La mundanidad y el Espíritu

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

16 Abril

AUDIO

Hechos 5,27-33: “Nosotros somos testigos de todo esto, y lo es el Espíritu Santo”, Salmo 33: “Has la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya”, Juan 3,31-36: “El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos”

San Juan aprovecha el diálogo con Nicodemo para asegurar, a quienes aún dudaban, la gran diferencia que existe entre Jesús y Juan el Bautista y todos los profetas. Las obras que realizó el Bautista habían suscitado la conversión de muchos de sus seguidores y había despertado las esperanzas en un pueblo que estaba sin esperanzas. Sus discípulos se habían entusiasmado y cuando aparece Jesús es difícil para ellos comprender cuál es su verdadera misión.

En la enseñanza que nos ofrece el evangelio de San Juan podemos descubrir estas dificultades que aún vivían las primeras comunidades. Por eso la insistencia en presentar a Juan Bautista y su bautismo como un camino para llegar al verdadero bautismo de Jesús. En el diálogo que acabamos de escuchar coloca a Jesús como el verdadero testigo que habla en nombre de Dios quien le ha concedido su Espíritu y presenta su bautismo como el verdadero camino para acercarse a Jesús. Quizás ahora nosotros tendríamos que reflexionar y tratar de descubrir qué significa para nosotros la presencia de Jesús y cuáles son las consecuencias prácticas al sabernos bautizados.

El Papa Francisco gusta de presentar esa oposición entre dos mundos y dos criterios: la mundanidad y el espíritu. San Juan hace esa misma clara distinción de dos mundos diferentes: el que viene de lo alto y el que viene de la tierra. Esta verdad nos coloca en la necesidad de definirnos. Y no es que renunciemos a vivir y compartir las luchas de la humanidad por una vida mejor y más plena, al contrario a lo que se nos invita es a mirar qué criterios asumimos y cuáles son las bases de nuestra lucha.

Si ponemos criterios de poder, de dinero, de placer, seguiremos indudablemente amarrados a este mundo de la tierra; si por el contrario ponemos como base de nuestro actuar los mismos criterios de Jesús: la voluntad del Padre, la dignidad de hijos de Dios de cada una de las personas, la construcción de una sola familia, nos llevaran a manifestarnos como verdaderos discípulos de Jesús. Lo que no se vale es que nos digamos sus discípulos pero que a la hora de actuar y vivir nos rijamos con los criterios del mundo, es decir que vivamos como mundanos.