de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
21 Abril
San Anselmo
Hechos 7,51-8,1: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”, Salmo 30: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya”, San Juan 6,30-35: “No fue Moisés, sino mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo”
Entre los signos que nos ofrece Jesús para que creamos en Él con frecuencia aparece el pan. Le gusta participar en los banquetes y comidas, sus ejemplos están relacionados frecuentemente también con la participación en las comidas. La particularidad de estas comidas es que se abren a todas las personas sin importar si son muy buenas o decentes conforme a las normas de su tiempo. Pero hay un signo que va más allá: Él mismo se presenta como el pan y se ofrece como el pan. Con todo lo que implica ser pan: formado de numerosas espigas, recogidas en el campo, maduradas con el tiempo, fragmentadas y trituradas, cocidas por el fuego y finalmente formadas en unidad. Signos que hablan de un proceso doloroso y transformante, pero de un proceso que da vida.
Ya el pan, tan apreciado en las culturas mediterráneas, es en sí mismo todo un simbolismo del compartir, de un periodo de paz, de un tiempo de bonanza, y que termina en la mesa que une a la familia y a los amigos. Pero el hacerse pan de Jesús va mucho más allá del simple alimentar, del simple compartir, o de la simple unión de diferentes granos. Es un símbolo y señal del mismo Dios que se hace uno con nosotros, que comparte nuestra humanidad, que se deja triturar para asemejarse al hombre, y que al final se hace alimento que da vida. Hoy nos ofrece Jesús este signo como señal de su presencia y de su amor: pan que da vida.
Quizás en nuestras Eucaristías hemos reducido el pan a una pequeñita hostia casi imperceptible, pero la señal de Jesús no queda sólo en ese sentido del pan, sino que se hace pan para todos los momentos y todos los aspectos de la vida. En este mundo lleno de egoísmo y hambre, el signo de Jesús hecho pan, es una propuesta a sus discípulos sobre la forma en que puede superarse este círculo vicioso: sólo haciéndose pan para los demás, compartiendo, uniéndose a cada hombre y a cada mujer, lograremos superar el fantasma del hambre que amenaza a la humanidad.
Acerquémonos hoy a Jesús, contemplémoslo hecho pan. Recordemos todo el proceso que se ha requerido para que llegue a nuestras manos y recordemos también todo el proceso que ha seguido Jesús para hacerse alimento nuestro. ¿Cómo siento ese amor de Jesús que es capaz de dejarse comer por nosotros? ¿A qué me impulsa el contemplar este pan hecho de muchos granos? Hablemos con Jesús.