Dar sin regatear

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

16 Mayo

San Juan Nepomuceno

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Hechos 18, 23-28: “El judío Apolo demostró, por medio de la Escritura, que Jesús es el Mesías”, Salmo 46: “Dios es el rey del universo. Aleluya”, San Juan 16, 23-28: “El Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que salí del Padre”

¿Es cierto que podemos pedir todo lo que queramos y que el Señor nos lo concederá? Muchos han interpretado esta frase casi como un amuleto que nos puede proporcionar todo lo que queramos con tan sólo frotarlo. Pero Jesús pone premisas para que esas condiciones se cumplan: reconocerse amado de Dios Padre y amar a su Hijo Jesús.

Es un poco como en las relaciones que tenemos entre nosotros. A una persona extraña tenemos que pedirle cosas y ofrecer otras a cambio. Es un trueque o un negocio. Pero cuando nos encontramos con personas que amamos, todo cambia: damos sin regatear y recibimos sin comprobar que es respuesta a lo que pedimos. El verdadero amor es generoso sin límites. Lo que hoy Jesús nos propone es que nos sintamos amados por el Padre y que lo vivamos sin límites.

Si vivimos así el amor, nuestras peticiones tendrán un verdadero sentido. Muchas veces pedimos cosas que no son propiamente lo mejor ni para nosotros ni para nuestros cercanos o nuestra comunidad. Pedimos bienes que de concedérsenos a todos lo que cada uno pide, se convertiría nuestro mundo en un verdadero caos. Como los que piden que gane su equipo o que triunfe su país en las competencias deportivas. Es lícito encomendarse a Dios y jugar con honestidad y en su presencia, pero no es lícito condicionar nuestra fe a un triunfo que depende de nosotros. Si nos metemos en la dinámica del amor de Dios y nos reconocemos amados por Él, todo cambia y nuestras peticiones tendrían que ir mucho en el sentido que aparecen en el Padre Nuestro.

Que su nombre sea glorificado, que venga su Reino y que haya pan para todos, nunca la venganza sino el perdón… todo cambia cuando miramos con los ojos de nuestro Padre Dios y la petición más bien parecería una confirmación de que queremos asumir su voluntad tal y como Él lo quiera. Jesús nos dice que el mismo Padre es quien nos ama y esto debe dar certeza a nuestras peticiones. Nuestra oración nos lleve a ponernos en manos de Dios pero también a acentuar nuestra responsabilidad y nuestra dedicación al trabajo. Como decían los viejitos: “A Dios rogando y con el mazo dando”