El fin del mundo anunciado por los mayas parece que nadie se lo tomó muy en serio, excepto algunos energéticos que aprovecharon para cargar las baterías, pues como ya lo explicaron los eruditos, no se trataba del final del mundo, sino de un cambio de era. De todos modos el presidente Putin se sumó al cuento y alargó el final 4500 años, ¡qué generoso! La NASA fue más ponderada y sólo nos otorgó 75 años de prórroga, fecha en que un asteroide va a colisionar contra la tierra. Lo cierto es que la tierra no se acaba, sólo se mueren las personas. El mito, la leyenda y la ciencia se dan cita para descifrar, a su manera, enigmas de nuestro planeta azul (no verde como diría Václav Klauss) que aún desconocemos. El fin del mundo nos lo tomamos a broma, lo mismo que la muerte, aunque ambas seguro que llegan, aunque no sepamos cuando. Los milenaristas seguirán vaticinando y muchísima gente se seguirá dejando influenciar y condicionar por los agoreros.
Estamos por despedir el año viejo y lo que nos debería quedar es una toma de conciencia de las oportunidades que la Providencia nos va deparando, y de la responsabilidad que nos atañe. Mientas esto perdure, seguimos avanzando y debemos apoyarnos. De esto rendiremos cuentas.