Lecturas del martes, cuarta semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2015-02-03

I. Contemplamos la Palabra

Primera lectura: Hebreos 12, 1 – 4

“Hermanos: Una nube ingente de espectadores nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en que inició y completa nuestra fe: Jesús, que renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del Padre. Recordad al que soportó lo oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.”

Sal 21,26b-27.28.30.31-32 R/. Te alabarán, Señor, los que te buscan

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R/.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R/.

Evangelio: San Marcos 5, 21 – 43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: - Mi niña está en las últimas, ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, se había puesto peor.

Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.

Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de gente, preguntando: - ¿Quién me ha tocado el manto?

Los discípulos le contestaron: - Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “Quién me ha tocado?”. El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido.

La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.

El le dijo: - Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud...”

II. Compartimos la Palabra

Fijemos los ojos en quien inicia y completa nuestra fe

En el capítulo precedente a nuestro texto, el autor de la Carta a los Hebreos nos ofrece un ramillete de personajes que vivieron por y para la fe; una vez cerrada tal relación de relevantes creyentes, de entre todos ellos destaca con propio esplendor el Mesías Jesús. Asimismo, recomienda que los creyentes haremos bien en seguir el ejemplo de nuestros padres en la fe, pero sobre todo que nunca perdamos de nuestro horizonte vital al que completa y da plenitud a nuestra fe, Jesús de Nazaret, quien pasó por el inhumano filtro de una cruz liberadora y solidaria y, por ello, está ahora glorificado a la diestra del trono de Dios. Cristo es la referencia obligada de nuestro caminar en la fe, y sin apartar nuestros ojos de su luz y testimonio, debemos proseguir nuestro caminar siguiendo sus huellas al conjuro de su Palabra. Las dificultades que cada uno encuentra en su itinerario vital las tenemos que procesar, y superar, a la luz de la generosidad salvadora del Señor Jesús, el Alfa y la Omega de nuestra creencia.

No temas, basta que tengas fe

Dos signos salvadores nos ofrece esta página evangélica; y dos mujeres cercenadas en vida y dignidad. Una de ellas, con una docena de años a cuestas con su personal dolencia, se ha quedado sin recursos intentando su salud y ahora se ve al margen de la vida de la comunidad por mor de su impureza e indigencia. La otra mujer, hija de Jairo, ha vivido también doce años y ha sido vencida por la muerte. Una, arrojada de la vida social; otra, presa de una temprana muerte. En uno y otro caso, dos perfiles de fe que no pasan desapercibidos para el Maestro; una, saltándose las prescripciones de limpieza ritual sale al encuentro de Jesús y le toca el mando; entretanto la hija de Jairo fallece, no obstante para Jesús duerme. Jesús traduce el gesto de la mujer primera como una hermosa expresión de fe, de impresionante confianza que la empuja hacia la salud del Señor de la vida; de la segunda, nos queda un adelanto de su propia resurrección en pro de toda la humanidad. Ambas mujeres retornan a su vida normal, liberada de las imposiciones inhumanas de la ley, una; y otra retomando el camino de la vida. Es verdad que no nos sentimos cómodos ante el misterio del mal (enfermedad) y de la muerte, pero Jesús de Nazaret nos ha dicho que nuestro Dios es de vivos, no de muertos, porque para él todos estamos vivos, y ese icono de la mano de la hija de Jairo entre las manos del Maestro es signo de la acción de nuestro Padre Dios dispuesto siempre a salvarnos de la destrucción. ¡Ánimo, hermanos, basta que tengamos fe!, nos lo recomienda el Maestro.

  • Somos seguidores de Jesús de Nazaret por la gracia de Dios, pero ¿se nota nuestra condición creyente en nuestro esfuerzo por ayudar a los demás a vivir con dignidad y alegría, por la confianza que desarrollamos superando las dificultades de la vida?
  • ¿Cómo es nuestra comunicación personal con el Dios Padre de la vida y la superación? ¿confiada? ¿ocasional? ¿filial? ¿de silencio contemplativo? ¿de exposición de motivos y quejas? ¿siempre sincera?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)