“LA DIVINA TRINIDAD: VERDAD REVELADA, INCOMPRENSIBLE PERO NO CONTRADICTORIA”

​La filosofía enseña que hay diferentes clases de verdad; vgr: Ontológica, lógica y moral. Hay verdades científicas fruto de la observación y experimentación, que pueden ser comprobadas, por fórmulas de laboratorio. Tenemos verdades filosóficas, que superan en mucho a las anteriores, ya que el campo de la filosofía es mucho más extenso y profundo que el de las ciencias particulares. Estas son parcelas del conocimiento, que busca las causas inmediatas, mientras que la ciencia filosófica va hasta las últimas causas. Pero también hay otro tipo de verdades, que superan en mucho la capacidad intelectual humana. El hombre por muy científico o filósofo que sea, con la sola luz natural no podría conocerlas. Se necesita la Revelación o sea que es el mismo Dios quien habla y el hombre escuche, y responda con fe y obediencia. De esta clase de verdades conocemos tanto, cuanto Dios quiera decirnos. Sin esa intervención Divina, esas verdades quedarían al margen de la capacidad intelectual humana, por muy elevada que sea ésta. La revelación de Dios en la historia humana, es el sello característico de la religión de Israel y cristiana. El máximo grado de revelación hecha por Dios y por el cual se da a conocer es la Venida de Cristo al mundo.
 
​El hombre posee fuerza suficiente por la sola razón natural, para demostrar la existencia de Dios, aunque lo nieguen algunas corrientes filosóficas como el Agnosticismo, el Positivismo, el Existencialismo, etc., pero un hombre serio y sincero puede llegar a comprobar que Dios existe por pura lógica. Pero otra cosa es tener conocimiento de la vida íntima de la Divinidad, que rebasa y trasciende a la inteligencia humana. Entre esta clase de verdades infinitamente trascendentes, figura en primer lugar el Misterio de la Trinidad de personas en Dios. Esta Verdad es la unicidad de Dios en tres personas, constituye un misterio impenetrable, que no puede ser descubierto por el hombre con los medios naturales de la razón. Si tenemos noción de él, es porque Dios se ha dignado revelarlo a los hombres por medio de Cristo.
 
​Este dogma fundamental del Cristianismo, no fue conocido en el A. T., es más bien del N.T. El Pueblo de Israel no conoció este Misterio entrañable de la Vida Divina. Una obsesión monoteísta, frente al peligro idolátrico en el que reinaba un desenfrenado politeísmo lo impidió. Cada pueblo tenía sus propios dioses a los que rendían culto. Por eso Dios prohibió la fabricación de esculturas. Sin embargo parecía que Dios tenía el deseo ardiente de revelarnos su gloria. Y preparaba su manifestación trinitaria en la “Plenitud de los tiempos”. Llegada ésta, Cristo Revelador del Padre y su glorificador supremo nos habla de la Trinidad desde su Encarnación; (Lc. I, 35). La escena del bautismo de Cristo en el Jordán, que narran Mateo, Marcos y Lucas. La fórmula bautismal prescrita por Cristo, (Mt. 28, 18-19) es un texto de bastante resonancia en las controversias trinitarias de los primeros siglos de la Iglesia Católica. Sn. Pablo expone el designio salvífico de Dios en un marco trinitario. Nos da unos cuarenta textos en los que vemos a las tres divinas personas como actores de la redención. La iniciativa y el origen de la obra salvífica es del Padre, la realiza el Hijo y la confiere para el hombre el Espíritu Santo.
 
​¿CUAL ES EL FIN DE ESTA REVELACION? Si Dios se da a conocer en su intimidad, no es sólo para que creamos en El; sino para que, sabiendo que el Padre nos adopta en su Hijo y por su Espíritu, llevemos una vida Cristiana auténtica y sincera que sea una verdadera participación de la misma vida divina a través de la gracia. Recuerde que el Padre, vive en nosotros por la fe y la caridad. Engendrando inefablemente al Hijo en nosotros y haciendo brotar el Amor común entre el Padre y el Hijo, con lo que venimos a ser “Teoforos” Templo de Dios. No nos reveló el misterio trinitario, para responder a la curiosidad del espíritu, sino para esclarecer y realizar nuestra inserción en esta vida. No se quede pues con la sola formulación abstracta y lejana del misterio trinitario. Los textos bíblicos más que presentar, nos hablan del misterio inmenso trinitario como Comunidad en diálogo, de salvación entre Dios y los hombres. La escritura nos habla de un Dios existiendo en comunidad y actuando en comunidad. Dios es uno, pero no está solo. Nuestra correspondencia a esta Verdad revelada es: de adoración filial y una disponibilidad obediencial, a su divina Voluntad. De un amor con los siguientes calificativos: Penitente, Reparador, de Gratitud, de Amistad, Generoso. Imitemos a Jesucristo en quien Dios se ha hecho “plenamente imitable”. Piense que la salvación nos viene de un Dios que actúa en comunidad. De igual forma debe ser buscada y transmitida en el amor a los hermanos. La soledad siempre será estéril. El amor como Dios siempre implica pluralidad de personas, la “ALTERIDAD”. Para ser amado hay que ser amante. La reciprocidad es necesaria y evangélica. NO OLVIDE QUE POR EL BAUTISMO, HEMOS SIDO CONSAGRADOS PARA SER TEMPLOS VIVOS DE LA SANTISIMA TRINIDAD Y DESTINADOS A VIVIR INJERTADOS EN LA MISMA VIDA DIVINA. Este misterio incomprensible de la -Santísima Trinidad- es la Verdad central de la fe y modelo de nuestros deberes. “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”, “Que todos sean uno, como Tú y Yo somos Uno”. Que haya en nosotros unidad de corazón amoroso, de voluntad como están unidos: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Santísima Trinidad es un misterio de unidad admirable. Nuestra actitud frente a este misterio Trinitario es: Creer firmemente porque nos ha sido revelado y debemos rendirle homenajes de: Adoración, de amor y de gratitud, por los grandes beneficios hechos en favor de la humanidad como son: La Creación, la Encarnación y la Redención. Que nuestra fe nos empuje a estos homenajes y los hagamos con sinceridad y perseverancia. ¡Arriba y adelante!