¡EL SEÑOR, NUNCA OLVIDA SUS PROMESAS! “LA PROMESA CUMPLIDA”

​Como en otro tiempo prometiera Jesús, junto al brocal del pozo de Jacob, un agua que saltará hasta la vida eterna y por lo tanto, superior a la que aquellos descendientes de Jacob bebían, en la Sinagoga de Cafarnaúm, promete dar un pan que dará una vida muy especial. Este pan que ha bajado del cielo para dar vida al mundo no es otro que el mismo Jesús. “Yo soy el pan de la vida”. Yo soy el pan vivo, si alguno come de este pan, vivirá para siempre y el pan que nos va a dar es su propia carne, y aunque muchos llenos de admiración y espanto discutían aquellas palabras, Jesús reitera sus propias afirmaciones condicionadas: “Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. Pero el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna. Ya que mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”. Duro es este lenguaje ¿Quién lo puede escuchar? Dijeron algunos, y desde ese día muchos dejaron de seguirlo. Se volvieron atrás y ya no andaban con El. Por eso también Jesús diría: “El que pone la mano en el arado y vuelve atrás, no es digno del Reino de los Cielos”. Jesús y su evangelio tienen sus exigencias y pregunta a los “doce”: ¿También ustedes quieren irse? Le respondió Simón Pedro: “Señor ¿A donde iremos? Solo Tú tienes palabra de vida eterna.
 
​Hoy la Iglesia Católica recuerda el cumplimiento de aquella promesa hecha en la Sinagoga de Cafarnaúm. Promesa que causó duros comentarios y cobardes deserciones causadas por el horror Cafarnaítico. Hoy recordamos aquella cena en la que se fundamenta en forma legal La Nueva Alianza y en la que Jesús hace realidad la promesa, y entrega a los hombres su regalo supremo: La Eucaristía. Durante aquella comida fraternal en la que asistía únicamente los doce y probablemente María, Jesús nos da aquello por lo que los hombres tienen ansias incoercibles e innatas: La supervivencia. Nadie niega que la muerte esté en perfecta consonancia con la constitución fisiológica de nuestro cuerpo, compuesto de células que se reproducen y mueren durante un lapso de tiempo limitado. Sin embargo la muerte es algo contrario a nuestra naturaleza psíquica. El hombre quiere vivir y vivir. Jesús le promete cumplir ese deseo innato con una forma de vida mucho mejor que la que el hombre desea que es a nivel temporal. Es una vida que supera todo deseo humano. Pero como es una vida mejor, también requiere unas condiciones muy especiales, estas son: Comer su carne escondida en un pan y beber su sangre escondida bajo el color y el sabor del jugo de la uva. La Eucaristía es pan milagroso que esconde el cuerpo y la sangre de Jesús, como alimento substancioso y rico en energías vivificantes a grado tal que el hombre que los coma no morirá para siempre. Este pan nuevo y misterioso que alimenta para la inmortalidad, supera en mucho el pan comido por los Israelitas en el desierto, ya que tenía una finalidad terrena. Este pan de la nueva economía, posee una calidad y un destino de eternidad.
 
