Palabras que dicen los libros históricos, están escritas sobre la frente de Roma la ciudad eterna, que fue cuna y sepulcro de monarquías, teatro de epopeyas, trono de Cesares, que aunque adornados con perlas finas y cubiertos de preciosas telas se derrumbaron para jamás volver a resurgir. En cambio el leño nudoso y tosco de la cruz de Cristo, Rey de amor misericordioso continúa obstinadamente orientando al mundo. En Roma que ahora es: ara y sagrario; templo y altar; corazón y voz magisterial; del orbe católico, se levanta en la plaza de San Pedro, el obelisco de Calígula, monolito egipcio de veinticinco metros puesto sobre un pedestal de la misma altura. Ahí sobre la cabeza de Calígula se ha puesto una gran cruz que pregona la realeza de Cristo. La liturgia cristiana católica proclama y contempla la realeza de Jesús, lo mismo en la humildad y sencillez de Belén envuelto en pañales, o cubierto de ignominia y dolor en el monte Calvario, o resplandeciente con fulgores de Divinidad el día que salió victorioso de la tumba. Cristo resucitado venció al pecado, al dolor, a la muerte y a sus enemigos que tuvo, que tiene y que tendrá y que creen que Cristo y su religión quedaron sellados para siempre bajo el peso y obscuridad de la tumba. Pero sucedió lo contrario. Los sectarios pasaron y pasarán; los imperios de los Cesares están borrados del mundo desde hace mucho tiempo. Pero El, permanece y permanecerá, tan vivo y tan resplandeciente como aquella mañana en la que se le apareció entre los alegres albores de la aurora a María Magdalena, después de su Resurrección.
La realeza es un distintivo de la divinidad, pero Jesús siendo Dios, no se proclama rey cuando lo adoran, los científicos del oriente; ni cuando la multitud quiere proclamarlo rey después de la multiplicación de los panes, ni cuando hace su entrada mesiánica el primer Domingo de Ramos, aunque la multitud lo aclama como profeta. Jesús espera su pasión, y en el atrio del palacio del gobernador romano afirma claramente que El, es rey. Pero su reino no es de este mundo, y sin embargo vamos ya sobre veintiún siglos que proclaman esta realeza y han doblado su dura cerviz ante Jesús. Su nombre llena la historia humana y su imperio se extiende por los confines del universo; el grano de mostaza es un inmenso árbol que cubre con su sombra regenerante a toda la humanidad. Su reino es de misericordia y de amor, en este sintetiza toda la ley y los profetas.
Es un reino con características, totalmente opuestas a las de los reinos del mundo. Reinos que se conquistan y sostienen por las armas y buscan una felicidad caduca y temporal. Las armas del Reino de Cristo son el amor y la misericordia, la verdad y la vida. Los reinos del mundo, se fundamentan sobre la muerte de millones de seres humanos como nos dice la historia. El reino de Cristo es de vida eterna iniciada ya en este mundo por la vida de la gracia por la que el hombre se une a Dios, con la promesa de llegar a su plenitud en la eternidad.
Este reinado de Cristo es de santidad y de gracia; manantial de vida eterna para los que aceptan su reinado, que sobrepasan nuestras miserias y egoísmos. Es un reino de paz, de concordia con los demás. Paz que no es fruto específico de la justicia sino de la caridad. Pero sobre todo paz interior, que evita todas las perturbaciones exteriores. Porque para el verdadero creyente, la divinidad está en el centro de su vida, hecho que proporciona gozo y tranquilidad plenos y perfectos. La corte de honor de Cristo Rey la forman: la Verdad, la Justicia, la Santidad, la Gracia, la Caridad y cierra este honorable cortejo la Paz; un reino perfecto que abarca a la familia, sociedad en la que Jesús vivió treinta años, y nos enseña con la palabra y con el ejemplo la conducta a seguir en el trabajo, crece en sabiduría y gracia; y quiere que la familia humana sea un reflejo de la familia Divina. Con su presencia santifica la unión matrimonial y las fiestas familiares que son cultivadores de la amistad. La familia debe ser formadora de súbditos para este Rey. Mediante el ejemplo y las enseñanzas de los padres, que deben dar a sus hijos para que estos escuchen la palabra de Jesús e imiten su ejemplo
Con ocasión de la fiesta de Cristo Rey es justo y necesario hacer mención honorífica del Movimiento eclesial llamado “Acción Católica” que es el gran ejército de Cristo, y ha producido héroes del evangelio. Guiada siempre la Acción Católica por el magisterio eclesiástico, sus militantes se han consagrado al apostolado, para hacer brillar la palabra de la verdad en la oscuridad de la ignorancia y de error. La Acción Católica en todos sus grupos ha sido instrumento de difusión del Reino de la Verdad y ha hecho que la semilla del evangelio germine en todos los lugares, incluyendo los marginados socialmente hablando. Gracias a la Acción Católica la reevangelización ha llegado a todas las clases sociales y el Reino de Cristo va creciendo, en lugares que tienen hambre y sed de Justicia. Ojalá que todos meditemos las palabras de Jesús: “La mies es mucha, pero los obreros pocos”. Hay necesidades de apóstoles realmente comprometidos, no únicamente con la “alabanza” sino con el apostolado firme y constante para que el Reino de Cristo que es paz y amor se establezca en todo el mundo.
Que esta fiesta que hoy celebramos, sea una lección que nos recuerde nuestra obligación recibida a través de los sacramentos de iniciación a la vida cristiana de ser: Apóstoles, testigos y profetas de Cristo Rey. Que con esta firme convicción haya muchos operarios impulsados por el Espíritu Santo que en forma decidida vayan guiados por el Magisterio eclesiástico a sembrar la palabra de Dios en el campo del mundo, a subsolearlo y saturarlo con la primera luz de la fe; y limpiarlo de las malezas del error. La Acción Católica, siempre se ha dedicado al servicio de Cristo Rey y bajo la sombra de su bandera, se ha consagrado al apostolado convirtiéndose en instrumento de difusión de la verdad evangélica y ha buscado los medios más adecuados para acercar a Cristo, a los niños, jóvenes y adultos.
Fue el Papa Pio -XI- quien la erigió bajo la inspiración del Espíritu Santo en 1922 y el mismo Papa en 1926 pidió a los obispos mexicanos la establecieran en nuestro país. En lo personal he visto la sinceridad y generosidad de sus miembros, colaboran con la jerarquía eclesiástica para desarrollar en la Fe, a la comunidad cristiana. Que este día de Cristo Rey vean su tésera, que les recuerda la aceptación del compromiso de ser: Profetas, Testigos y Apóstoles de Cristo. ¡Adelante Milicia de Cristo!
También con esta solemnidad en la que celebramos la realeza del carpintero de Nazaret, termina el año eclesiástico litúrgico, en el que durante su recorrido celebramos todos los acontecimientos de la historia de nuestra salvación. Pero no como una representación fría e inerte de cosas que pertenecen a tiempos pasados, ni como un simple y desnudo recuerdo de algo ya pasado, sino vivirlo cultualmente como una reproducción, el círculo recorrido por el Divino Redentor, desde que bajo de los altares celestiales, a las profundidades oscuras de su muerte en la Cruz, y la luminosidad de su Resurrección y del regreso al Padre, como Señor de la gloria eterna y estar junto a Él, con gloria eterna. Empecemos este año nuevo litúrgico con la celebración del “Adviento” con el que se realiza la “plenitud de los tiempos” en el que el rio del tiempo entra en el mar de la eternidad. Preparémonos espiritualmente, lo mejor posible y que: ¡Viva Cristo Rey! Ante cuyo tribunal seremos todos emplazados, y allí estará -Hegel- que consideró un cristianismo fracasado; que hundió desventuradamente al ser humano, en una esclavitud hacia Dios dominador. El soberbio -Nietzsche- que se creyó el sepulturero de Dios, y mira sarcásticamente, a los templos como los sepulcros de Dios. Y -Marx- que consideró al Cristianismo como “opio del pueblo” porque para él, la religión es una freno en manos del poderoso opresor, que se sirve de ella, para engañar al oprimido; y demás ateos agresores que han existido y existen, pero todo tiene su tiempo; y la realeza de Cristo seguirá adelante en el mundo y sobre el mundo, porque en virtud de la redención, toda la humanidad ha quedado esencialmente, vinculada a Cristo Rey del universo. Y cualquier postura humana antagónica, es un atentado contra su realeza divina, que seguirá adelante. Y el día de su segunda venida, que vendrá sobre las nubes del cielo, con gloria y majestad, para dar a cada uno lo que sus obras merecen; sacará a plena luz, como juez de la humanidad la verdad de nuestras obras y designará el lugar al que nos corresponde ir. Ojalá que estemos con El, en el cielo; y no en el lugar del castigo entre el fuego, que no se extinguirá: El infierno, que fue creado para Satanás y sus seguidores. Que todavía gritan como los judíos de antaño: “no queremos que este, reine sobre nosotros” ¡Reflexionemos! Y mejor gritemos: ¡Que viva mi Cristo! ¡Que viva mi Rey! ¡Viva Cristo Rey!