Un amor desbordante

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

7 Mayo

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Hechos 15,7-21: “Juzgo que no se debe importunar a los paganos que se convierten a Dios”, Salmo 95: “Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya”, San Juan 15,9-11: “Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena”

Continuando con el mismo texto y la misma idea que reflexionábamos ayer, hoy Jesús nos ofrece una precisión a la bella imagen de la vid: permanecer en su amor.

Primeramente hace una aseveración que debemos tener muy en cuenta: “Como el Padre me ama, así los amo yo”. Si retomamos todos los textos de los evangelios que nos hablan del amor de Jesús y nos ponemos nosotros en el lugar de los favorecidos por este amor, descubriremos cómo es el amor que nos tiene. Se ha hecho hombre por nosotros, se hecho igual a cada uno de nosotros y por eso es capaz de comprender nuestras debilidades y caídas. Por eso podemos sentir ese amor cercano de Jesús hacia cada uno de nosotros. Su muerte y su resurrección son por amor.

No es fatalismo o capricho de los hombres, sino es camino de salvación y de amor. Podríamos hablar de muchas obras de Jesús que nos muestran ese grande amor por nosotros. Pero lo que hoy quiere resaltar el pasaje es que nosotros debemos permanecer en ese amor. El amor de Cristo es inmenso e incondicional pero nosotros debemos ser capaces de recibirlo, de abrirnos a ese amor. No podemos estar cerca de él y aislados. No podemos negarnos a recibir su amor.

Pero también si recibimos ese amor tiene consecuencias: cumplir sus mandamientos. Aunque no quisiera emplear la palabra “cumplir” porque suena a una obligación onerosa, y más bien quien ama y recibe el amor de Jesús, con alegría se apresta a vivir sus mandamientos como una consecuencia natural de vivir el amor. Como la fuente que al rebozar de agua tiende a brotar, correr, inundar y fertilizar los campos por donde pasa, así desborda el amor del que se experimenta amado. Quien vive el amor de Jesús, con espontaneidad y entusiasmo asume las mismas actitudes que Él tiene y da su amor. La consecuencia de vivir el amor es la alegría.

Hemos ido perdiendo esta capacidad de la verdadera alegría, nos han llenado la cabeza de slogans y comerciales haciéndonos creer que la alegría consistiría en acumulación de cosas que solamente nos entorpecen. Hoy seamos conscientes de este amor que nos tiene Jesús y cómo vivimos sus consecuencias: vivir en el amor.