Violencia sólo engendra violencia

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

16 Febrero

AUDIO

Génesis 4,1-15.25: “Caín se lanzó contra su hermano y lo mató”, Salmo 49 “Te ofreceremos, Señor, sacrificios de alabanza”, San Marcos 8,11-13: “¿Por qué esta gente busca una señal?”

¿De dónde brota la violencia? ¿Por qué los asesinatos, los secuestros, los odios? ¿Por qué hay injusticias y violaciones? Son preguntas que se han hecho los hombres de todos los tiempos pero que sobre todo ahora nos tocan directamente al contemplar tanta violencia y tantos asesinatos.

El relato de Caín y Abel busca encontrar al mismo tiempo una respuesta e intenta dar una solución. Caín y Abel eran hermanos, ya lo sabemos, pero el texto insiste constantemente y hasta siete veces lo repite para que no se nos olvide. Pero la hermandad está también marcada por la diferencia: uno mayor, otro menor; uno pastor y otro campesino; uno que ofrece los frutos del campo y otro que ofrece las primicias de sus rebaños. Son hermanos pero son distintos.

Cuando Caín se da cuenta que su hermano es distinto, sobre todo delante del Señor, se ofende y anda con el corazón abatido. ¿Cómo puede el otro ser mejor que él? La diferencia que hay entre ellos provoca su enojo y se olvida que son hermanos. El primer crimen de la humanidad se ejecuta por no aceptar las diferencias. Puede más el orgullo propio y la ambición que la realidad de que son hermanos. Es más cuando Dios le pregunta dónde está su hermano, la respuesta torpe y agria nos manifiesta que no se considera hermano, no es su guardián. Ha roto la fraternidad y ha matado a su hermano.

Es la misma realidad actual: la ambición, la diferencia de pensamientos, la distinción entre las razas y las personas, han desatado una escalada de violencia. Nos hemos olvidado que todos somos hermanos y no aceptamos su cuidado y su custodia. Nos rebelamos contra la hermandad porque somos diferentes. Pero de ahí brota la gran riqueza: son diferentes pero tienen la misma sangre y la misma dignidad. Al mismo tiempo este pasaje nos enseña que la violencia no se termina con más violencia.

Hay que romper la espiral de la violencia respetando la vida y la dignidad de cada persona. Eso significa la señal que lleva Caín para que nadie lo mate. Violencia sólo engendra violencia, tenemos que detener esa espiral.