Pertenecer

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

6 Mayo

AUDIO

Hechos 15,1-6: “Se decidió que Pablo y Bernabé fueran a Jerusalén a ver a los apóstoles”, Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya”, San Juan 15,1-8: “El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”

Cada una de las parábolas y de las imágenes utilizadas por Jesús nos llevan a profundizar en su evangelio por diferentes caminos y en distintos aspectos. Hoy quisiera que resaltáramos en esta bella imagen de la viña las palabras que Jesús dice: “Permanezcan en mí y yo en ustedes”.

Es la condición para tener vida y es la condición para dar frutos. Permanecer no significa simplemente estar de una manera pasiva e indiferente. Una rama que no tiene una dinámica de intercomunicación con el tronco, las raíces y las hojas, aunque aparentemente esté unida al árbol, pronto se descubrirá que está muerta. Nosotros en la Iglesia muchas veces “estamos” pero no “permanecemos”. Es decir de alguna forma nos decimos pertenecer a la Iglesia y hacemos una que otra acción que parece que estamos unidos a la Iglesia y a Jesús, pero no se da esa intercomunicación ni con Dios ni con los hermanos, ni bebemos de su Palabra, ni nos fortalecen sus sacramentos, ni damos frutos de relación y compromiso con los más necesitados. Es decir que solamente “parece” que estamos unidos pero en realidad, estamos aislados, que es muy diferente.

Es impresionante la vida y actividad de una rama dentro del árbol. Externamente parece quieta e indiferente, pero tiene una fuerte vida interior que lleva, trae, recibe, transforma, da. También cada cristiano y discípulo de Jesús debe tener esta actitud de apertura y dinamismo. Igual que una planta que necesita la luz del sol para poder crecer, el cristiano necesita de la Palabra de Dios que ilumine cada momento y lo anime en su crecimiento. Necesita recibir la savia del amor de Dios que lo nutra y lo sostenga. La rama también necesita de las hojas que transformen la energía solar para su propio provecho.

El cristiano necesita de todos, aún de los más pequeños. Nadie está tan lleno como para no necesitar de los otros y los más pequeños muchas veces son los que más aportan y nos hacen crecer. Es importante la palabra de Jesús que nos invita a dar frutos. ¿Cuáles frutos y cómo los estamos dando?