Siempre unidos a Cristo

de Emmo. Card. Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia

Palabra del Obispo
Domingo 3 de Mayo de 2015

Esta Eucaristía tiene un especial sentido de gratuidad y de gratitud al recibir y celebrar un don anticipado que no esperaba para esta fecha. Es propio de los planes de Dios ser sorpresivos, nos dejan admirados y superan nuestras expectativas. Como hombres previsores, vamos programando agendas, lanzando proyectos y queremos verificar el cumplimiento de las metas; todo ello es muy bueno, razonable, signo de responsabilidad y madurez humana. Pero hay acontecimientos en la vida que nos mueven el piso, nos cambian lo previsto y nos permiten descubrir que Alguien va dirigiendo la historia de manera insospechada. La Oración Colecta de esta Misa de Ordenación nos ayuda a comprender que todo viene de Dios y que a nosotros toca conocer, aceptar y cumplir su voluntad.

Dios ha querido servirse del ministerio de los sacerdotes y ha elegido hoy a estos hermanos nuestros para el presbiterado. A los ángeles, Dios les ha encomendado misiones altísimas. A las mujeres, especialmente a las madres, les asignó una vocación maravillosa. A María, su Madre y nuestra Madre, le reservó un lugar único junto al Redentor. A estos ocho, a cada uno de ellos en particular, el Señor les dice hoy: “Quiero servirme de tu ministerio, es decir, de tu vida entregada; necesito que me des tu tiempo, tu corazón, tus labios, tu vida entera”.

Son ustedes elegidos no por ser más fuertes ni más inteligentes; simplemente el Señor puso su mirada en cada uno y lo eligió. Si me pregunto: ¿Por qué me elegiste a mí?, no encuentro respuesta suficiente que me lo explique. Simplemente hay que adorar en silencio el misterio de la vocación.

Ante esta convicción de fe, la Iglesia pide para ustedes una tripe gracia. Nos hace decir la oración colecta:

• “Concédeles perseverar al servicio de tu voluntad”

• “Que busquen solamente tu gloria”

• “Siempre unidos a Cristo”

“Concédeles perseverar al servicio de tu voluntad”. La perseverancia no es fácil ante los obstáculos que desalientan, ante las tentaciones que seducen. Pero la perseverancia no es obsesión ni terquedad en un propósito humano, sino mantenerse “al servicio de tu voluntad”. Es preciso buscar incesantemente la voluntad de Dios, ejercitarnos en el discernimiento, saber interpretar lo que Dios nos pide en cada momento y, a partir de ahí, proyectarnos en actitud de obediencia, sin dejar la creatividad ni apagar el entusiasmo. Procuremos estar siempre dispuestos a lo que Dios nos pida por difícil que sea. Por eso, con humildad, hoy decimos: “Concédeles perseverar al servicio de tu voluntad”. De hoy en adelante ustedes, papás, familiares y padrinos, sigan orando por la perseverancia y fidelidad de los ordenandos.

“Que busquen solamente tu Gloria”. No el lucimiento ni las ventajas personales. Buscar sólo la Gloria de Dios supone desprendimiento, pureza de intenciones y espíritu de sacrificio; dejar a un lado los protagonismos, ir desprendiéndose de toda clase de adherencias. Al buscar la Gloria de Dios nos exponemos a pasar desapercibidos, a ser incomprendidos, a no preocuparnos tanto por lo que opinen los demás de nuestra persona y de nuestra actuación.

“Siempre unidos a Cristo”. Esta es la Gracia fundamental de la que depende la fecundidad de su ministerio. El sarmiento separado de la vid no sirve ni produce fruto. Hay que estar unidos a Cristo en la oración diaria, que es un trato de amistad; en la asimilación del Evangelio que penetre e inspire los pensamientos en la ofrenda de uno mismo hasta identificarnos con la Víctima del Altar. El propósito es poder decir como Pablo: “Ya no vivo yo, Cristo es quien vive en mí”.

Como presbíteros, están destinados a “guiar y gobernar” al pueblo de Dios. El pueblo es de Dios, no es nuestra pertenencia, no somos dueños, sino simplemente servidores. El oficio de guiar es delicado porque supone que sabemos orientarnos para orientar a los demás, evitando el riesgo de extraviarnos como un ciego que guía a otro ciego.

Y más delicado todavía es comprender la forma de gobernar que se espera de los pastores. Un gobierno que se basa en el amor y en el servicio humilde, una autoridad discreta que no aplasta ni es prepotente. El gobierno de la Iglesia se ha de asemejar más a la administración de un hogar en el que los papás cuidan a la familia y la educan con suavidad y firmeza, pero sobre todo con un ejemplo que inspira. Dios es Padre y en su Hijo nos ha dado a un Hermano ejemplar que, en la obediencia hasta la Cruz, cumplió una misión y, por los dones de su Espíritu, nos hace capaces de ser también imagen viva del Padre.

* Homilía en la Ordenación de Presbíteros, 23 de abril de 2015.