Donde no hay misericordia, no hay justicia, dijo el Papa

2015-03-23 Radio Vaticana
(RV).- Donde no hay misericordia, no hay justicia, y tantas veces hoy el Pueblo de Dios sufre un juicio sin misericordia. Lo recordó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Los rígidos tienen una doble vida

Al comentar las lecturas del día, y refiriéndose a otro pasaje evangélico, el Papa Bergoglio habló de las tres mujeres y los tres jueces: una mujer inocente, Susana; una pecadora, la adúltera, y una pobre viuda necesitada. Y explicó que las tres, según algunos Padres de la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia Santa, la Iglesia pecadora y la Iglesia necesitada”.

“Los tres jueces son malos y corruptos – observó Francisco –. Y añadió que, ante todo, está el juicio de los escribas y de los fariseos que llevan a la adúltera ante Jesús. “Tenían dentro del corazón la corrupción de la rigidez”. Se sentían puros porque observaban la ley. “La ley dice esto, y se debe hacer esto”:

“Pero estos no eran santos, eran corruptos, corruptos porque una rigidez de ese tipo sólo puede ir adelante en una doble vida y estos que condenaban a estas mujeres, después iban a buscarlas, por detrás, a escondidas, para divertirse un poco. Los rígidos son – uso el adjetivo que Jesús les daba a ellos – hipócritas: tienen doble vida. Aquellos que juzgan, pensemos en la Iglesia – las tres mujeres son figuras alegóricas de la Iglesia – aquellos que juzgan la Iglesia con rigidez, tienen doble vida. Con la rigidez ni siquiera se puede respirar”.

El Pueblo de Dios tantas veces no encuentra la misericordia

Después están los dos jueces ancianos que chantajean a una mujer, Susana, para que se conceda, pero ella resiste: “Eran jueces viciosos – subrayó el Papa – porque tenían la corrupción del vicio, en este caso la lujuria. Y se dice que cuando está este vicio de la lujuria con los años se vuelve más feroz, más malo”. En fin, está el juez interpelado por la pobre viuda. Este juez “no temía a Dios y no se preocupaba por los demás: no le importaba nada, sólo le daba importancia a sí mismo”: Era “un especulador, un juez que con su profesión de juzgar hacía negocios”. Estaba corrupto por el dinero y el prestigio”. Estos jueces – dijo el Papa – el especulador, los viciosos y los rígidos, “no conocían una palabra, no conocían lo que era la misericordia”:

“La corrupción los llevaba lejos de entender la misericordia, el ser misericordiosos. Y la Biblia nos dice que en la misericordia está precisamente el justo juicio. Y las tres mujeres – la santa, la pecadora y la necesitada, figuras alegóricas de la Iglesia – sufren de esta falta de misericordia. También hoy, el Pueblo de Dios, cuando encuentra a estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, sea civil, o eclesiástico. Y donde no hay misericordia, no hay justicia. Cuando el Pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuántas veces, cuántas veces encuentra a alguno de estos”.

Una de las palabras más bellas del Evangelio: “Tampoco yo te condeno”

Encuentra a los viciosos que “son capaces de tratar de explotarlos”, y éste “es uno de los pecados más graves”; encuentra a “los especuladores” que “no dan oxígeno a aquella alma, no dan esperanza”; y encuentra “a los rígidos que castigan en los penitentes aquello que esconden en su alma”. “Esto – dijo el Papa – se llama falta de misericordia”. Y concluyó diciendo:

“Sólo querría decir una de las palabras más bellas del Evangelio que a mí me conmueve tanto: ‘¿Ninguno te ha condenado?’ – ‘No, ninguno, Señor’ – ‘Tampoco yo te condeno’. No te condeno: una de las palabras más bellas porque está llena de misericordia”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).