¿Nuestras intolerancias ocultan nuestros propios defectos?

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

22 Junio

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San Paulino de Nola

Santos Juan Fisher y Tomás Moro

Génesis 12,1-9: “Abram partió de ahí, como le había ordenado el Señor”, Salmo 32: “En el Señor está nuestra esperanza”, San Mateo 7,1-5: “Sácate primero la viga que tienes en el ojo”

Es frecuente encontrar en nuestras sociedades actitudes de intolerancia y desprecio hacia los otros sobre todo cuando descubrimos que han fallado. Frente a las situaciones de violencia y corrupción que enfrenta nuestro país, escuchamos muchas condenas y acusaciones hacia los otros, pero pocas propuestas donde nos involucremos todos. Siempre es más fácil culpar a los demás que asumir las propias responsabilidades.

Hoy Jesús nos da un mandato de no continuar juzgando, sino asumir una actitud de reflexión y propositiva. Busca llevarnos a la profundidad de nosotros mismos para manifestarnos que la acusación fácil a los demás, la condena a los otros, frecuentemente, esconde complejos, heridas y defectos de nuestra propia persona. ¿No es verdad que muchas veces nuestras acusaciones e intolerancias ocultan nuestros propios defectos?

Quien tiene armonía interior más que estar condenando, busca construir y ayudar a superar las debilidades ajenas; busca la conversión, más que publicitar y condenar a los otros. La comparación que nos propone entre la paja y la viga nos muestra la gran diferencia de criterios que utilizamos a la hora de dar nuestros juicios.

No podemos ser imparciales frente a los hermanos caídos, de la misma forma que no podemos ser imparciales a la hora de juzgar, o justificar, nuestros propios errores. Jesús nos dice que no juzguemos porque él mismo no juzga, sino salva, justifica y levanta. No ha venido a condenar sino a dar vida. Ésta es la misma postura que debe adoptar el discípulo. Muchas dificultades se solucionarían fácilmente si en lugar de condenar, nos pusiéramos a construir. No quiere decir que vamos a callar frente a las injusticias, pero nuestro aporte será en el mismo estilo de Jesús que busca dar vida. Su verdadero juicio es desde la cruz: un amor ilimitado y misericordioso sobre todos los hombres sin distinción.

Si seguimos el ejemplo del Maestro evitaremos muchos chismes, mentiras y descalificaciones, y encontraremos en los hermanos, compañeros para construir el reino.