Lecturas del sábado, segunda semana de Pascua, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-04-18

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: - «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía, Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.

Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: - «Soy yo, no temáis.» Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

II. Compartimos la Palabra

A medida que avanza Pascua, cambia también la comunidad de los discípulos y primeros cristianos. Son pocos los días que Jesús va a estar con ellos, y no siempre sino sólo en momentos puntuales, y el cambio va a ser perceptible por todos. Es cierto que avanzan con dudas, a veces con dificultades, pero avanzan. La clave del éxito tampoco entonces estuvo en las meras palabras, sino en los gestos y en la vida. En medio de claroscuros, se impone el diálogo, la apertura, el encuentro, la coherencia y la cercanía fraternal. Hoy reflexionamos sobre la responsabilidad comunitaria en Jerusalén. Y, en el párrafo evangélico, en la coexistencia de miedo y fe en los discípulos y en nosotros, imponiéndose la fe.

Una comunidad cristiana

Todavía recordamos con agrado y cierta envidia la utópica descripción que hizo San Lucas de la comunidad de Jerusalén. Como contrapunto, no como negación, hoy se nos habla de una de las primeras dificultades, no la única ni, quizá, la más grave. Surge en una comunidad, toda ella de judíos de raza, pero de cultura y lengua diferentes. Los de lengua griega protestan y se quejan de que sus viudas son “menos viudas” que las otras, y no son atendidas como ellos piensan que deberían serlo.

Los apóstoles dialogan con la comunidad y entre todos llegan al acuerdo de elegir a siete varones ejemplares para que lleven a cabo el servicio de la administración. La comunidad elige, los apóstoles les imponen las manos y todos quedan contentos. Este es el modelo de comunidad eclesial que trató de rescatar el Concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia como Pueblo de Dios (LG, 2). Allí y aquí prevalece el diálogo, la corresponsabilidad y la misión profética, pastoral y sacerdotal, llevado a cabo por sus miembros, cada uno según la encomienda recibida.

Miedo y Fe

“Cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago, se asustaron”. Los discípulos tenían motivos para conocer a Jesús de día y de noche, de cerca y de lejos. Pero el hecho innegable es que sintieron miedo. ¿Por qué? De entrada, porque el miedo forma parte de la vida del hombre a nivel íntimo, personal, familiar, profesional, económico, político, de salud… a todos los niveles.

Pero, es que los discípulos creían en Jesús, por eso le seguían. Bueno, pues, incluso así sintieron miedo y se asustaron. Porque, mal que nos pese, humanamente hablando, la fe no nos libera de ninguna incertidumbre, de ninguna inseguridad, ni de ningún riesgo. Los discípulos, como nosotros los creyentes y seguidores actuales de Jesús, nos hallamos, humanamente hablando, tan a la intemperie como los demás, como todo el mundo.

Esto es verdad, pero no toda la verdad. Porque precisamente una de las funciones de la fe es intentar liberarnos del miedo. “No temáis. Soy yo. Ánimo”. Esto sólo lo puede decir Jesús, sólo lo puede decir Dios. No son palabras humanas, sino divinas, con todo el valor que tiene la deidad. No hablo de entusiasmos o corazonadas, sino de una fe profunda. “No temamos” si Dios lo es para nosotros. “No temamos” si nos fiamos más de Dios que de la barca, los remos y la pericia de los remeros. “No temamos” si confiamos en él, aunque no lo entendamos. “No temamos”, aunque, como humanos, sintamos soledad, enfermedad, vejez, carencias de todo tipo; incluso aunque nos sintamos pecadores, porque la última palabra no la va a tener ni siquiera la muerte, sino él, y su Palabra siempre es de Padre, de perdón, de compasión y de misericordia. Por eso, les dijo y nos dice: “No temas, soy yo”.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino