“LAS PEREGRINACIONES”

​Son una expresión especial de la Religión del Pueblo; pero no el eje central de la vida cristiana. La religión no es opio del pueblo, ni represión, ni instrumento de opresión, o de control social, ni válvula de escape de anormales, ni refugio de débiles e inhibidos, sino un sentimiento natural del ser humano que siente la necesidad de establecer una relación con Dios, para darle culto, gracias y pedirle su protección y ayuda. El hombre ha sentido en todo tiempo y lugar la inquietud de Dios, Tiene la convicción de estar en dependencia de poderes supramundanos a los que debe veneración y servicio, porque por naturaleza y por esencia es un ser constituido y determinado religiosamente. La religión abarca al hombre tanto en su individualidad como en su referencia a la comunidad; y le comprende como totalidad de espíritu, alma y cuerpo y se expresa en las formas más diversas: en el pensamiento, palabra, gesto, el culto, el canto, la danza, la peregrinación y de otras muchas formas. La religión no pertenece a un estadio determinado del desarrollo humano, sino que es algo propio del hombre como tal, en todas las fases de su desarrollo e historia. Siente en su intimidad desde que empieza a tener el uso de su razón aunque sea en forma primitiva, la vocación de trascendencia para participar de la vida divina, que empieza por su vinculación con la Divinidad a través de las prácticas religiosas: la religión lejos de ser lo que al principio enumeré es a veces el único medio para conservar la historia, la cultura, las esperanzas y la unidad de un pueblo. Por eso la religiosidad popular, aunque tenga fallas y sombras, está arraigada en el alma de los pueblos y hay que profundizarla y purificarla ya que tiene densos valores evangélicos.

​Una de las manifestaciones de la religiosidad popular son las PEREGRINACIONES: Estas constituyen un fenómeno religioso característico tanto de los pueblos nómadas como de los sedentarios. Los árabes peregrinan por lo menos una vez en la vida a la Meca, desde tiempos preislámicos. Los egipcios practicaron la costumbre de peregrinar a los santuarios de Osiris. Los mesopotámicos peregrinaban a la gran fiesta del Año Nuevo. Los hititas han destacado en el culto a los santuarios locales, como en el de la gran diosa Sol de Arinna. Y bíblicamente encontramos en sus orígenes lejanos al pueblo de Israel como pueblo nómada. Salir de un lugar para encaminarse a otro, obedece a necesidades vitales. La llamada de Yahveh a Abraham, invitándole a dejar su tierra y salir para la tierra que Él le mostrará (Gn. 12, 1-5) es un elemento fundamental del Pueblo de Dios y como tal persiste en la memoria del Pueblo Bíblico. Desde ese momento descuellan en la Biblia, por su simbolismo religioso, las peregrinaciones de los patriarcas en torno a cuatro santuarios pre israelitas, consagrados por la teofanía del Dios de la historia salvífica, estos santuarios son: Siquem ligado a la vida de Abraham; Betel donde Jacob es beneficiado por una Teofanía; Mamré con su árbol sagrado, junto a Hebrón; Bersabee donde Yahveh renueva la promesa a Isaac. Pero es durante el Éxodo en el que vemos a Israel vivir más profunda y originalmente la experiencia del peregrinar con su Dios. El Señor Dios camina a la cabeza de esta marcha de liberación política; de día en columna de nube para darles sombra y guiarlos por el camino y de noche en columna de fuego para alumbrarlos. Israel siempre habrá de recordar esta larga y sinuosa peregrinación de prueba por el inhóspito desierto, durante la cual la fidelidad de Dios siempre prevalecerá, hasta llegar a la tierra sagrada de la promesa. Después las tribus salidas de Egipto peregrinarán al santuario del Sinaí repitiendo el gesto de Moisés. Y cada año en las fiestas de Pascua y Pentecostés la memoria del Éxodo será actualizada; las peregrinaciones a Siquem, Silo y Jerusalén contribuyen a enraizar en el alma del pueblo, la noción sagrada de camino, de la esclavitud a la Tierra prometida. Cuando David conquista Jerusalén y transfiere el Arca de la Alianza a la capital del reino en una procesión llena de colorido extraordinario y de alegría exuberante, Jerusalén se vuelve el centro del culto; es el santuario nacional, lugar central de las fiestas religiosas y hacia él se dirigen magnas peregrinaciones por ser el centro cultual de todas las tribus. Las peregrinaciones a la ciudad Santa por motivos veterotestamentarios siguieron en vigencia hasta los albores de la era mesiánica. La familia de Jesús como las demás peregrinaba anualmente a Jerusalén. En una de esas veces es cuando Jesús se queda en el templo para cumplir con las cosas que el Padre le había encomendado. Más tarde durante su vida pública, peregrinará hasta su entrada triunfal en Jerusalén a la que fue como peregrino y mártir para celebrar la pascua judía e inaugurar la cristiana. Y una vez resucitado la ciudad deicida, deja de ser centro geográfico de la fe y desde Galilea envía a sus apóstoles a todos los pueblos del mundo.

