sangre, Cristo ha entrado en el santuario una vez para siempre”, Salmo 46: “Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono”, San Marcos 3,20-21: “Sus parientes decían que se había vuelto loco”

Cada verso del evangelio tiene una profunda enseñanza para cada uno de nosotros. Hoy solamente escuchamos dos versículos pero con grandes enseñanzas. Jesús baja de la montaña donde había estado en una profunda oración y cercanía con Dios, y entra en una casa. ¿Dos lugares distintos? Si pero muy relacionados.

Desde la experiencia de Dios su Padre, Jesús pasa a la intimidad que ofrece la pequeñez y estrechez de una casa. Ahí es donde se tiene que predicar y vivir el evangelio, ahí es donde se inicia con la expulsión de los demonios de la mentira y de la injusticia, ahí es donde se puede vivir plenamente la comunidad.

Nuestras casas ahora, la mayoría pequeñitas, también tendrían que ser expresión de amor de Dios. También tendrían que ser escuelas de honradez y de justicia. También tendrían que ser un compartir de Buena Nueva y escucha de necesidades. ¡Qué frías son a veces nuestras casas! Y no me refiero al frío que nos han traído los diferentes temporales, sino al frío del alma, al frío de la indiferencia, al frío de la ausencia de tiempo y de disposición. ¡Cómo duele un desprecio de las personas que amamos y están más cercanas a nosotros! ¡Cómo les duele a ellas también nuestras ingratitudes e indiferencias!

Jesús entra en una casa y la transforma, y hoy le pedimos que entre en nuestras casas y las transforme en hogares de amor, de comprensión y de armonía. El segundo verso de este pasaje nos parecería desconcertante a primera vista: sus parientes se deslindan de Él y lo llaman loco. Pero si lo pensamos bien veremos que tendrían sus razones y que en la actualidad sucede lo mismo.

Llaman a Jesús loco porque ofrece y promete un mundo de amor. Afirman que no es posible y quieren quitarlo de en medio. Lo llaman loco porque ofrece el perdón y dice que es el único modo de superar la violencia. Lo llaman loco porque exige el verdadero amor que es fiel, constante y para siempre. Lo llaman loco porque prefiere a los pobres, mientras los grandes los miran con desprecio, los consideran un retraso y los rechazan. Lo llaman loco porque vive y predica un evangelio donde todos somos importantes, donde todos valemos lo mismo, donde todos somos hijos de Dios. Y al llamarlo loco, se apartan de Él y justifican su rechazo para no seguirlo y poder continuar un camino de egoísmo, de materialismo y de injusticia. ¿Y nosotros lo dejamos entrar en nuestra casa? ¿O nosotros también lo llamamos loco y nos apartamos de Él?