El hijo, fruto y flor del amor de los padres, necesita para su correcto desarrollo físico, psicológico y moral, el doble influjo de papá y mamá. Al hijo desde la cuna le hace falta la firmeza del papá y la ternura de la mamá; recibir atención sólo de uno de ellos, puede deformar la mentalidad del niño y dificultar el que se prepare debidamente, para vivir en el ambiente social en el que le tocara pertenecer y ser un hombre en el más noble y perfecto sentido de la palabra.
El nacimiento del hijo causa inmensa alegría, lo dice el mismo Señor Jesús, pero también va a exigir sin demora, la misión educadora de papá y mamá. La mayoría de los papás, piensan que esa pequeña flor que acaba de nacer en el jardín familiar, no necesita de cultivo, de educación. Actitud que es un ¡Gran error! La psicología enseña, que esa edad que se inicia, es la mejor oportunidad para formar al nuevo ser. Desde la cuna, pide el niño que se le eduque. Hay que alimentarlo, protegerlo y educarlo. Tarea que no es cosa fácil, porque para que haya educación eficaz, hay que ir sabiendo y conociendo el temperamento del hijo para ayudarlo a ser él, respetando siempre su personalidad. Labor que necesita de mucha paciencia y perseverancia, porque todo bebé es un pequeño tirano, del cual las primeras víctimas son papá y mamá. Por eso con sabiduría y buena metodología educadora se debe sembrar y cultivar el equilibrio en el alma infantil, labor que no es fácil, ya que en esa edad, no se dispone de otros medios de apoyo, más de lo exterior del niño. Esta tarea educadora, por ardua que sea, es necesaria porque los primeros hábitos sencillos y pasivos, abren el camino a los hábitos morales, para irlos desarrollando para el día en el que su facultad volitiva se despierte y su personalidad empiece a desarrollarse. No olvide: el hijo obediente se forma desde la cuna.
Después de ser bebé de pecho, sigue la primera infancia, en que la conciencia del niño surge lentamente de las brumas del inconsciente, como el sol, que en la aurora, empieza a disipar las sombras de la noche. En el bebé de otros días, progresivamente se va desarrollando la pequeña personalidad. Empieza a sonreír y a balbucear, y a manifestar las primeras muestras de ternura. El capullo de esa flor familiar empieza a entreabrirse. Papá y mamá deberán poner más atención a este nuevo estadio de la vida del hijo, en el que empieza a tomar conciencia de la vida. De ahora en adelante la educación tendrá que adoptar una forma más activa y orientarla hacia la colaboración del educando. Favorecerán las pequeñas iniciativas del niño, pero ayudándolo a deshacerse de su egoísmo acaparador de cuando era bebé. Es muy importante que papá y mamá, sepan que esta edad de la infancia, es un periodo muy importante, porque es el que se adquieren impresiones inolvidables.
Todo es nuevo para él. Cada objeto es un descubrimiento y progresivamente va adquiriendo conciencia de su persona. Observen con que insaciable avidez mira y tiene sus ojos abiertos para captar todo lo que lo rodea. Y en forma incansable, corre por toda la casa, todo tienta, agarra, imita los gestos y acciones de las personas mayores, etc.; pobre de la abuelita que le toca cuidarlo. El niño empieza a vivir y la abuelita está por terminar su estancia en este mundo. Pero tratar de reprimir esa necesidad de iniciativa y de independencia infantil, es una torpeza de parte del papá y mamá, que comprometerían el porvenir del niño. No se debe condenarlo a la inmovilidad. Papá y mamá por estar tranquilos y por no oír el ruido que produce la conducta del niño tratan de reprimir esa exuberancia infantil que puede acabar según la ciencia psicológica en hacer al niño tímido, silencioso, introvertido. Y aquel pequeño salvaje impetuoso e inquieto por su edad, empieza a vivir de forma amargada, la inmovilidad querida por papá y mamá que atrofia y deforma la personalidad infantil. Esa represión fatal provoca una reacción en el niño que se manifiesta en una rebelión; rompen los juguetes y avientan todo lo que cae en sus manos, como protesta natural a la represión que sufrieron. Debemos comprender al niño en las sucesivas etapas de su desarrollo y cuales son manifestaciones y ayudarlos en su recta realización. El niño llega al equilibrio y madurez, lenta y progresivamente y exige de papá y mamá, un cuidado muy especial según las enseñanzas de la ciencia psicológica, hacia la edad de los tres años, el niño se encierra en sí mismo, en un egoísmo huraño y celoso. Esta conducta según los especialistas en la materia, es como su primera “Crisis de personalidad”. Pero la ciencia psicológica afirma que ese repliegue es necesario; para que la personalidad se afiance y no se diluya en el medio ambiente en el que se desarrolla. Pero esa erupción y explosión del “yo”, puede también tener fuertes consecuencias si no se le dirige y educa hábilmente. Aquí radica un punto crucial de la educación del niño. Porque papá y mamá, tienen que saber seguir ese impulso natural del niño y regularlo sin reprimirlo, ni ahogarlo. Si papá y mamá no hacen esto, y dejan al niño en su impulso egocentrista, comprometen en forma negativa el porvenir de esa vida en flor, del jardín familiar. Exponiéndola según los expertos en esta materia, al egoísmo y a la fijación sexual. El niño entre los 3 y 5 años de edad, por naturaleza es: acaparador, autoritario y celoso. Exige que lo atiendan con exclusividad y se enoja y se hace dueño de toda atención. Y aunque haya más hermanos, aunque se puede atenuar este comportamiento, no se suprime. Papá y mamá deben saber, sin favorecer esa conducta, moderarla. Para que el niño no se convierta en un mimado, caprichoso, incapaz de comprender a los demás; extraño a todo sentimiento social y tratará de doblegar a los demás en servicio propio, a recibir siempre y no dar jamás. El egoísmo ahogará su vida, desde esa edad. Papá y mamá deben educar a ese pequeño hijo, para que enderece el camino, ensanchando su alma y corazón, hacia el bien de los demás. Controlando la crisis egocentrista.
También de los 4 años en adelante, papá y mamá, deben empezar a formar la vida espiritual del hijo. No se olvide que la vida humana es una larga conquista, progresiva e ininterrumpida de la verdad y del bien y de sí mismo. En todo ser humano desde temprana edad se despierta el deseo de conquista. Un deseo como especie de embriaguez se apodera del niño y empieza a preguntar: ¿Por qué?, Esto o aquello. Todo esto, porque su inteligencia empieza a despertar. El niño quiere conocer, y se dirige a lo desconocido, con avidez de hambriento. Y a la menor explicación se ilumina su mirada y todo su ser se estremece de alegría. Y admite ciegamente por su edad sus respuestas. De aquí que no hay que mentir al niño. Piensen papá y mamá y demás personas que tienen que enseñar algo a los niños, el papel decisivo que tienen sus enseñanzas en el curso de esta nueva fase del desarrollo intelectual y moral. Si esto se descuida, nada que venga después llegara a suplirlo en forma perfecta. Urge una buena educación a tiempo. Papá y Mamá, cumplan con la misión encomendada que les dio el ¡Divino Creador! De colaborar con Él, en la trasmisión de la vida humana, y hacer de su familia una Iglesia-Comunidad-Domestica. Esto requiere una buena y recta educación, desde la cuna. ¡Arriba y adelante!
Pbro. Domingo Arteaga Castañeda