​Los católicos mexicanos peregrinan a los diferentes templos y santuarios en donde se venera en forma especial a la Virgen de Guadalupe. Durante todo el año hay peregrinaciones al templo máximo ofrecido por el pueblo católico a la Guadalupana. Pero en estos días las peregrinaciones abundan. Y es que el pueblo ama las peregrinaciones porque en ellas el católico sencillo celebra el gozo de sentirse en medio de una multitud de hermanos, que en unidad de fe, caminan juntos hacia Dios, que los espera para recibir su alabanza, su acción de gracias, su petición de perdón y la promesa de renovar la vida. En la peregrinación el creyente se siente miembro de una familia multitudinaria, integrada sin clasicismos, ni sectarismos, formada por hermanos de la misma fe venidos tal vez desde distantes y distintos puntos geográficos, para celebrar un momento importante en la vida de la fe del pueblo creyente como lo es el homenaje a la forjadora del pueblo mexicano. En estos días de fiesta nacional en los que se reúnen multitudes, se vive gozosamente la experiencia del amor providente de Dios Padre y el amor maternal de la Madre Virgen inmaculada que dejó estampada su imagen en el tosco y pobre ayate del indio como prueba de su predilección por los mexicanos. Nuestra ciudad no podía ser menos. También estamos unidos a todos los católicos mexicanos y de diferentes partes de la ciudad, parten en peregrinaciones deseosos de llegar al templo que aquí se le ha ofrecido. SI ES CATOLICO Y MEXICANO NO DEJE PASAR ESTOS DIAS SIN OFRECER UN ACTO DE HOMENAJE A LA VIRGEN DE GUADALUPE; MUY ESPECIAL. Y no olvide que la Virgen María, por ser la Madre de Dios, intervino en los misterios del Divino Redentor, y por esa razón es honrada con especial culto por la comunidad eclesial. Y recuerde que el culto que damos a Dios es de adoración (de Latria), el culto que se da a los santos es de Veneración (de Dulia) porque son los siervos ejemplares de Dios. Y el que damos a la Virgen María, que ciertamente está en la línea de los Santos, pero Ella, es la: ¡Santísima! Por su íntima unión en los misterios de la redención y está sobre todos los santos y por eso su culto es de: (Hyperdulia). Tiene la gran dignidad de ser la madre del Hijo de Dios, y por lo mismo es hija predilecta del Padre y templo privilegiado del Espíritu Santo. Y en virtud de este don extraordinario de gracia; está sobre todas las demás criaturas celestiales y terrestres. Y esta incomparable santidad se revela con toda plenitud, en el misterio de su concepción inmaculada. Y aunque haya sido llevada al cielo, está muy cerca de todos los fieles y como Madre de los mexicanos, en forma especial de nosotros. Y recuerde que sólo se adora a Dios; a los santos los veneramos y en forma especial a la Virgen. Tema que las sectas protestantes, no entienden. ¡Arriba y adelante! En nuestro homenaje especial a la Madre de los Mexicanos: ¡Santa María de Guadalupe!