​La Eucaristía es el Sacramento central del catolicismo porque gracias a ella tenemos la milagrosa presencia de Cristo glorificado y elevado sobre todo dolor. En ella Jesús está presente, con una presencia actual, sensible, física y real. El pan y el vino no son meros símbolos como muchos quieren y afirman; sino realmente son el cuerpo y la sangre de Jesucristo. La palabra de Jesús es Omnipotente y eficaz, y eso hace que aquel regalo de despedida sea verdaderamente lo que había prometido, su cuerpo y su sangre como don de salud. Si creemos al médico que nos receta pastillas, grageas o cápsulas y las tomamos con tanta seguridad y puntualidad, confiados en la palabra de un hombre que lo respaldan los conocimientos y que sin embargo puede equivocarse ¿Por qué no creer en Jesús que nos afirma que bajo ese pan con sabor a oblea hay una vitamina maravillosa que da salud y vida para siempre? Si compramos medicinas a un precio alarmante con tal de conservar la vida temporal lo mas que se pueda. ¿Por qué no acercarnos a que nos den ese alimento que económicamente no cuesta nada y que es prenda de eterna salud? La Samaritana pidió de aquella agua y se la dio, algunos de los del auditorio en la Sinagoga de Cafarnaúm también pidieron de ese pan y Jesús les contestó: Yo soy ese pan. Pero muchos ofuscados por el materialismo y seguros de que la ciencia todo lo explica, conciben las realidades sobrenaturales como algo mitológico y sin peso; se aferran totalmente a todo aquello que tiene esperanza terrena y viven en una cerrazón a lo teologal y trascendente, que viviendo en un mundo consciente, de su extensión planetaria, donde reina un optimismo natural, nacido del progreso de la ciencia y del poder que lo hace creer que el hombre es dios, hay una fe ciega en los triunfos humanos. Pero viene una pregunta: ¿Si creemos a los hombres, por que no creer a Dios? ¿Quién tiene más garantías de inerrancia, Dios o el hombre? Entonces si Jesús afirma que ese pan es su cuerpo y el vino su sangre, no nos queda otra cosa que decir: Amen. Así es. Creo. La Eucaristía, pan misterioso ofrecido por Jesús en la última cena, es el manjar de su cuerpo y de su sangre, que declara que la muerte del Divino Redentor es salvífica y eficaz para quien lo comulga. No olvide que en la Eucaristía el sacrificio redentor de Jesús, se actualiza como alimento, por eso la sagrada comunión, es un constitutivo esencial de este sacramento. La Celebración Eucarística es la cena de la Nueva Pascua Cristiana. Como invitado de honor, no deje de participar en ella. No nos queda otra cosa que decir: EL SEÑOR LO HA DICHO, ASI ES.

​Hoy también la Iglesia conmemora la Primer Ordenación Sacerdotal y el mandamiento nuevo de amar al prójimo, no como nosotros mismos, sino como Jesús nos ha amado. Aquellos doce seleccionados y preparados por Jesús, por espacio de tres años, fueron ordenados sacerdotes aquella tarde de aquél Primer Jueves Santo, por el mismo Jesús. Después de haber pronunciado las palabras consacratorias, Jesús dice: “HAGAN ESTO EN  MEMORIA MIA” Estas palabras son un legado, mandato y transmisión de poder. Desde entonces y hasta el final de los tiempos se repetirá lo que Jesús hizo en aquella Cena Pascual. A esta presencia Eucarística se refería Jesús cuando aseguró: “Yo estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos”. Cristo ha regalado esta presencia real en las especies Sacramentales a su Iglesia y ha dejado a ella el cuerpo de su administración. Jesús, gracias al poder del Sacerdocio Ministerial siempre estará entre nosotros. Esto es fuente de fortaleza espiritual para los hombres de fe. Esta, es indispensable, esencialmente necesaria para aceptar que el sacrificio Eucarístico, renueva sobre el altar lo que Jesús hizo en la Cena Pascual y en el calvario. Sin fe, esto no tiene sentido ni mayor importancia. En el mundo de la ciencia y del poder, es difícil que la fe y el amor conserven su primacía. La excesiva complejidad del mundo moderno lejos de resolver los intereses humanos, multiplica los casos en los que la perplejidad, llena de tribulación y angustia. Este día es una buena ocasión para meditar e imitar a Jesús y sus obras.
 
​Este misterio es, la verdadera riqueza de su Iglesia, el contenido de su Divino Salvador, la continua renovación de la bendición de Dios sobre la humanidad. Tome esta medicina recetada por el médico Divino, con la promesa, de tener ¡Vida eterna! Además; nos une con Dios, perdona los pecados veniales, preserva de los mortales, es fuente de paz y de consuelo y sobre todo prenda de resurrección y vida eterna. ¡Arriba y adelante!