de Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
El II Domingo de Pascua celebramos en toda la Iglesia la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por San Juan Pablo II en el jubileo del año 2000.
La misericordia es la práctica que distingue el caminar de la Iglesia a lo largo de los siglos. En más de 250 ocasiones se hace mención de ella en la Sagrada Escritura, por lo que la vivencia de esta virtud, debe ser un signo que caracterice la vida todo fiel cristiano.
Las obras de misericordia, “son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios” (Cfr. Catecismo de la Iglesia 2447).
Y para que esta virtud sea reflexionada, profundizada y vivida especialmente en todo el mundo, ha sido convocado por el Papa Francisco, la celebración de un Jubileo, mismo que iniciará el 8 de diciembre de este año y culminará en la solemnidad de Cristo Rey en el 2016.
El sábado por la tarde, en el Vaticano, el Santo Padre entregó a representantes de los cinco continentes una copia de la bula de convocación, invitando a los miembros de la Iglesia, sin excepción, a vivir este Año Santo Extraordinario.
Más adelante daremos a conocer las actividades que realizaremos en nuestra Arquidiócesis con este propósito.
Con gozo les comparto que mucho nos favorecerá la celebración del VI Congreso Eucarístico Nacional que tendrá como sede nuestra ciudad, mismo que se llevará a cabo del 9 al 13 de septiembre en CINTERMEX, para que el Año Jubilar se viva con intensidad, teniendo como centro a Jesucristo, quien en todo momento nos manifiesta su infinita misericordia.
Finalmente, hago un llamado a toda la comunidad para que, una vez finalizado el período vacacional de Semana Santa y Pascua, nos dispongamos a retomar las actividades escolares y laborales con entusiasmo y dedicación. Por todos ofrezco mi oración y les imparto mi bendición.